El lunes, 22 de marzo, en el mundo se celebra el Día Mundial del Agua; una fecha auspiciada por Naciones Unidas en la que se nos recuerda la importancia que el agua tiene en todos los órdenes de la vida y la necesidad de cuidar unos recursos hídricos que no son infinitos.

“El derecho al agua es asimilable al derecho a la vida, porque sin agua la vida no sería posible. Es tan básico como eso”, explica María José Hernando, del departamento de Estudios de Manos Unidas. “Pero los seres humanos, fundamentalmente en los países más ricos, seguimos sin ser conscientes de que nuestra manera de vivir y de consumir tienen graves repercusiones en las vidas de millones de personas en países con menos recursos. Y entre esas repercusiones, está la falta de agua para cosechar, para el ganado, para la higiene, e incluso, para el consumo humano”, denuncia Hernando.

En pleno siglo XXI, inmersos en la pandemia por coronavirus, las cifras del acceso humano al agua son devastadoras: tres de cada diez personas carecen de acceso a servicios de agua potable seguros, a pesar de que, como explica Ruth Chaparro, directora de FUCAI, socio local de Manos Unidas en Colombia, “el agua es un elemento sagrado que tiene que ver con la existencia de la vida misma”.

En sus años de trabajo en el desierto colombiano de la Guajira, Chaparro ha sido testigo de cómo la falta de agua ha sido sinónimo de muerte entre los niños de las poblaciones indígenas wayuu. “En la Guajira, el agua cada día es más escasa porque hay un cambio climático, alterado por causas humanas, que ha puesto contra las cuerdas al pueblo wuayuu. Miles de niños han muerto de hambre porque se agotó el agua”, explica la directora de Fucai.

Y las causas de esa falta de agua están, según Chaparro, en el mal uso de los recursos que se hace en nombre del desarrollo. De hecho, los datos de Naciones Unidas apuntan a que más del 80% de las aguas residuales resultantes de actividades humanas se vierten en los ríos o el mar sin ningún tratamiento, lo que provoca su contaminación. “Hay miles de seres humanos que mueren por falta de agua en este planeta, mientras otros la derrochan: la usan mal y, además, secan los ríos y los contaminan; son depredadores, no solo del medioambiente, sino también de la gente”, acusa Chaparro.

La directora de Fucai apela a la responsabilidad de todos, empresas, sociedad civil y Estados “para auto protegernos y proteger el agua”. “Sin agua estos pueblos (wuayuu) se mueren y es responsabilidad de quienes han agotado el agua en nombre del desarrollo”, denuncia.

Desde África, probablemente el contiene más castigado por la falta de agua, la misionera Victoria Braquehais explica lo que el no tener acceso a fuentes de agua segura cerca de los hogares supone para millones de seres humanos y, muy especialmente, para las mujeres y las niñas: “La falta de agua hace que muchas niñas no estén escolarizadas porque son ellas las que se encargan de muchas de las tareas de la casa, entre las que está el abastecimiento de agua para lavar, cocinar… En nuestros hospitales atendemos a muchas personas, especialmente a mujeres que padecen problemas de espalada debido a que desde muy jóvenes tiene que transportar los bidones de 20 litros a grandes distancias”.

Además, el tener que desplazase a lugares lejanos al principio o la final del día, “representa un peligro de agresiones sexuales para niñas y jóvenes y, también, desestabiliza el hogar porque la mujer tiene que ausentarse durante largo tiempo para poder conseguir el agua, por la distancia, las esperas y porque los puntos de acceso al agua no son suficientes”.

Los problemas de higiene derivados de la carencia de agua son el motivo por el que cada día mueren alrededor de 1000 niños aquejados por enfermedades diarreicas. Por su larga experiencia de trabajo en África, primero en la RDC y ahora en Camerún, la misionera sabe lo esto supone para los más pequeños. “La escasez de agua o el consumo de agua no segura está en la base de muchas enfermedades, disminuye mucho la calidad de vida y es una de las principales causas de la mortalidad infantil temprana, entre cero y cinco años, porque provoca diarreas, fiebres tifoideas y favorece la malaria”, explica Braquehais.

El agua o su falta es un problema gravísimo en muchos países del mundo y el maltrato al medioambiente y el cambio en los patrones del clima tiene mucho que ver con eso. Pero en África Subsahariana, un territorio muy extenso en el que habitan 900 millones de personas el agua o su falta, pueden, según la religiosa española, “marcar la diferencia entre la vida y la muerte”.

Y el hambre y la pobreza derivadas de la falta de agua está provocando movimientos migratorios sin precedentes. La desertificación de superficies terrestres cada vez más extensas, las inundaciones y sequias producidas por los cambios en los patrones del clima, afectan al bienestar y al sustento de los 2.600 millones de personas que dependen directamente de la agricultura para su supervivencia. Además de tener efectos devastadores para la seguridad de los ecosistemas, genera condiciones de mayor pobreza y pone en riesgo el desarrollo sostenible y la estabilidad socioeconómica a nivel mundial.

La defensa del derecho humano al agua es uno de los principales objetivos del trabajo de la ONG de la Iglesia católica. “En Manos Unidas apoyamos a las poblaciones para que tengan acceso al agua para consumo humano a lo largo de todos los meses del año, a través de diversas técnicas: desde sencillas perforaciones hasta captaciones de agua de lluvia, pasando por obras más complejas, según la realidad de cada lugar”, explica María José Hernando. “Además –añade- apoyamos la gestión de recursos hídricos, así como la protección de los ecosistemas relacionados con el agua para consumir y promovemos la higiene y el saneamiento básico y, sobre todo, la formación para la buena gestión de las infraestructuras de agua y para el uso eficiente de este escaso bien”.

Para ello, en los últimos cinco años, Manos Unidas ha aprobado 147 proyectos relacionados con el agua y saneamiento, por importe de 7,3 millones de euros, que han beneficiado de manera directa a alrededor de 600.000 personas.

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