Julián Hernández Siniestro Total

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un secuestro muy peculiar y un secreto terrible en el ámbito religioso que amenaza con derrumbar la civilización occidental. En su primera novela, ‘Sustancia negra” (editorial Espasa), Julián Hernández tumba al lector con una tragicomedia surrealista repleta de referencias culturales aparentemente inconexas y altas dosis de humor y crítica. El líder de Siniestro Total denuncia que la raíz franquista que arrastra España “está abonada con siglos de Inquisición, cuarteles rapiña e ignorancia”. Para poder hablar sin tabúes de la religión, se le ocurre resucitar a Luis Buñuel y que su cine sea materia obligatoria en todos los niveles de la enseñanza. Provocador con fundamento, en el libro se empeña en explicar lo inexplicable. No se le puede reducir a etiquetas o géneros. “Somos gallegos: imposible saber si subimos o bajamos las escaleras. Marcel Duchamp hubiera tenido un serio problema con nosotros”

Julián Hernández Siniestro Total

¿Cómo se le ocurrió el argumento del libro y qué quería transmitir?

Julián Hernández-. ¡Qué pregunta tan difícil! Es una historia de historias, como casi todas las novelas que en el mundo han sido desde el Quijote. El eje central es la historia de un secuestro que invierte los papeles del sultán y Sherezade en ‘Las Mil y Una Noches’: no es la víctima la que cuenta historias para salvarse, sino que es el verdugo el que se entretiene haciéndolo, agravando así el sufrimiento de la víctima. Al final quizá haya que fijarse siempre en los clásicos para hilar tu trabajo. Lo que se quería transmitir es sencillo: la barbarie está uno o dos pisos más arriba.

¿Qué hay de serio y qué hay de locura? Mucha gente podría pensar que su autor tiene algún tipo de paranoia o que lo ha escrito bajo el efecto de algunas sustancias o que simplemente es un divertimento.

Julián Hernández-. No veo contradicción (o distancia) entre seriedad y locura. Lo decía Salvador Dalí: “La diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco”. De alguna manera, la creación y la esquizofrenia tienen reminiscencias del primitivo cerebro bicameral de los humanos. Las sustancias bajo cuyo efecto se ha escrito este artefacto son breves de enumerar: tabaco, té y vino tinto hacia el final de la jornada. A propósito del divertimento, y como decía Chesterton (y recordaba bien Moncho Alpuente), lo divertido no es lo contrario de lo serio: lo contrario de lo divertido es lo aburrido.

¿Se identifica con algún rasgo de Insecto Palo?

Julián Hernández-. (risas) Yo no sé qué aspecto tiene Insecto Palo, ¡no se le describe en ningún momento! Me temo que fue él quien impuso la condición. Quizá lo más cerca que está el humilde autor del personaje se encuentra en la lista de objetos que mete en su piso: una especie de síndrome de Diógenes que comparto absolutamente. Me encantaría tener siquiera la cuarta parte de lo que allí aparece.

Las 100 primeras páginas enganchan mucho pero que luego hay algunos capítulos sobre temas aparentemente inconexos que distraen la atención y que en algunos casos no hacen avanzar la trama. ¿Con qué finalidad están intercalados? ¿Para dar contexto, alargar la incertidumbre sobre el destino de la víctima?

Julián Hernández-. Es que la trama es muy breve: alguien secuestra a alguien y le somete al suplicio de la gota china. Fin. La subtrama, que quizá no lo sea tanto, es la historia de la aparición de un cuadro y las consecuencias que tiene el hecho para el destino de la humanidad. Y luego está el escenario en el que se desarrolla la trama, el edificio y sus habitantes. Sí es verdad que en algún momento he tenido que atar corto a algunos personajes secundarios: intentaban hacerse con el control de la historia. Eso no lo podía permitir, pero tampoco podía dejarlos en la estacada. Aquí a cada uno lo suyo; y ya digo que es una historia de historias, un relato de relatos.

¿Qué aportan las constantes referencias culturales y artísticas?

Julián Hernández-. No pretenden aportar nada, de verdad. Lo que pasa es que me resultan inevitables. Muchas son lugares comunes muy obvios; otras pueden parecer más rebuscadas, pero a mí me resultan familiares, ¡qué le vamos a hacer! Las referencias musicales, incluso los pequeños fragmentos de pentagramas, surgieron sin ningún plan preestablecido. Sencillamente venían al caso. O esa impresión me daba a mí.

¿Cómo se informó de los procesos cerebrales que describe? ¿Habló con médicos especialistas?

Julián Hernández-. La cuestión de la documentación es interesante, por decirlo de alguna manera. Para empezar, no creo que la documentación exhaustiva sea un valor añadido. He escuchado a algún escritor, -incluso alguno que admiro-, hablar de años de documentación para construir una novela. Ya, muy bien, ¿y qué? No me importa la veracidad o la verosimilitud de lo narrado, sino el resultado final, la tensión entre lo que se cuenta y cómo se cuenta (esto último creo que se lo he leído a Jordi Costa en algún lado). En ‘Sustancia negra’ se hace burla de la Wikipedia, aunque también es cierto que he tirado de ella y se dice abiertamente. Con respecto al suplicio de la gota de agua, el caso es que no hay casi documentación sobre el proceso. El libro que me lo inspiró en parte (‘El museo de los suplicios. Muerte, tortura y sadismo en la historia, Roland Villeneuve’, Ed. Martínez Roca, 1989) describe docenas de torturas atroces y sus efectos, pero de la gota no cuenta casi nada. Lo previsible es que la gota, una vez perforado el cráneo, siga avanzando hacia el centro del cerebro, donde se encuentra la sustancia negra que genera la dopamina. Estuve a punto de llamar al Dr. Gonzalo López Vilar (mi médico de cabecera, y sin embargo amigo de la infancia) para preguntar algo, pero preferí quedarme con la intuición, con el horror imaginado.

¿Pretendía la hidrotrepanación (figurada) del lector y del crítico?

Julián Hernández-. ¿Figurada? No, por Dios, nada más lejos de mi mente: ¡pretendía la real! Bueno, es broma, ¿eh? En todo caso es una obsesión. La primera persona que me contó algo sobre esto fue mi madre cuando yo era pequeño… Insecto Palo se inventa la palabra “hidrotrepanación” para no hablar de tormento, tortura o suplicio y, de paso, dárselas de finolis. Habrá que hablar con la RAE. Y yo, de paso, hablaré con mi psicoanalista.

En cualquier caso, ¿piensa que, más que anestesiados, estamos hidrotrepanados por la crisis y estos tiempos miserables de precariedad, corrupción, mediocridad, gregarismo y asedio a la cultura?

Julián Hernández-. Estamos siendo salvajemente maltratados y sin anestesia, sí. Los tiempos siempre han sido miserables, pero ahora se ha caído el decorado y vemos la pared desconchada del fondo del escenario llena de esos lamparones y manchas asquerosas que citas. Frank Zappa predijo que esto pasaría y murió en 1993. El asedio a la cultura (producto de la ignorancia y/o de la incompetencia) lo que consigue es más bien el desmantelamiento de una industria. Desde el punto de vista del Dios de la Macroeconomía esto es una solemne estupidez y demuestra hasta qué punto hemos puesto a unos ultramontanos en los puestos de responsabilidad creyendo que eran gente válida. Hay olivos en Jaén, pero también los hay en Italia; en cambio una novela, una película, o lo que sea que hagamos nosotros, no lo va a poder hacer nadie. Esta ceguera es así por lo que decía Karl Kraus: “¡Tienen la prensa, tienen la bolsa y ahora tienen también el subconsciente!”. Y lo decía en los años treinta del siglo pasado… A lo mejor no hacía falta ser profeta para ver todas estas cosas con antelación.

¿El humor y el sentido crítico son los únicos antídotos contra estos males?

Julián Hernández-. Si entendemos “antídoto” como “arma”, entonces sí. Pero yo no le daría al humor ese sentido terapéutico. Es un sistema operativo, por un lado, y un arma muy poderosa también. Conviene no confundir humor con chiste, chanza o chascarrillo, eso sí. No se trata de provocar la carcajada, -aunque reírse a mandíbula batiente a nadie le hace daño: Nora Barnacle oía a James Joyce reírse por las noches mientras escribía ‘Finnegans Wake’-, se trata de retorcer la realidad, lo que percibimos o creemos percibir, hasta formar una especie de cinta de Moebius que nos haga dudar de nuestros sentidos: ¿perdón? ¿esto tiene una, dos o tres dimensiones? Si con ello descolocamos al enemigo (entiéndase la solemnidad, la pomposidad, el rigor mortis…), volveremos contra él la energía que desplaza en su furia. Un truco de taichi que me enseñó mi señora hermana.

Este libro y algunas de sus reflexiones evidentemente no sentarían muy bien a esta España ultracatólica gobernada por los curas. ¿Qué tendría que pasar para que en España se pudiera hablar de Dios y de la religión sin tabúes?

Julián Hernández-. ¡Que resucite Luis Buñuel y el estudio de su cine sea obligatorio en todos los niveles de la enseñanza! No estoy de coña, ¿eh?

El profesor madrileño Ramon Cotarelo denuncia que en España existe “un fuerte poso de franquismo sociológico”. ¿Está de acuerdo? Y si es así, ¿en qué lo percibe?

Julián Hernández-. Estoy de acuerdo, pero creo que estamos llamando ‘franquismo’ a algo que viene de muuucho más atrás. El general Franco sencillamente tiró de la “santa tradición” para evitar el progreso que significaba la II República o, al menos, lo que pretendía. Un poco de afrancesamiento tampoco le hubiera venido mal a España en tiempos de Fernando VII, ese que usaba paletó. Es fácil percibir el olor a cura preconciliar comparando las fotos de Soraya Sáenz de Santamaría: en unas descalza, pelo suelto y depilación láser; en otras, tapada hasta el cuello y con peineta en la Plaza de San Pedro. Y también está el ejército, la banca, la aristocracia lameculos que Valle Inclán retrató perfectamente en ‘El Ruedo Ibérico’… Por cierto, aprovecho para recomendar la lectura de ‘Sanco Panco’, una novela de Salvador de Madariaga que se tuvo que publicar en México porque era una especie de esperpento en clave que retrataba a Franco (Sanco Panco) y a toda una galería de personajes nacionales y foráneos bien patéticos. Hasta donde llego a entender, a Franco le molestaban siempre las críticas, pero lo que ya no toleraba bajo ningún concepto era el sarcasmo sobre su persona. Y Madariaga le sacó de sus casillas (y sus casullas). ¿Buscábamos la eficacia del humor como arma? Hela aquí.

Suso de Toro avisó recientemente del peligro de desaparición del gallego en esta España monolingüe y monocultural que sólo se ocupa de la lengua castellana, que confunde intencionadamente España con Castilla, con un nacionalismo español casposo de raíz franquista que sólo aspira a imponer una lengua, una patria, un país y una visión de las cosas, con la complicidad y ayuda de fuertes estructuras como la policía, la justicia, la iglesia y los militares. ¿Cómo se puede luchar ante esto y cómo ve el futuro de la lengua y la cultura gallegas?

Julián Hernández-. ¡Uf! Suso tiene razón, pero aquí hay mucho más, insisto. La raíz franquista está abonada con siglos de Inquisición, cuarteles, rapiña e ignorancia. A lo que vamos… Claramente el idioma es poder. La manera de mantener unido un imperio (por cutre que sea) es que todo el mundo hable la misma lengua y crea que es la lengua común. Eso lo sabía Stalin y por eso el ruso era obligatorio en toda la Unión Soviética. En la península ibérica hay varios idiomas que, salvo el euskera, son todos de origen latino: castellano, gallego, portugués (o gallego-portugués, si prefieres), catalán… Que todos hablamos mal latín, vaya. El caso de la supervivencia del catalán es muy claro: lo habló siempre la burguesía. El gallego, por el contrario, es más patrimonio de la población rural, quizá algo parecido al caso del euskera. Su supervivencia parecía garantizada con cosas como el Club Xabarín, la programación infantil y juvenil de la televisión gallega. Pero, ¡ay!, no fue así: su margen de maniobra ha sido relegado a la nada por el gobierno de Feijóo. Dichas estas obviedades, lo lógico sería que nos entendiésemos sin demasiados problemas. La supervivencia del gallego, si es que sobrevive el género humano más allá del siglo XXI, depende pues de su utilización en medios de comunicación. En gran medida al menos. Lo que está en peligro es la primera lengua romance escrita a partir del latín. ¿Soluciones? En fin… ¿de cuánto tiempo disponemos para abordar el tema?

¿Qué ha aportado Siniestro Total al panorama musical?

Julián Hernández-. ¿Sinceramente? Ni idea. Quizá, y a lo mejor es mucho aventurar, servir de puente entre algunos viejos maestros fundacionales y las generaciones que sólo se han visto bombardeadas por U2 o Sonic Youth, por poner dos ejemplos. ¡Nos daríamos por contentos! O no…

El crítico musical Mariano Muniesa dijo que la movida madrileña fue muy politizada y se disfrazó de un barniz progresista inexistente. ¿Está de acuerdo? ¿Cómo se sintieron en medio de aquella época?

Julián Hernández-. Mmm… Sí: hace falta la revisión de la CT, la Cultura de la Transición. Pero si nos ponemos aquí ahora con ello, no acabamos… Nosotros, en todo caso, no estábamos en medio de nada. A un lado, más bien. Nunca pretendimos ser modernos, ni petardas, ni pasear al lado de Andy Warhol por Madrid, ni tampoco ser los más auténticos de los rockeros, ni los graciosos de la clase, ni los más guapos del guateque, ni ná de ná. Somos gallegos: imposible saber si subimos o bajamos las escaleras. Marcel Duchamp hubiera tenido un serio problema con nosotros.

¿La provocación es algo innato en usted, una forma de crítica o la única salida inevitable ante la realidad actual?

Julián Hernández-. A lo mejor miento si digo que no hay ningún intento de provocación. Pero no se trata de provocar al prójimo: quizá el objetivo esté más cerca. ¡Qué mayor provocación que conseguir escandalizar a uno mismo! Lamentablemente no siempre se consigue. Y no sé si es innato, ni una forma de crítica, ni una única salida ante el disparate general. En cualquier caso, uno es como es. Si de paso se consigue molestar un poco, pues miel sobre hojuelas.

¿Falta, por un lado, más mala leche en la música española actual y, por el otro lado, un enfoque más lúdico, más divertido? La sensación es que faltan grupos que se rían de sí mismos y se quiten transcendencia y sobran grupos con humos, egos y demás solemnidades.

Julián Hernández-. Cuando me dicen que “ahora no es como antes y bla, bla, bla” siempre acabo citando a Pony Bravo para desmentir el argumento. Hay más gente, ¿eh? Véase Guadalupe Plata, que me encantan. La solemnidad es el enemigo, sí. Ya lo decía Gila. Solemnes son los desfiles militares y las procesiones, por ejemplo. Pero, claro, también se suponía que una sesión en el parlamento tenía que ser solemne, y ahora ya sabemos que es una astracanada en la que la gente se ríe, se insulta, se duerme, se mete el dedo en la nariz, juega al Frozen con el iPad… y no se tiran tartas a la cara porque no está incluido en el presupuesto. Si no es dinero de todos, -que ellos piensan que no es de nadie-, no se lo gastan ni por una apuesta. Con respecto a lo que dices de los grupos, es fácil de explicar: ahora hay menos visibilidad en medios generalistas. Pero hay más enfoques de esos que dices que el mainstream. Siempre los habrá, aunque estén en las catacumbas.

¿Tiene previsto escribir más novelas? ¿En qué proyectos anda metido?

Julián Hernández-. Hombre, ‘Sustancia negra’ acaba de salir: ¡habrá que dejar algo de margen! Bueno, lo primero que se me vino a la cabeza, en acabando el artefacto, es dejar que algún personaje tenga su spin-off. Como te decía antes, más de uno se puso especialmente pesado intentando ocupar un papel protagonista y hubo que llamarle al orden. A lo mejor no existe una novela infinita (salvo ‘Finnegans Wake’, que es un bucle), pero sí que es probable que toda novela esté inconclusa. Pero, claro, en algún momento hay que poner un punto y la palabra FIN.

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