David Serrano habla con la sencillez de quien no se cree protagonista. Sin embargo, cuando uno se asoma a su trayectoria no puede mirar hacia una única dirección porque su perfil es poliédrico y destacado: productor, guionista, director y adaptador de cine, teatro y musical.

Aunque muchos lo recordarán como director de cine, sobre todo por la película Días de fútbol (2003) o por la reciente Tenemos que hablar (2016), este creador polifacético y entusiasta es un torbellino de proyectos: acaba de estrenar en Madrid Cartas de amor, una adaptación del clásico norteamericano del autor A.R. Gurney; está preparando para 2017 el estreno del musical Billy Elliot, que ha adaptado y dirige; sigue escribiendo guiones, y planea llevar a la gran pantalla una nueva comedia. Quién sabe, parece que también se atreverá después con un thriller; al menos, así lo afirma. 

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David Serrano Julia Gutiérrez Caba y Miguel Rellá Foto: Jean Pierre Ledos

Desde su primer estreno en 1988, Cartas de amor no ha dejado de representarse en Estados Unidos y también en Europa, y siempre ha recibido una calurosa acogida. ¿Qué la hace tan irresistible?

Es un texto que está muy bien escrito, que combina el drama y la comedia a la perfección. Además, aunque sea una obra epistolar, la evolución de los personajes está bien trazada. Son dos protagonistas muy humanos, con muchísimos matices, con un recorrido y un arco de evolución muy claro; por eso, grandísimos actores y actrices han querido interpretar a Melissa y a Andy: cuando los personajes están tan bien perfilados es más fácil que alguien acceda a darles vida en un escenario. Y tras la apariencia un poco ligera de una pareja que se escribe cartas de amor durante tantos años, la obra habla de cosas muy importantes y serias. Se tratan muchos temas: el alcoholismo, la soledad, las decisiones equivocadas que uno toma en la vida y cómo esto te afecta a tu existencia… Es un texto extraordinariamente rico.

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Foto: Elena C. Graiño

Comentaste que habías realizado una adaptación directa del texto original de Cartas de Amor de A. R. Gurney, pero libre en algunos elementos. ¿A qué te referías?

Cuando adapto una obra, intento eliminar los anglicismos o las alusiones a la sociedad a la que hace referencia. No me gusta que los personajes digan, por ejemplo, que pagan en dólares o que cogen un tren en la Grand Central Station. No suelo mencionar en qué ciudad transcurre la obra, convierto a los protagonistas en personajes españoles y adapto sus circunstancias a las nuestras. En Cartas de amor ha sido diferente: es un texto que habla de la sociedad norteamericana; el autor dibuja un retrato de las cosas que les ocurren a los estadounidenses a lo largo de cincuenta años. Y la verdad es que no tiene nada que ver lo que ellos vivieron en este periodo, desde los años cuarenta a los noventa, a lo que aconteció en España en esa misma época. Así que era absurdo adaptarla. Eso sí, hemos eliminado algunos elementos que el público español no comprendería. Y también hemos acortado un poco la función para que fuera más amena.

¿Qué crees que diferencia tu propuesta de otras que se han estrenado con anterioridad?

Cartas de amor es ya un clásico en Estados Unidos; lleva representándose de manera ininterrumpida desde hace treinta años. En las funciones, los dos personajes siempre están leyendo las cartas que se envían mutuamente, sentados frente a una mesa. Hemos optado por eliminar esta mesa, ya que que para mi gusto marca una distancia con los espectadores, así como los atriles en los que los actores colocan los textos. Nuestra escenografía es mucho más teatral. También, hemos resaltado el paso del tiempo, y nos hemos apoyado para ello en la iluminación.

Se ha calificado a esta obra de comedia. Pero el drama está muy presente…

Yo tampoco me atrevería a decir que Cartas de amor es una comedia, ni un drama; va de un género a otro constantemente. Consigue que te rías y que, dos minutos después, estés casi con la lagrimilla, porque te cuenta cosas muy emotivas. Los norteamericanos escriben muy bien la llamada dramedia, un género que siempre han manejado de forma maravillosa, sobretodo en los textos escritos entre los años setenta y mediados de los ochenta. Son funciones en las que se pasa constantemente de la comedia al drama, o del drama a la comedia.

¿Cómo valoras la experiencia de trabajar con Miguel Rellán y Julia Gutiérrez Caba?

Ha sido un placer, un lujo y una suerte; no lo olvidaré en la vida. No sé si me acordaré de otros trabajos que he realizado, pero de Cartas de amor te aseguro que sí. Poder dirigir a Julia y Miguel ha sido un gran regalo que me ha hecho la vida. Con ambos, ocurre una circunstancia muy peculiar: no son solo dos de los mejores actores de la historia de nuestro país, sino que además son dos seres humanos maravillosos; quizás por eso sean también grandes intérpretes. Cartas de amor es una oportunidad única de verlos trabajar juntos. Y oír la voz de Julia es un placer. Creo que la gente que no la ha visto nunca en el escenario no debería perdérselo, porque va a asistir a una interpretación histórica.

La correspondencia entre Melissa y Andy ocupa a veces solo una o dos líneas de texto; casi parecen mensajes de WhatsApp. Y emplean un lenguaje muy directo. ¿Crees que este aspecto contribuye a que la obra siga siendo tan actual, a pesar de ser epistolar?

Sí, puede ser. Realmente no son solo cartas: hay textos largos, pero también hay fragmentos de cartas, pequeñas notas, telegramas, postales… Y esto también le da mucho ritmo a la función; no la hace nada aburrida. Y sí, la obra podría tener una adaptación clarísima a la actualidad, en la que los dos personajes se escribirían mails, WhatsApp, y hasta se podrían mandar notas de voz.

¿No tuviste la tentación de poner en la mano de los actores un smartphone en lugar de un papel?

No, para nada. Además, Andy, el personaje que interpreta Miguel en la función, defiende a capa y espada que lo mejor que puede hacer una persona para comunicarse es mandar una carta, porque es donde se va a expresar de manera más auténtica. Como decía José Saramago: “En un correo electrónico es imposible que caiga una lágrima”.

¿Consideras que Cartas de amor es un homenaje al género epistolar?

Sí, absolutamente. Y además hay una defensa muy clara de la ceremonia que conlleva el hecho de escribir, enviar y recibir cartas. Hoy en día ya han sido sustituidas por los mails, con los que hemos ganado en comodidad. Sin embargo, recibir una carta era mucho más emocionante. Ya lo dice Andy en la función: las cartas son inmortales, siempre están ahí, a no ser que las rompas. Las puedes guardar y leer en cualquier momento de tu vida hasta que mueras. Y eso las hace absolutamente invencibles frente al teléfono o los mails, más impersonales y fríos.

¿Has escrito alguna vez alguna carta de amor?

Hace ya muchos años… Cuando era un chaval mandé y recibí algunas cartas de amor. Recuerdo que cuando me llegaba el correo…, era maravilloso.

Estrenas en octubre de 2017 el musical Billy Elliot, que has adaptado y diriges. ¿Qué significa para ti participar en esta gran producción?

Es un desafío profesional, posiblemente el más importante de mi vida. Voy a tener a mi cargo a un centenar de artistas. Además, a diferencia de otros grandes musicales como el Rey León, en el que ha venido un director de fuera y ha montado el mismo musical que se podía ver en Estados Unidos y Europa; tanto la escenografía de Billy Elliot, como el vestuario o la puesta en escena, es completamente nueva. Por lo tanto, es un reto tremendo. Y luego, también nos hemos encontrado con la complejidad de traducir las canciones de pop; del inglés al castellano. Es un trabajo muy difícil pero, al mismo tiempo, bonito y emocionante.

¿Qué es lo que te motivó para aceptar esta propuesta?

Es uno de los cinco mejores musicales de la historia. El texto es espectacular, muy potente, tiene un peso dramático real; la música, compuesta por Elton John, es maravillosa, y las coreografías, que son las mismas que en el musical original, son buenísimas. Estamos ante uno de los libretos mejor construidos del género; está a la altura de Chicago y de los musicales más grandes de todos los tiempos. Lo vi en Londres hace diez años y quedé fascinado. Así que cuando me tantearon para dirigirlo y adaptarlo, no dudé en aceptar. La película es una maravilla, pero el musical está por encima. Se trata de un proyecto muy grande, que lidera una empresa cien por cien española, y en el que se ha realizado una gran inversión. Estamos intentando llevar a los escenarios una obra que esté a la altura de lo que ya se ha hecho en Brodway y en Londres. La obra en Inglaterra es ya un clásico; lleva en cartel desde hace doce años de manera ininterrumpida.

¿Ya habéis elegido al actor de Billy Elliot?

Hicimos un casting multitudinario en el que se presentaron unos doscientos niños. Seleccionamos cuarenta, y ahora estamos trabajando con quince, de entre nueve y trece años, en una escuela que abrimos hace ya seis meses. De aquí, saldrán los Billy y los Michael que necesitaremos para las diversas funciones programadas. La legislación española impide que los niños hagan más de dos funciones semanales, y me parece muy bien. Así que necesitaremos contar con un mínimo de cinco niños diferentes, y puede que alguno más, para interpretar tanto el papel de Billy, el protagonista, como el de Michael, su amigo. El hecho de trabajar con niños hace que finalmente el elenco artístico esté conformado por unas cien personas. En cada función habrá más de cuarenta artistas sobre el escenario. Todo lo contrario de Cartas de amor, que es algo muy chiquitito y íntimo. Billy Elliot es un monstruo tremendo.

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Foto: Elena C. Graiño

Y ¿qué tal es trabajar con niños?

Visito a los chavales un par de días a la semana, para ver cómo van evolucionando en la escuela. Les estamos dando formación de ballet, claquet, interpretación y canto, porque en el musical, a diferencia de la película, Billy baila muchísimo, lo hace muy bien, y además con estilos muy diversos. También, hace acrobacias. Por lo tanto, es necesario que los niños se preparen durante un largo periodo de tiempo. Los estamos cuidando mucho, estamos tratándolos con mucho mimo. Se les pide esfuerzo: están entrenando unas tres horas y media diarias en la escuela; sin embargo, se les plantea este trabajo como una formación y un juego. Realmente, están muy ilusionados. Es maravilloso ver a la velocidad a la que aprenden. Ha sido muy emocionante observar su evolución durante los últimos seis meses. Va ser una experiencia inolvidable para ellos, y esto nos reconforta.

¿En qué momento de tu carrera comenzaste a acercarte al teatro?

He estado combinando cine y teatro desde que empecé. Cuando en el 2002 dirigí Días de Fútbol, ya hacía años que estaba trabajando como ayudante de dirección con el actor y director teatral Andrés Lima. También, dirigí una pequeña sala en el 2003. Siempre me ha gustado muchísimo el teatro, pero empecé a dirigir más tarde, porque mi formación como espectador había sido principalmente cinematográfica. Me encanta trabajar en los dos medios; bueno, tendría que decir en los tres, porque considero que el musical es un género independiente. El teatro es algo íntimo, pequeño, manejable; te permite hacer las cosas con calma. Por otro lado, el cine te sube la adrenalina, siempre tienes un montón de gente a tu alrededor, y todo es muy complicado y caro; aun así me encanta. Ojalá pueda seguir lidiando con las tres cosas, porque cada una te ofrece una energía diferenciada y muy apetecible.

Eres un profesional polifacético. No es algo común ¿no?

Miguel del Arco ha dirigido este año una película, y también una zarzuela; pero es verdad, no hay muchos creadores que aborden tanto el cine como el teatro. Ojalá Miguel continúe haciendo cine. Y por mi parte, espero también que me sigan encargando proyectos cinematográficos.

¿Alguno entre manos?

Ahora mismo estoy escribiendo un par de cosas muy interesantes para otro director. El año que viene estaré prácticamente encerrado en el teatro con Billy Elliot, este gigante; así que no creo que pueda dirigir una película hasta mayo o abril de 2018. También, estoy hablando con el guionista Diego San José para hacer con él una comedia y poder rodarla en 2018, si es que puede seguir haciéndose cine en esa época, aunque eso ya es otro tema.

Tienes una especial predilección por la comedia, ¿te gustaría abordar otro género?

Espero hacer una comedia más, y luego encarar ya otro género: me encantaría hacer un thriller.

¿Cómo mides el éxito de tus trabajos?

Lo fundamental es hacer tu trabajo lo mejor posible e intentar no pensar mucho en lo que va a suceder. Si te preocupas por lo que va a recaudar la taquilla o por cómo va a ser recibida tu obra por la crítica, no vas a crear con libertad. Uno tiene que sentirse libre y no verse presionado. Desgraciadamente, en el cine solo valoramos los éxitos comerciales. Es importante centrarse en el proceso creativo y, sobre todo, disfrutar.

¿Sigue en pie la idea de hacer Días de Fútbol II?

Sí, me encantaría, me haría muchísima ilusión, aunque no depende de mí: es Telecinco quien tiene los derechos de la película. Así que, aunque solo fuera con una cámara y un teléfono móvil, me animaría a juntarme con los mismos actores. Alguna vez haremos algo juntos: empecé con ellos y me gustaría reencontrarme.

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