Permitirse oler así, emanar esa cantidad de podredumbre que quién sabe de dónde se saca. Cómo hurga el diablo, el pobre condenado. Aroma de cuerno quemado, paté de rinoceronte amarillo, los cuernos que se enlodan en lo viscoso y los rinocerontes que no tienen nombre; digan lo que digan las […]
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