Por algún lado tenía que explotar la gran olla a presión en que el boom turístico ha convertido a Barcelona, y fue el barrio marinero de la Barceloneta quien resolvió primero levantar la tapa. Ahora, tras dos semanas de manifestaciones, es la ciudad entera la que se moviliza en contra de los abusos y la especulación que acarrea el turismo masivo. Y es ahora cuando también empieza a entenderse mejor cuál es el reclamo. Las cientos de pancartas que este sábado han embanderado la capital catalana no dejan mucho espacio a la confusión: “No queremos ser un monocultivo turístico” rezaban algunas, mientras que otras, directamente en inglés, reivindicaban “My building is not a hotel”.
Muchas menos de lo que quizás se esperaba han sido las consignas referidas a las molestias ocasionadas por “los incívicos”. Aunque las había- con sus “queremos dormir” o “mi barrio no es una discoteca”- lo cierto es que el lema dominante de esta manifestación y de las cinco anteriores que llevaron a cabo los vecinos de la Barceloneta ha sido un rotundo “No a l’especulació”. Los habitantes de Barcelona no se han hartado tanto de los gritos de los borrachos de sangría o de los italianos desnudos por las calles como de los hilos que sin descanso se mueven detrás creando la gran red del business. La Federació d’Associacions de Veïns i Veïnes de Barcelona (FAVB) ha dejado claras, en un comunicado, las causas de su indignación: “Respondiendo a los deseos del lobby hotelero y de los grandes operadores turísticos, el Ayuntamiento apuesta por un crecimiento ilimitado del turismo que se está revelando insostenible para la ciudad y que está configurando una nueva burbuja”.
Así, frente a voces como la del presidente del Gremio de Hoteles, Jordi Clos, que defendió públicamente que Barcelona debía aspirar a subir de los 7,5 millones de turistas que recibió en 2013 a 10 millones “para estar en la primera división de las ciudades europeas”, está la de quienes creen que por encima de la ambición desenfrenada deben situarse el respeto y la buena convivencia. El reclamo de los vecinos se centra en el cierre de los pisos turísticos, a los que culpan de fomentar un tipo de visitantes low cost que está degradando profundamente la cotidianeidad del barrio, no sólo por orinar en las esquinas. “Por turismo de calidad entendemos aquel que no invade a la gente que vive en un sitio. Si conviertes una ciudad en un parque temático intoxicas el lugar al que viajas. La Barceloneta va en camino de ser como Venecia” denuncia Ferrán Nadeu, vecino del barrio desde hace 14 años.
Por su situación geográfica privilegiada, a orillas del mar y a pocos metros del centro histórico, este distrito ha pasado a ser durante los últimos años foco receptor de un tipo de turismo, promovido por agencias de toda Europa, en busca únicamente de fiesta y muy poco respetuoso con el entorno. “Se les dice desde sus países que aquí pueden hacer lo que quieren y no pasa nada, lo cual, por otra parte, es verdad” afirma Vincent Forner, fotógrafo nacido en la Barceloneta, que es autor de la famosa foto de los turistas desnudos entrando en el supermercado, que ya es portada en periódicos de todo el mundo. “Después de 65 años en este barrio nunca he tenido problemas con ningún visitante. La cuestión no es el turismo, ¡nosotros vivimos de ellos!, sino este tipo de turismo que se está fomentando para venir de fiesta el fin de semana y reventarlo todo. Ellos están ahuyentando a los verdaderos visitantes” denuncia Vincent.
Este tipo de turismo se promueve desde agencias irregulares que gestionan alquileres por precios desorbitados. Durante las primeras protestas, hace dos semanas, los vecinos se enfrentaron a los dueños de estas inmobiliarias de pisos turísticos, a los que, a modo de escrache, les pidieron cerrar sus negocios por supuestamente trabajar fuera de horario. Los empresarios recuerdan que su labor es legal pero los habitantes del barrio creen que faltan inspecciones y que muchos propietarios hacen mobbing a los vecinos de siempre para sacar más dinero de sus pisos. “Yo lo veo cada día: los turistas llegan a las 9 de la mañana y los pisos se desalojan a las doce. Familias enteras se quedan esperando a pleno sol en el banco de una plaza con las maletas y el agente, cuando llega, ni se acerca para que no lo vinculen a ellos” explica Vicent Forner. “Las inmobiliarias acosan a muchos ancianos para echarlos de sus pisos o les hacen ofertas económicas más que tentadoras a personas que están en paro y que llevan allí toda la vida” afirma el fotógrafo.
La movilización que han emprendido los vecinos no piensa detenerse hasta que las autoridades no tomen cartas en el asunto e implanten una verdadera política reguladora del fenómeno de los pisos turísticos. Esta semana tendrán una nueva reunión con la regidora del distrito y el jueves celebrarán otra asamblea para decidir las acciones a seguir. Tras haber denunciado que el Plan de Usos vigente, aprobado por el último mandato socialista y reconfirmado luego por el gobierno de Convergència i Unió, no respeta la cifra máxima acordada de 72 inmuebles con licencia, las asociaciones vecinales exigen un cambio de modelo inmediato. En este sentido, la Associació de Veïns de la Barceloneta sugiere la elaboración de un censo previo o una radiografía real de la situación en el barrio. «Hasta ahora hemos de ser los vecinos los que denunciemos y demos direcciones al Ayuntamiento, lo normal sería que fueran ellos quienes tomaran la iniciativa de hacer cumplir la ley» mantiene su presidente, Oriol Casabella. Para facilitar esta ofensiva, el colectivo inició una campaña masiva de denuncias pero bajo la firma de las asociaciones, así muchos perderán el temor que tenían a dar su nombre y DNI.
En los registros del Consistorio municipal figura que solo hay 72 pisos con licencia pero los vecinos afirman que hay más de 400. “El Ayuntamiento hace la vista gorda porque el único objetivo es llenar de turistas a Barcelona hasta que reviente” asegura Rosa, vecina del barrio desde hace 20 años. “Pero, eso sí, el Gobierno no para de sacar normativas que nos aplica solo a los locales y te multan hasta por comer un bocadillo en la calle” añade.
Tanto desde la FAVB como desde partidos como la CUP o Podemos se hace hincapié en que, más allá de las quejas por ruidos o conductas molestas de lo que en estos últimos días se ha dado a llamar “turismo low cost”, la verdadera denuncia es hacia la apuesta de empresarios y autoridades por un modelo de ciudad insostenible que la dirige vertiginosamente hacia la privatización de los espacios públicos y la degradación de su calidad de vida. “El Ayuntamiento de Barcelona, actualmente al mando de CIU, es responsable, junto al anterior gobierno municipal de los socialistas e ICV, de impulsar un modelo turístico basado en la banalización y folclorización del patrimonio histórico y cultural de la ciudad” remarca Alber Martín, portavoz de la CUP.
Según datos del IDESCAT, en los últimos cuatro años Barcelona incrementó en un 20 % el número de los establecimientos hoteleros, aumentando hasta 70 mil en 2013. La FAVB considera que con el nuevo Plan de Usos de Ciutat Vella, “han saltado las limitaciones a una industria hotelera altamente densificada, transformando a la capital catalana en una ciudad donde el espacio público es acaparado por el negocio privado” tal como declara el colectivo en un comunicado. “Proyectada como capital de cruceros, la ciudad se transforma en un inmenso parque temático” añaden, destacando que no es solo un problema que afecta al barrio de la Barceloneta sino que es una política extendida a cada vez más zonas de la urbe, como el Borne, Poblenou o Gràcia.
La foto de los turistas desnudos y las decenas de imágenes que, con todo tipo de “incivismos”, han plagado los periódicos durante las últimas semanas son contundentes, sí, pero no tanto por su denuncia de lo que en la mayoría de medios se ha querido destacar- algo así como la barbarie humana- sino por haber servido de detonante de una situación que miles de ciudadanos no soportan más: la masificación del turismo como instrumento de una especulación que devora a Barcelona. Los vecinos de la FAVB lo han dejado claro y quien quiera oír que oiga: “Ni resolveremos esto a golpe de policía ni tenemos ningún conflicto con los turistas en general. El problema es con el modelo depredador que están promoviendo las elites de la ciudad. Barcelona no es una marca y sus barrios no están en venta”.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.