Los conflictos, la persecución por diferentes motivos, la falta de libertad, el hambre y la pobreza, entre otros factores, fueron los motivos por los que, en el año 2019, según Naciones Unidas, en el mundo hubiera ya cerca de 80 millones de personas desplazadas de sus lugares de residencia. De ellas, casi 30 millones son personas refugiadas. “Por nuestro trabajo de lucha contra el hambre y la pobreza de más de sesenta años, en Manos Unidas conocemos y entendemos los motivos por los que estas personas huyen, con las manos vacías, dejando todo atrás”, asegura África Marcitllach, coordinadora de proyectos de Manos Unidas en Oriente Medio; una de las zonas del mundo en las que, a día de hoy, el flujo migratorio es más elevado.
“Levantarse cada día sin saber si tus hijos van a poder comer o, simplemente, levantarse sin saber si ese va a ser el último día que lo hagas, es motivo más que suficiente para plantearse el abandonar todo para salvar la vida”, explica Marcitllach. Una de las finalidades de los proyectos de desarrollo que lleva a cabo Manos Unidas es proporcionar a estas personas en sus países de origen las herramientas con las que poder hacer frente a su día a día y evitar, así, que se vean obligadas a abandonar sus comunidades, renunciando a sus raíces, a sus familias, a su idioma… porque, según “la pobreza y el hambre son el caldo de cultivo en el que proliferan los conflictos y en el que se alimentan los regímenes dictatoriales y totalitarios que los llevan a huir”.
“Pero el camino para conseguir nuestra meta todavía es largo y son demasiados los intereses económicos, políticos y sociales, que mantienen vivos los conflictos y cercenan las libertades y las oportunidades”, lamenta la coordinadora de la ONG en Oriente Medio. Marcitllach asegura que “ese miedo es el que da alas a estas personas y, esas alas, les permiten volar, hasta que te las cortan”.
“Muchas de estas personas, movidas por la desesperación y sin recursos, eligen las rutas menos seguras para alcanzar sus sueños, que quedan ahogados en el mar o muertos de hambre y de sed en el camino”, explica África Marcitllach.
Torturas en el desierto
Este es el caso de muchos de los migrantes procedentes del Este de África, fundamentalmente de Eritrea, Somalia y Sudan del Sur y que recalan en Tel Aviv, en Israel, tras atravesar el desierto del Sinaí donde son víctimas de las mafias beduinas de traficantes de personas. “Lo que viven estos seres humanos en el desierto es inenarrable. Nunca nadie, si no es por desesperación, se aventuraría a algo semejante”, asegura Marcitllach.
“En septiembre de 2010 comenzaron a conocerse las atrocidades cometidas en el Sinaí por las mafias beduinas. Entre el personal médico de la “Clínica Abierta” de la organización israelí Médicos por los Derechos Humanos (PHR en inglés) se encuentra la hermana Aziza, una religiosa eritrea que, ante la magnitud de las denuncias que escuchaba cada día, decidió documentarlas y hacerlas públicas. Desde entonces, miles de personas han contado sus historias al departamento médico, lo que está permitiendo conocer esta terrible situación y buscar soluciones a la misma”, explica Marcitllach. Manos Unidas lleva años acompañando a estas personas a través de la organización israelí de Médicos por los Derechos Humanos (PHR en inglés) y apoyando los proyectos de la Asociación KUCHINATE, que trabaja con mujeres eritreas solicitantes de asilo.
Estas mujeres que buscan asilo, no han superado los traumas psicológicos y de salud física derivados de la terrible experiencia en el desierto: torturas, violaciones, palizas, embarazos… Una vez que llegaron a Israel, fueron detenidas en la frontera en instalaciones superpobladas. Cuando llegan a Tel Aviv se encuentran, como solicitantes de asilo, sin acceso a los servicios básicos como atención médica, vivienda, educación, formación profesional o el empleo.
“Muchas de estas mujeres se encuentran, después de una experiencia traumática, solas en un país que las rechaza. Tienen que hacerse cargo de sus vidas y de las de sus hijos y luchar, una vez más por su supervivencia”, explica África Marcitllach. “Por ellas, y gracias a la hermana Aziza y a un grupo de mujeres israelíes y de otras nacionalidades, surgió Kuchinate, que en tigriña, su idioma natal, significa, crochet. El programa para estas mujeres que desarrolla la ONG KUCHINATE, es único en su estilo ya que combina la ayuda psicológica con la ayuda económica, respetando las tradiciones y cultura propia de esos países. Las mujeres se reúnen para hacer crochet, relacionarse, y recibir ayuda psicológica. El trabajo manual repetitivo y creativo es tremendamente terapéutico y eso se refleja positivamente en la evolución de las mujeres”, asegura la coordinadora de proyectos en Oriente Medio de Manos Unidas.
Refugiados y coronavirus
Las personas migrantes, desplazadas y refugiadas pertenecen a los colectivos de población más afectados por las consecuencias derivadas de la crisis del coronavirus. “En Oriente Medio, normalmente son personas que viven en campos de refugiados y, sobretodo, en infraviviendas, donde no es posible mantener las distancias recomendadas por la OMS y donde las condiciones de higiene y sanitarias dejan mucho que desear”, explica Marcitllach. Además, la mayoría de estas personas realizan trabajos mal pagados en el sector informal por lo que, con las medidas de confinamiento, se han visto, de la noche a la mañana sin ingresos y sin ninguna red de ayuda o asistencia para socorrerles.
Desde el principio de la pandemia, Manos Unidas ha trabajado intensamente para dar respuesta a las solicitudes de ayuda de emergencia provenientes de los lugares en los que tenemos proyectos con personas refugiadas o desplazadas. “Por ejemplo hemos apoyado el trabajo de los maristas azules con la población Kurda en Siria y de los Fratelli, con personas sirias refugiadas en Líbano. La mayor parte de la ayuda ha consistido en la entrega de kits de comida y de productos de higiene para que estas personas pudieran hacer frente a la escasez provocada por el confinamiento”, explica Marcitllach.
También desde Kuchinate nos han pedido ayuda para que las 200 mujeres a las que da apoyo el proyecto y sus familias, “puedan, literalmente, comer mientras los puntos de venta de sus trabajos permanezcan cerrados y ningún miembro de la familia pueda aportar ingreso alguno”, asegura África Marcitllach.
En los años 2017-2019, Manos Unidas aprobó 82 proyectos destinados a mejorar las condiciones de vida de casi 600.000 personas desplazadas y refugiadas en África, Asia y América, por un importe superior a los 5,3 millones de euros. En lo que va de 2020, Manos Unidas ha aprobado 12 proyectos para personas refugiadas y desplazadas, por un importe de 535.843 euros, de los cuales 6 se han puesto en marcha como consecuencia de la pandemia de coronavirus. Naciones Unidas estima que, en 2019, de los casi 80 millones de personas desplazadas que había en el mundo, casi 30 millones eran personas refugiadas y 4,2 millones eran solicitantes de asilo.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.