La ciudad vallesana vivió una tensa jornada el pasado domingo, marcada por las duras cargas policiales que se dieron en el colegio Nostra Llar. Unas cincuenta personas se reunieron la noche previa al 1 de Octubre en la Escola Teresa Claramunt de Sabadell. A las doce y poco un grupo de niñas jugaban en el patio, unos adolescentes hablaban en la grada y un señor mayor leía un libro tranquilamente. Una hora más tarde, sin embargo, ya había silencio total.

La gente dormía en el gimnasio, dentro de sus sacos, como muchos tantos que se concentraron durante el pasado sábado en los 54 colegios electorales de Sabadell para proteger los centros de cualquier fuerza que quisiera impedir la celebración del referéndum, conscientes de que debían descansar, porque el día siguiente iba a ser intenso.

En el edificio de al lado de la escuela está el Instituto Pau Vila, y ahí la noche transcurre de forma muy diferente. El gimnasio está completo, y algunos que tenían la intención de dormir ahí se han visto obligados a cambiar de espacio a última hora. Los dos centros están conectados y se puede observar, desde el primero, que en el segundo hay muchos adolescentes.

La mayoría cursan ESO o Bachillerato, muchos en el mismo centro, no son ni mayores de edad, y por tanto no podrán votar, pero son ellos los que en buena parte se encargarán el día siguiente de organizar e informar a la gente que acuda al colegio.

El mismo Sábado un hombre se ha presentado en el instituto y ha hecho una donación de doscientos euros, con los que han podido comprar comida y bebida que se ha ido repartiendo a lo largo del día. A las cinco menos diez, en el gimnasio del Teresa Claramunt empiezan a sonar algunos despertadores.

La gente se levanta, silenciosa y tranquilamente, para dejar que algunos niños duerman un poco más. La mesa del desayuno es trasladada al hall de la escuela, en frente de la puerta principal, y algunos voluntarios empiezan a repartir chocolate caliente, magdalenas y tartas caseras.

Fuera, en la calle, va llegando gente, y la acera se llena. Están ahí para poder votar a partir de las nueve pero también para quedarse durante todo el día a hacer »tapón» para proteger las urnas que se encuentran en el interior.

Sobre las cinco y media aparece un coche y aparca al lado de la valla que separa el colegio de primaria y el instituto. De él salen dos chicos, cada uno con una bolsa, probablemente traen las urnas. Las del Teresa Claramunt, en cambio, que son tres, nadie las ve. Sobre las siete uno de los organizadores pide que todo el mundo salga fuera y se concentre delante de la puerta principal, creando pequeñas colas. Ellos se encargarán de preparar lo necesario para votar dentro.

También da las consignas para la jornada que ya empieza: ‘’Tenemos que estar todos aquí todo el día y tenemos que ser muchos’’, y ‘’aunque hayáis votado ya, volved a poneros en la cola’’. A las ocho se hace público el censo universal. Ante el cierre de algunos puntos de votación, se establece que se pueda votar en cualquier colegio electoral.

Al otro lado de la manzana, en el exterior de la puerta principal del Pau Vila, se ha concentrado también mucha gente, pero las puertas no se abren hasta pasadas las nueve. La gente entra en avalancha y en pocos segundos la entrada ya está repleta.

Empiezan las votaciones. Durante la espera la gente recurre a las redes sociales y es entonces cuando  se hace público un vídeo, en el que se ve la Ronda Iberia, no muy lejos de ahí, vacía, excepto por una treintena de furgones de la Policía Nacional que se dirigen al colegio Nostra Llar, donde tiene que votar la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.

Luego llegan los vídeos de cerca, de policías cargando contra ciudadanos,  también de puntos de Barcelona, y corre la voz: »están utilizando pelotas de goma»,  »han agredido a ancianos». La gente empieza a alterarse. Un coordinador pide que empiece a votar la gente mayor, y esta va entrando al edificio. Luego los estudiantes piden a la gente que se divida en dos grupos para cubrir también la puerta trasera, que se encuentra en el patio. Hay un aviso de que la policía va a dirigirse hacia el Pau Vila.

En el patio trasero un grupo de jóvenes arrastra un contenedor de obra hasta la puerta, que se encuentra en una valla de metal, para bloquearla. También intentan hacer más alta la valla con trozos de madera. La gente aplaude pero está nerviosa. Poco después ya se ha formado una larga cola para votar en la segunda urna, y de repente empieza a llover, pero la cola no se rompe, muchos van preparados con paraguas.

Luego surgen los problemas informáticos porque la conexión a Internet del colegio ha sido interrumpida, por lo que no se puede votar vía telemática, y se tiene que recurrir al sistema manual. A pesar de ello, al final la jornada avanza con normalidad.

A lo largo del día la gente está al corriente del desarrollo de la jornada gracias a las redes sociales, con la cuenta de Twitter CDR (Comitè de Defensa del Referèndum) Sabadell como principal informador, pero también corren los mensajes de boca a boca. En ella se anuncian cambios de puntos de votación, porque algunos han sido cerrados, y en los que se necesita más gente de refuerzo. Uno de ellos es el Institut Miquel Crusafont.

Localizado en el barrio de Can Feu, no muy lejos de los anteriores puntos de votación, se encuentra el edificio, que ha sido vigilado durante tota la mañana por dos Mossos que miran desde fuera. Estos han levantado acta, y durante las últimas horas no ha habido ningún problema, pero algunos ciudadanos reclaman la necesidad de estar atentos ante la posibilidad que aparezcan agentes de paisano.

Fuera, muchos están sentados en las escaleras, un joven toca la guitarra, unos niños corretean, hay quienes se pasean por el centro con máscaras de Piolín. En varias ocasiones aparece gente muy mayor para votar. Una mujer sale del colegio llorando, cogida a su madre, con problemas de movilidad. Todos aplauden, a alguno hasta le salta la lágrima. ‘’Piensa todo lo que ha vivido esta gente con la dictadura y que ahora puedan estar aquí, votando…’’, reflexiona Ana, una de las concentradas.

Al lado dos mujeres y un hombre van comentando las últimas noticias. Indignado, él declara: ‘’es que la Guardia Civil es el ejército. Nos están enviando al ejército’’.

Después de los hechos ocurridos en el Nostra Llar se reanudan las votaciones en la escuela, el espacio vuelve a estar abierto desde que la Policía se ha retirado, pero el efecto que ha tenido la intervención no se puede borrar. Muchos acuden a dar apoyo, entre ellos el alcalde, Maties Serracant, y también hay varios medios de comunicación. Los cristales de la entrada están rotos pero en las paredes van a ser cubiertas por claveles.

Llorenç Esteve es uno de los que estaba ahí cuando ocurrieron los hechos. Desde bien temprano había acudido al colegio para ayudar a preparar las mesas y, justo cuando ya estaba casi todo listo, sobre las nueve, llegó la Policía Nacional. Desde dentro, junto a los miembros de la mesa y los apoderados, observó la brutalidad policial. ‘’Vimos como la policía cargaba sin ningún miramiento sobre ciudadanos que pacíficamente estaban defendiendo el colegio’’, explica. ‘’Cogían a la gente, la arrastraban, los lanzaban de un lado a otro, y también se vieron patadas’’, añade.

Cuando los agentes establecieron el cordón policial y atravesaron la barrera que hacía la gente, llegaron a la entrada. Entonces desde dentro se tomó la decisión de esconder todo el material –ordenadores, sobres, papeletas y urnas– como única solución para garantizar la votación. ‘’Cuando la policía entró registró la escuela, se oían los golpes del mazo contra las puertas, iban subiendo y bajando por todo el colegio, tomaban fotografías desde el tejado, y cuando decidieron que ya habían registrado todo y no habían encontrado ningún material se fueron llevando en bolsas de basura otro tipo de cosas’’, explica.

‘’La sensación que tuve ahí fue de frustración e impotencia total. Ante el descontrol y la fuerza desmedida de la policía, veías como los ciudadanos no intentaban hacer nada con la fuerza, pero iban recibiendo golpes, por una causa totalmente justa, pacífica, por la libertad de expresión’’, lamenta.

Llegada la tarde se hace un llamamiento a través de las redes sociales a reforzar la presencia de ciudadanos en las escuelas del norte y el sur de la ciudad, donde se encuentran los barrios más desfavorecidos. En escuelas como el Joanot Alisanda, donde la concentración es masiva, la población se divide para ir a algunos de ellos.

Se da una alerta que en la escuela Miquel Carreras, en Can Oriach, un grupo de fascistas tiene la intención de entrar en el centro, y que hace falta más gente para protegerlo.

Los ahí presentes explican que al llegar los Mossos, que ahora se encuentran en frente de la puerta, los ultras se fueron, pero que siguen por la zona. A partir de las cinco van llegando más ciudadanos, también hay voluntarios de ADF (agrupaciones de defensa forestal), pero se respira tensión en el ambiente.

El patio de la escuela es muy extenso y está delimitado por una valla por la que se puede saltar muy fácilmente. Un apoderado da mensajes de calma, pero en determinado momento se decide cerrar la puerta con candado.

Más tarde empieza a anunciarse el cierre de varios colegios, antes de las ocho, a la hora prevista, y los puntos de votación se van unificando. Cuando está hecho el recuento en el Miquel Carreras la gente empieza a gritar, eufórica, pero los organizadores piden silencio para no crear alboroto. Un chico joven sube a un coche mientras los demás  hacen bulto en la calle, observando como se va. Las papeletas ya están seguras. Entonces muchos se desplazan a otros colegios.

En la Escola Arraona, en el barri dels Merinals, hay un ambiente festivo. Está oscureciendo y los concentrados esperan a que termine el recuento de los votos para que se anuncien los resultados. Sobre  las ocho, y ante una gran ovación, finalmente, llegan. Ha habido 1379 votos, de los cuales 8 han sido nulos, 14 en blanco, 189 no, y 1178 sí. ‘’Y lo repetiremos en castellano porque somos políglotas’’, anuncia el organizador, gritando.

Luego habla un vecino del barrio, emocionado, que destaca lo orgulloso que siente de la participación que ha habido en un barrio obrero como son els Merinals, y que añade: ‘’mi madre es murciana, pero yo soy catalán’’. Con sus palabras se intensifican reanudan los aplausos y los gritos.

Las consignas que han acompañado la jornada y las últimas semanas no cesan, entre ellas destaca ‘’las calles serán siempre nuestras’’, pero ahora ya no gritan ‘’votaremos’’, sino ‘’hemos votado’’. Poco a poco la gente se disuelve, ahora se tiene que ir al ayuntamiento a celebrar los resultados, a las diez hay una concentración.

(Sabadell, 1995). Estudió Periodismo en la Universidad Autónoma de Barcelona y escribe sobre cultura, género y política. Actualmente, trabaja como escritora, traductora y Community Manager "freelance".

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