Hace unos años, Antonio Silva intentó viajar a América, pero el consulado le rechazó el visado por su pasado como ex preso político. Esa mancha negra en su historial policial le impide, hoy en día, actuar como cualquier otro ciudadano. La burocracia es más lenta para él, si cabe. Silva fue detenido por militar en el PCE-ML (Partido Comunista de España Marxista-Leninista) y fue brutalmente torturado en la comisaría de la Vía Laietana de Barcelona. Lleva 50 años formando parte de movimientos ciudadanos y sigue luchando por defender su honor y el de todas las personas de este país que han sido asesinadas y perseguidas por sus ideas. Por ello es uno de los querellantes en la causa contra los crímenes del franquismo en Argentina, donde su voz es escuchada, mientras la justicia española mira hacia otro lado.

“Me detuvieron dos veces en 1973 porque, decían, llevaba propaganda ilegal del PCE-ML y del FRAP. Me esposaron y me pusieron una pistola en la nuca pero, cuando vi la posibilidad, me escapé con las esposas puestas”. Tres meses más tarde, la Brigada Político-Social vuelve a detener a Antonio Silva, que formaba parte del aparato de propaganda del PCE-ML. Lo llevaron a Vía Laietana y, cuando se dieron cuenta que poseía documentación falsa, empezaron las torturas, físicas y psicológicas. Pasó tres días en comisaría pero no pudieron sacarle ni una palabra. “En la escuela del marxismo-leninismo estudiábamos las formas de no delatar a nuestros camaradas, a pesar de las brutales torturas”. Sus torturadores fueron Roberto Conesa y Billy El Niño. Este último llevaba una peluca pero, sin embargo, Silva pudo distinguirlo por sus facciones. El objetivo de las torturas era saber dónde se encontraba la imprenta del partido o el paradero de los principales dirigentes del PCE-ML, pero no encontraron respuestas. “Me torturaban hasta que perdía el conocimiento y me tiraban cubos de agua helada para que no me desmayara”. Lo amenazaron con electrocutarle si no cantabalos nombres de los responsables. “Te vamos a electrocutar, te tiraremos a un barranco y nadie se enterará, rojo de mierda”. Le descargaron corrientes eléctricas en los testículos, en las piernas y en las orejas. También sufrió amenazas con matar a su familia y con violar a su hermana pequeña.

“Anteriormente, me habían sentado en una sala con una pistola encima de la mesa, y me dejaron solo. Yo sabía que la pistola no tenía balas. De repente, Conesa entró y me metió la pistola en la boca, me dijo que me iba a meter un tiro si no delataba a los dirigentes del partido. Me destrozaron la boca y me cortaron la lengua. Las torturas fueron constantes durante los tres días que estuve en la comisaría, en los cuales, ni comí, ni dormí”. Por aquel entonces, habían matado a un inspector de policía en Madrid y en el sumario del caso de Antonio, figuraba que él había matado a ese policía, cuando en realidad se encontraba detenido en la comisaria de Barcelona.

Más tarde, Antonio Silva fue trasladado a la cárcel Modelo, donde no cesaron las torturas. “Pedí un médico, porque tenía hematomas por todo el cuerpo y no podía hablar ya que tenía el labio roto y la lengua hinchada, pero me dijeron que allí lo único que me podían dar es una aspirina”. Le asignaron la sexta planta, donde también había otros presos políticos de CCOO y del PCE. Pasó sólo 15 días en prisión, ya que sus padres pagaron una fianza de 25.000 pesetas para liberarlo.

Sobre las torturas, Silva sentencia que “ni olvida ni perdona” y su deseo es el castigo para los culpables, que todavía los hay vivos, como Billy El Niño. Por eso ha tenido que recurrir a Argentina, donde es querellante en la causa de los crímenes del franquismo. “En España, los ex presos políticos aún tenemos un historial negro, sobre todo, en la burocracia. Tardaron más de un año en darme el pasaporte y estuve unos 6 meses esperando para obtener el carné de identidad”.

Antonio lamenta que ya desde un principio todo se hizo mal. “No hubo transición. Los militares, el clero, la Falange… todos siguieron estando. Querían una transición sin ninguna ruptura. 40 años después de morir Franco, sigue mandando”. Silva afirma que, después de la muerte del dictador, se temía que las masas respondieran, por eso pusieron a Suárez al frente, que era de los menos conservadores de Falange. Los militares lo acataron porque fueron dotados de buenas pagas y de retiros privilegiados. “El golpe de Estado de Tejero, en 1981, solo fue una farsa para darle popularidad al rey”.

Sobre Santiago Carrillo, líder del Partido Comunista en España, Silva sentencia que “desde el principio, era un revisionista. Fue un traidor a la clase obrera, su partido nunca ha sido de carácter marxista-leninista. Nunca habló de luchar contra Franco, es más, en 1963, la cúpula del PCE se reunió con el ministro franquista Solís Ruiz. En la transición, se legalizó el partido porque era muy light”.

La memoria histórica, cuenta Silva, está muy desprestigiada en España. Y gran parte de la responsabilidad la tiene el Partido Socialista. “Felipe González fue uno de los mayores traidores de la democracia. Estuvo muchos años gobernando con mayoría absoluta, podía haber hecho muchas cosas, como sacar a Franco del Valle de los Caídos, pero no lo hizo porque no era socialista, estaba al servicio de los bancos, de los grandes capitalistas de este país y del imperialismo yanqui”. El PSOE ha sido cómplice, también, de las condecoraciones a funcionarios al servicio del régimen, como los que torturaron a Antonio.

Silva se muestra escéptico sobre la democracia que hoy en día tenemos: “Después de 40 años de fascismo, de la noche a la mañana, no podía haber una democracia real, y menos sin la intervención del pueblo nada más que en las urnas. Las élites nos dijeron a quién teníamos que votar. Fue la república de 1931 el único régimen político que implantó el pueblo”.

 

 

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