QUO VADIS SINISTRA? En el masacrado mundo contemporáneo, abrumado por la falta de respuestas, asaeteado el espíritu del liberalismo decimonónico, constreñido el librepensador independiente, amarrados a la uniformidad del pensamiento único, tolerantes con el poderoso e intolerantes con el avasallado que protesta tímidamente antes de recibir la descarga de todo el peso del poder y del aparato del gobierno, “Avanti popolo” participa del lenguaje cinematográfico subversivo planteando más que aclarando, esbozando más que mostrando, para interrogarnos con la eterna pregunta de finales del XX principios del XXI, ¿a dónde va la izquierda contemporánea?, ¿porqué de tanto miedo a la ruptura?.
No estamos ante una película fácil ni agradable, ni tan siquiera podría afirmarse que estamos ante una película sino ante un ensayo en imágenes, un experimento de esos que rara vez llegan a las pantallas y que se agradecen por el riesgo, por lo contracorriente, por revelar que todavía quedan autores dispuestos a mostrar lo que quieren y como quieren hacerlo en vez de pensar en taquillas imposibles, música, imagen real y ficción contraponen dos mundos, el del Brasil de finales de los 60 y hasta 1974, y el Brasil de ahora, un Brasil de ahora encerrado entre cuatro paredes, un salón de una destartalada casa que sirve de refugio a quien hemos de identificar como un viejo revolucionario del espíritu de los 60, un refugio al que llega un hijo igualmente desnortado.
La secuencia inicial aporta la metáfora necesaria para entender la propuesta, al tiempo que consigue marear, sin rumbo definido, cambiando de dirección, de calle, de sentido, desde el interior de un vehículo asistimos a una emisión radiofónica de música folclórica sudamericana teñida de reivindicación y revolución, la oscuridad de las calles de Sao Paulo es prácticamente absoluta, solo rota por la iluminación de los faros del coche y las escasas farolas que puntean como luciérnagas la noche brasileña, una noche en la que cualquier presencia fugaz inspira desconfianza, como la oscura noche de la dictadura brasileña de los militares de los 70. Después de mucho vagar, el vehículo ve interrumpido su paso por la presencia de una persona caminando por la mitad de la calzada mientras habla por teléfono, cargando con lo que entendemos son sus enseres personales, la deriva sin rumbo ha concluido en el encuentro con una persona que reacciona desairado y arrogante, del avanti popolo hemos llegado al vade retro, esta persona expulsada de su domicilio busca refugio en casa de su padre, el viejo revolucionario que le impide el uso de la planta alta y le conmina a permanecer en el salón con sus recuerdos y los de su padre.
El recorrido mareante del principio se transforma en cadencia morosa posteriormente, a la espera de que algo suceda, no parece suceder nada, pasa el tiempo y el hijo emprende la tarea de recuperar viejas grabaciones caseras tomadas por la familia en la década de auge revolucionario de la América Latina, lo que el hijo emprende como recuperación y tarea de reconocimiento ante su padre se transforma en desasosiego y desesperanza para el viejo, la proyección final, en ese salón fantasmal, en semipenumbra permanente, acaba con el interrogante máximo, sobre la imagen del viejo hombre sentado en su sofá, abrumado por el recuerdo de las imágenes, se sobreimpresiona la figura del joven cineasta, él mismo 40 años atrás, a la presencia del hijo, el viejo reaccionará diciendo “ya no veo nada, lo veo todo gris”, colofón a la experiencia de haber visitado el Moscú comunista de los 70 con el anhelo de una exportación del modelo que, en 2012, ha desaparecido. Ese no ver nada es no ver dónde se encuentra la izquierda en la actualidad, dónde el referente moral para salir de una crisis existencial, dónde encaminar el rumbo para promover un cambio en el sistema que piense más en las personas que en las corporaciones. En la película el recuerdo del miedo y de la sombra dictatorial ha podido más que el himno revolucionario, el cine guarda imágenes que no queremos recordar, fantasmas del pasado enterrados en los recovecos de nuestra memoria, “Avanti popolo” termina de la misma manera arrebatada, el viejo himno izquierdista no puede ser reproducido en la emisión radiofónica porque el disco se ha atascado, lógicamente el mensaje es el de su propia ruptura, la ruptura de la transmisión de la idea perdida de las pasadas generaciones a las presentes, el locutor ha de optar por cantar en directo el texto del himno italiano, sólo pequeños resistentes como ese locutor, como el viejo de la película, mantienen la llama de una idea que no encuentra cauces de expresión ni referencias intelectuales para propagarse, la izquierda se ha diluido en hipotecas, vacaciones, burguesías, para muchos la conciencia de clase ha desaparecido en beneficio de la mal llamada clase media, mientras las clases hundidas y humilladas no son sostenidas por nadie y mientras las clases dominantes se atrincheran y se enriquecen más y más, usando a las clases medias como parapetos.
“Avanti popolo” propone el cambio, recuperar el espíritu y enfrentarnos a la realidad, obra revolucionaria en muchos conceptos y hermética en muchos otros, de plano fijo en escenarios apropiados para huir y no volver, supone una isla en un panorama de desolación cultural e intelectual, esperar que se propague el ejemplo de distribuir este tipo de cine es un deseo ardiente, tanto como dejar de ver el futuro de color gris a los sones de Bandiera rossa…
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.