El 9 de junio el presidente de la Generalitat fijaba la fecha del 1 de octubre y la pregunta para el referéndum. A los dos días entre 30.000 y 40.000 personas salían a la calle para apoyar el referéndum. La respuesta del Gobierno Rajoy fue entre el desprecio y la amenaza, diciendo que tiene preparada toda la batería de medidas para impedirlo, y para muestra convoca el 19 de junio la cúpula del ejército en Barcelona. Empieza la cuenta atrás.

Pero en el choque previsible lo que cuenta no serán las declaraciones y acciones de los dos gobiernos, sino las fuerzas sociales que hay detrás, por un lado la movilización popular y por el otro el aparato del estado monárquico.

En el bloque constitucional monárquico contra el derecho a la autodeterminación no hay novedades: el “nuevo” PSOE se alinea con el Gobierno y, en Catalunya, Iceta hace el triste papel de telonero de las proclamas encendidas de C’s y PP. Todas las miradas se giran hacia los Comunes que inicialmente se desmarcan de la convocatoria de referéndum con exigencias que, por imposibles, se giran contra la convocatoria. Pero inmediatamente les crecen las tensiones internas, con una ICV (Coscubiela) más beligerante con la convocatoria, Podemos Catalunya (Fachín) más receptivo y los Comunes (Colau/Domènech) que miran de ganar tiempo. Pero el lunes 12 de junio se rehace la unidad “soberanista”, Comunes con JXS y la CUP en apoyo de Nuet, portavoz de QSQEP, que tiene que declarar ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya por haber permitido desde la Mesa del Parlamento la votación del referéndum. Y es que el espacio casi inexistente que buscan los Comunes –y que intentan compartir con las direcciones sindicales de CCOO y UGT- se hace cero cuando el estado actúa con la represión. Pero sin represión, ¿cómo podrá Rajoy evitar el referéndum? Ésta es la cuadratura del círculo.

La importancia de los Comunes, más allá de algunos escaños más, radica en que hoy son el referente mayoritario de los y las trabajadoras de Barcelona y el cinturón industrial que les dieron los votos decisivos para ser primera fuerza en las elecciones legislativas. El obrero/a catalana, a menudo nacido en el resto del estado se ha mirado con expectación, pero a distancia, las grandes movilizaciones por la independencia, pero también ha rechazado claramente el participar de las manifestaciones minoritarias que C’s o el PP (con algunos sectores del PSC) han hecho por la unidad de España. Por qué una cosa es que vean clara la independencia, y la otra que sepan que el PP, como C’s, son los dos instrumentos de la patronal.

La clase obrera catalana acabará siendo –como lo fue en 1934- determinante en el nacimiento de la República catalana. No sólo en términos numéricos, en que hace decantar avasalladoramente el lado del referéndum y la república porque cómo siempre es quien menos tiene a perder y más a ganar. También porque es quien tiene en las manos instrumentos indispensables para parar la represión como la huelga general. Y en tercer lugar porque son el puente más directo a que la solidaridad con Catalunya se entienda a todo el estado y al exterior. Y como tantas otras confrontaciones, las movilizaciones que se hagan en Bilbao, Madrid o Sevilla serán determinantes para parar los golpes del estado que a buen seguro vendrán. Y no sólo como una muestra de solidaridad, sino como una palanca para empezar a agrietar el régimen heredero de la dictadura que oprime los trabajadores y trabajadoras de todo el estado.

Los dos actores principales en la escena política parten con extraordinaria debilidad interna. El Gobierno Rajoy con dificultades para mantener la gobernabilidad, haciendo equilibrios, cruzado por la corrupción que es un insulto constante ante las difíciles condiciones de vida y pobreza que sufre la gente trabajadora. Pero no es menos verdad que esta corrupción también afecta a la burguesía catalana y sus representados políticos, con el PDcat y Mas al frente. El caso Gordó es el último ejemplo. Su debilidad sin embargo, va más allá de la corrupción y radica en que es el gobierno continuador de los recortes y privatizaciones, en el que no tenemos ninguna confianza. Por eso, hace falta la movilización y aún es más ilusionante el futuro, porque si ganamos la república, ésta tendrá un fuerte contenido social. Y, porque si ganamos la república catalana, ésta girará a la izquierda. La movilización tiene que forzar al Govern a llegar hasta el final.

Importante en esta recta final puede volver a ser la CUP-CC, que se ha mantenido con perfil bajo y dejó perder ser el interlocutor claro de las clases populares en el voto de los presupuestos. Hace falta una acción decidida en la lucha por el referéndum y por el sí que conecte con la problemática social, que dé respuesta, que anime la movilización.

Hay que desplegar la más amplia campaña por el apoyo popular al referéndum y por el sí, con la constitución de plataformas amplias desde la izquierda por el referéndum y por el sí, para trabajar fábricas y barrios populares. La preparación del 11 de septiembre será determinante para demostrar la capacidad movilizadora.

Precisamos responder con la movilización como respuesta a las provocaciones y a la creciente represión del estado. Si se llega a detenciones, suspensión de instituciones o a la imposición por la fuerza, hay que reclamar la convocatoria de la huelga general.

Habría que llamar desde la CUP-CC a una reunión urgente de partidos, movimientos y todo tipo de entidades de todo el estado para organizar una Plataforma por el derecho a decidir de los pueblos, para desplegar una campaña de solidaridad por el derecho de autodeterminación y contra la represión. El SAT o Bildu ya se han mostrado dispuestos. La celebración del referéndum y la república en Catalunya abre el camino para deshacernos en todo el estado de la Monarquía que dejó Franco. Sólo con esta ruptura democrática (que no se dejó hacer en el 78) es posible abrir una nueva vía de relación entre los pueblos y de garantizar los derechos de la población trabajadora. También hay que articular desde ahora iniciativas a nivel internacional desde la izquierda europea y mundial en defensa de los derechos democráticos que niegan el Estado Español y la Unión Europea.

Lucha Internacionalista es una organización política marxista revolucionaria: trotskista. Se constituyó en mayo de 1999 por militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).

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