El actual sistema dominante o establishment estadounidense utilizaría la dictadura invisible del consumismo compulsivo de bienes materiales para lograr una sociedad homogénea, uniforme y fácilmente manipulable mediante las técnicas de manipulación de masas. Asimismo, el pilar de su sistema político sería la sucesiva alternancia en el Poder del Partido Demócrata y del Republicano (ambos fagocitados por el lobby judío).
Así, la sorpresiva victoria de Donald Trump ante Hillary Clinton representó para Israel “perder una valiosa amiga para ganar un amigo mejor”, Donald Trump, quien instauró el puzzle inconexo de un caos que finalizó con la victoria del candidato demócrata Joe Biden, el nuevo el tapado de la AIPAC.
¿Busca Joe Biden un nuevo Acuerdo de Oslo?
El Magnicidio de Kennedy tuvo como daño colateral el nacimiento de un sistema político tutelado por el “Poder en la sombra”, quedando desde entonces como rehenes todos lo sucesivos Presidentes electos de EUA, según la confesión realizada por el primer Ministro israelí Ariel Sharon al entonces Ministro de los Exteriores Shimon Peres en octubre del 2001: “Nosotros, el pueblo judío, controlamos Estados Unidos y los estadounidenses los saben”, teniendo como fuente la radio israelí “Kol Israel”, sirviéndose de lobbies de presión entre los que descollaría la American Israel Public Affairs Committee (AIPAC).
La AIPAC sería el más influyente grupo de presión pro-israelí en EUA pues cuenta con más de 100.000 miembros (150 de ellos dedicados exclusivamente a presionar al Congreso, a la Casa Blanca y todos los organismos administrativos en la toma de decisiones políticas que puedan afectar a los intereses del Estado de Israel) y aunque siempre se ha creído que la AIPAC sería un “gobierno virtual” que teledirigiría la política exterior de EUA en función de los intereses israelíes, la realidad sería que el lobby pro-israelí tiene verdadero peso en los ámbitos del poder porque Estados Unidos e Israel casi siempre han compartido idénticos intereses geopolíticos desde la fundación del Estado de Israel en 1.948.
Así, Estados Unidos contaría con Israel para mantener a los Estados árabes de Oriente Próximo bajo la amenaza constante de ataque, (asegurándose de paso que se mantengan serviles ante Washington) e Israel no podría seguir existiendo en su forma actual sin el fuerte apoyo político y material que recibe de Estados Unidos (unos 3.800 millones de dólares anuales en ayuda militar).
Sin embargo, Joe Biden sería deudor de la política exterior de Obama lo que podría significar el retorno de la doctrina geopolítica cuyo cerebro sería el ex-Consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski. Así, Brzezinski en un discurso ante al Consejo Nacional Irano-estadounidense (NIAC), afirmó que “creo que los Estados Unidos tiene derecho a decidir su propia política de seguridad nacional y no seguir cuál mula estúpida lo que hagan los israelíes”.
Además, Brzezinski, estaba enfrentado con los lobbies neocón republicano y judío de EUA y con su habitual mordacidad habría desacreditado la miopía geoestratégica de ambos grupos de presión al afirmar que “están tan obsesionados con Israel, el Golfo Pérsico, Irak e Irán que han perdido de vista el cuadro global: la verdadera potencia en el mundo es Rusia y China, los únicos países con una verdadera capacidad de resistir a Estados Unidos e Inglaterra y sobre los cuales tendrían que fijar su atención”. En consecuencia, el objetivo de la Administración Biden sería firmar un nuevo Acuerdo de Oslo entre las autoridades palestinas e israelíes que siente las bases definitivas de la coexistencia de Dos Estados, palestino e israelí, con lo que se haría factible la utopía encarnada en el lema: “Dos Naciones, una esperanza”, tarea para la que antoja imprescindible la defenestración política de Netanyahu,
¿Ha dado el AIPAC por amortizado a Netanyahu?
La deriva autoritaria del Gobierno de Netanyahu estaría amparada por la “espiral del silencio” de los principales medios de comunicación de masas mundiales controlados por el lobby judío trasnacional, con lo que se produciría un proceso en espiral o bucle de retroalimentación positiva y la consecuente manipulación de la opinión pública mundial (derecho de Israel a defenderse de los ataques terroristas).
Ello, aunado con que el lobby judío trasnacional controlaría la mayoría de medios de comunicación mundiales habría provocado que los mass media mundiales en los últimos 12 años habría apoyado sin fisuras al último emperador judío, Benjamin Netanyahu, quien sirviéndose de la dictadura invisible del temor al Tercer Holocausto, proceda de Hamás, de Hezbolá o de Irán y mediante sucesivas ofensivas contra la Franja de Gaza habría conseguido substraerse a la acción de la Justicia que le investiga por varios casos de soborno, fraude y abuso de confianza en los que estaría presuntamente implicado.
Una vez más, Nentanyahu confiaba en una victoria rápida que le otorgara un incremento de popularidad para las próximas elecciones mientras le permitía seguir en el Poder y lograr que las acusaciones judiciales en su contra y que según sus palabras tan solo serían un “Golpe de Estado Judicial para apartarlo del Poder” se diluyeran en la niebla del olvido, pero la asimetría del castigo infligido a los palestinos de Gaza con más de 240 muertos, cientos de heridos así como la destrucción de las infraestructuras básicas de Gaza, habría provocado el repudio internacional contra Netanyahu y la caída en desgracia de Bibi ante el AIPAC.
En consecuencia, podría cristalizar un Gobierno de Coalición liderada por el centrista Yair Lapid y el derechista Naftali Bennett (Coalición Arco Iris) que contaría con las bendiciones del poderoso lobby judío AIPAC y representaría el ocaso político de Netanyahu tras 12 años en el Poder, no siendo descartables maniobras orquestales de Netanyahu y de los principales rabinos ultraortodoxos para conseguir que tránsfugas del partido de Bebbet (Yasmina) se desmarquen de dicho acuerdo y obliguen al nuevo Presidente de Israel, Isaac Herzog, a convocar nuevas Elecciones.
Nacido en Navarra en 1957. Escribe análisis sobre temas económicos y geopolíticos. Es miembro de Attac-Navarra. Colabora habitualmente en varios medios digitales e impresos españoles y latinoamericanos.