altVoz impecable, repertorio irregular y frialdad en la breve actuación del músico de Manchester en el Sant Jordi Club

 

 

 

Voz impecable, repertorio irregular y frialdad en la breve actuación del músico de Manchester en el Sant Jordi Club

 

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18 canciones repartidas en apenas 90 minutos. Éste fue el bagaje de Morrissey en su primera visita a Barcelona como solista. Era su tercer concierto de la larga gira después de Lisboa y Madrid –hay que ver si la termina o la acaba suspendiendo, como en anteriores ocasiones– de su última entrega, “World peace is none of your business”. Un disco que, por cierto, ya no se puede encontrar en las tiendas porque no se distribuye: unas declaraciones en Internet criticando que su sello no le hiciera videoclips, provocó su despido fulminante.

 

Después de un extenso video que venía a ser una especie de homenaje a sus artistas e imputs culturales de la adolescencia –desde una actuación de los Ramones a otra de New York Dolls, pasando por fragmentos de monólogos, gags freakies y películas en blanco y negro– Morrissey aparecía a las 21.30h en el Sant Jordi Club, el recinto contiguo al gran pabellón, en el que actuaba Malú.

 

El mancuniano se presentó con un grupo de músicos con camisetas rojas y un lema: “Lonely in Barcelona”, en referencia a que la capital catalana es la única del Estado en la que se han prohibido las corridas taurinas.

 

De inicio, “The queen is dead”, seguida por “The bullfighter dies”, el breve alegato contra la barbarie de la fiesta nacional española. Impecable en cuanto a voz pero frío de trato, Morrissey abusó del último disco en detrimento de  álbumes como “You are the quarry”, del que no hizo ninguna canción, o de clásicos antiguos como “Suedehead”, “Alma matters” o “Life is a pigsty”, cuyas ausencias fueron dolorosas. Como mejor momento, “How soon is now?”, mientras que “To give (the reason I live)”, la versión de Frankie Valli, fue prescindible. Y el instante de nudo en el estómago, “Meat is murder”, con un vídeo sobre la violencia hacia los animales que se hizo interminable por la crudeza de las imágenes.

 

Para cerrar el concierto, “Asleep”, cuarto y último tema que nos regaló de The Smiths antes de despedirse con un único bis, la coreada y archiconocida “Everyday is like Sunday”. Un adiós casi sin saludo final –nada que ver con lo que se hace en las obras de teatro-, justo cuando el público estaba en su punto álgido. Se esperaba mucho más, en cuanto a duración proximidad y elección del repertorio. Unos metros más allá, Malú, con su empalogoso estilo comercial de radiofórmula, seguía cantando.

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