Según el diccionario de la RAE, democracia es “forma de gobierno en la que el poder político es ejercido por los ciudadanos”. Por tanto, podríamos decir que democracia es participar, decidir, aceptar o rechazar, convivir… Resumiendo: democracia es “el derecho ciudadano a decidir”.

Si ese derecho no existe o se cercena, no hay democracia real, sólo es una ficción, y creérsela es tan ridículo como pedir a Súper Mario Bros que te arregle un desagüe.

Catalunya, 2017. Todo en marcha para realizar una consulta. ¿Quiere que Catalunya sea un estado independiente en forma de república? será la pregunta que se haga el 1 de octubre…. ¡Bienvenida, democracia!

La realidad nacional catalana es incuestionable, basta con volver a mirar el diccionario y ver cómo se define en él el término nación. Se ha manifestado masivamente en Catalunya una voluntad popular de ser Estado independiente. El referéndum no es un capricho de ningún dirigente que trate de desviar miradas: es fruto de una reiterada movilización democrática amplísima, plural, creciente. Y propone el procedimiento democrático más elemental: preguntar en las urnas. Que la mayoría decida libremente.

La nación es una construcción histórica cambiante. No es lo mismo, pongamos por caso, la España de 2017 que la de 1515 o la de 1800. Si no fuera así, estaríamos legitimados para solicitar la anexión de Filipinas, Guinea Ecuatorial, el Rif marroquí, Latinoamérica, Sicilia, los Países Bajos, el Sur de Estados Unidos, etc. ¿Se le ocurre a alguien hacerlo?

1.El problema de las nacionalidades históricas (Catalunya, Euskadi y Galicia) se soslayó en la Transición por tres procedimientos:Su conversión en comunidades autónomas, de igual rango a otras 14 –algunas inventadas ex profeso para la ocasión–, con lo cual el hecho nacional se diluía en una mera división administrativa de un Estado único e indivisible.

2. La participación de los dirigentes de esas nacionalidades implicados en la Transición, como pago de sus servicios, en el botín del saqueo popular masivo, que llega hasta nuestros días en forma de corrupción.

3.Como siempre en España, con la imposición explícita del Ejército como garante de la unidad (art. 8. Constitución Española. 1978).

En España, la unidad nacional NUNCA ha sido un proyecto democrático. Ya desde su origen, nunca se ha perfilado como un acuerdo libre entre los distintos reinos o pueblos que podrían componerla, sino como una imposición militar que fue arrasando implacablemente las diversas personalidades, culturas e instituciones históricas y centralizando el poder en las manos más reaccionarias. Se es español a la fuerza.

El PSOE apunta ahora, como solución al problema, la posibilidad de convertir el fraude de las autonomías en el fraude de la plurinacionalidad en un Estado único y nuevamente indivisible. Para ello, como ya hiciera en su momento, habrían de inventarse naciones que completasen el rompecabezas a su medida y desdibujasen, una vez más, la realidad nacional actualmente existente de Catalunya, Euskadi y Galicia.

Argumento de reducción al absurdo que, lamentablemente, se usa: ¿y si Albacete, verbigracia, quisiera ser nación? Pues, si esa voluntad popular se llegara a formar algún día como realidad histórica sería también una obligación democrática reconocerle su derecho a decidir, pero hoy esa especulación no pasa de invento interesado y ridículo, como si hablásemos de la vocación imperial de Alcorcón o la carrera espacial de Logroño.

No caemos en la trampa del “enfrentamiento entre los pueblos”. El ejercicio de los derechos de cada uno alimenta los derechos de los otros. La solidaridad sólo se puede ejercer desde la libertad. Si Madrid, verbigracia de nuevo, apoya el referéndum, apoya la democracia y apoya la libertad de sus propios ciudadanos. Desde la libertad y la independencia, es posible la unidad en torno a objetivos comunes democráticamente debatidos y acordados…

La apelación a la soberanía nacional ganaría más fuerza y credibilidad si se utilizara para defender nuestra independencia ante Estados Unidos o ante el FMI y la Comisión Europea, por ejemplo. La soberanía española no existe. España es hoy una unidad territorial de explotación con el sello IBEX35.

La democracia española consiste cada vez más en obligar a la gente a ser lo que no quiere ser: a los ingenieros a ser camareros; a los jóvenes, emigrantes; a los trabajadores, parados; a los pensionistas, harapientos; a los catalanes, españoles… Por el contrario, muchos de los poderosos han conseguido hacer realidad su sueño: que sus patrimonios sean suizos o panameños.

El que este referéndum no sea pactado es atribuible principal y casi exclusivamente al gobierno del PP y al PSOE que mantienen una concepción nacional franquista, la unidad nacional a la fuerza, militarizada y represora de la disidencia… ¿Quién puede esperar que tales fuerzas vayan a reconocer el derecho a las urnas de los catalanes, como sí hicieron el gobierno británico con Escocia o el canadiense con Quebec? Es como querer negociar la ley del derecho al aborto con Rouco Varela.

Una singularidad catalana es la de que todos los partidos políticos representados en el Parlament están cumpliendo los programas electores con los que fueron elegidos… Los partidarios del referéndum (la mayoría) y los partidarios del no referéndum (la minoría, con exigua representación, además, del PP). Esto es una muestra excepcional de calidad democrática.

Y AHORA ES EL MOMENTO. Los que tenemos cierta edad, recordamos a los republicanos que, cuando llegó el momento, dijeron “no es el momento”. Y a los rupturistas que, cuando llegó el momento, dijeron “no es el momento”. Y así llevamos ya 40 años de monarquía y de continuismo.

Hoy no hay excusas.

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