Sinopsis: “La arteria invisible” cuenta la historia de un político con problemas en su matrimonio que acaba convirtiéndose en víctima de un chantaje. Una joven prostituta lo acusa falsamente de abuso sexual y cuando la noticia llega a los medios de comunicación, su imagen y su carrera política se ven destruidas.

Hay películas que se ocultan, que muestran solo una parte de misma, que esperan ser desentrañadas por el espectador a quien exigen una lectura reflexiva sobre su propio tratamiento e historia.

“La arteria invisible”, la última película de Pere Vilà Barceló, es sin duda una de estas ´películas que no sabemos si llamar tímidas, encriptadas, reflexivas, oscuras o complejas, y que nos obliga, una vez acabada la película, a repensar lo visto y vivido en el cine y preguntarnos: ¿De qué va después de todo “La arteria invisible”?

La sinopsis de la película describe una acción, un chantaje que es una de las líneas de la trama narrativa, pero que no es la principal ni lo que más pesa en el conjunto. De hecho el fino tejido que anuda la trama de los cuatro personajes que habitan la película apunta mucho más alto y en esa trama encontramos momentos brillantes y muy sugerentes, aunque por desgracia, la película no lo es tanto.

Desconozco el libro en que se basa la trama de la película, la novela ‘El Peatge‘ de Joaquim Vidal y Josep Valls, pero es muy probable que sea el libro el que conforme ese fino tejido de relaciones que sirven de telón y fondo de la película, aunque esta vaya en verdad de otra cosa.

Creo que en “La arteria invisible” la trama se diluye en el trabajo de su director, que de manera reiterativa se esfuerza en mostrarnos su estilo, su manera de encuadrar, su concepción de la puesta en escena, su gusto por los silencios y lo elidido, de aquello que no se muestra y queda fuera de cuadro. Son condimentos formales que hacen a un director de cine y que construyen su cine, que así demuestra su saber y el conocer de su oficio, y que puede provocar en el espectador cierta correspondencia estética por su mundo y atmósfera, configurando aquello que se entiende por directores de culto, por lo que el cine como arte es capaz de expresar como pensamiento en imágenes.

Quiero decir que en la película se adivina la voluntad formal y expresiva de su director, que de manera omnipresente impone un estilo propio. Parece ser que en el mundo del cine de autor y que en un guiño cómplice hacia ciertos jurados de festivales, esta mirada personal sea muy bien valorada.

Creo que la película se resiente de esta voluntad de estilo y se hace así algo cansina ya que el estilo de Pere Vilà es algo remanido y tosco, que sus encuadres y puesta en escena pueden llegar a ser interesantes pero están cargados de un manierismo hoy día ya muy tópico y por lo tanto aquello que fue rupturista años atrás, hoy es convencional.

Esta sobrecarga de estilo se contagia a los actores que parecen más pendientes de la zona del cuadro en que aparecen, que no en dar vuelo a unos personajes complejos y con silencios tan difíciles de sostener. La sensación es que los actores lo hacen bien, es decir, lo mejor que pueden, pero que la voluntad estilística del film los supera.

Pero volvamos a la pregunta inicial: de qué va “La arteria invisible”? Qué propone esta película de dos horas con una lentitud y una forma que muy posiblemente trunquen su aceptación popular, su recorrido en un ámbito de distribución comercial? Es decir: ¿a santo de qué tanta distinción estilística; tiene en verdad algo que aportar?

Veamos: en primer lugar, el gran acierto de “La arteria invisible” estriba en su voluntad de situar la conformación mítica de nuestro destino como hombres y mujeres, con una trama vital que nos supera y que se deposita en el contexto de nuestra historia, familia y mundo; es decir, propone las bases del drama clásico en una apuesta arriesgada e interesante, a la manera en que lo han hecho grandes directores y dramaturgos. En este sentido, para bien y para mal, la película es pretensiosa, a la vez que también su director, lo cual no debería ser tan notorio para el espectador, ya que distrae del punto esencial en la comunicación cinematográfica.

Los actores son toda emoción, la cámara es todo el tiempo proposición, pero sin embargo no hay acción. Leí en otras críticas de la película cierta comparación del cine de Pere Vilà con el de los hermanos Darden, pero a mi entender la distancia entre ambos es enorme. Quizás el sentido de la trama y el malestar de los personajes pueda sugerir una cercanía, pero si en los hermanos Darden sus personajes viven en un constante delirio de acción para no caer en el vacío deprimente de su mundo, en Pere Vilà la inacción conduce hacia un estado de vacío más cercano al mundo cinematográfico de Antonioni. Y de aquello ya han pasado más de cincuenta años. No es que el arte envejezca, pero la gente varía según las condiciones materiales de su mundo.

De todas maneras “La arteria invisible” es una película y un director que merecen ocupar un sitio en la constelación visual de este país, y sobre todo, de poder continuar trabajando, algo que parece demandar a gritos.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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