Lo que ocurre hoy en Catalunya es la pesadilla del conquistador: el pueblo que trata de someter resiste y rechaza la toma de poder. Entonces, trata de aplicar sobre el insumiso técnicas que conoce y que funcionan sobre el mismo: ejercer violencia y humillación.

Ilustra Ricardo Jurado.

La nota que estas a punto de leer es una traducción, gentileza para LOQSomos de nuestra compañera Mireille*. Un artículo publicado en la revista suiza “L’1Dex” un proyecto de información libre e independiente realizado en el Cantón de Valais. El artículo fue publicado en enero de este año, pero sigue teniendo la actualidad en este triste marzo de 2018 para tod@s l@s demócratas.

Las nuevas injusticias cometidas en estos recientes días con nuev@s pres@s politic@s y más exiliados, confirman una “causa general” no ya solo contra Catalunya, sino contra las libertades más básicas del estado español. Esta nota que hemos traducido tiene la crítica y la viveza de un punto de vista más allá de los Pirineos.
Si tuviéramos que definir el carácter español en una pincelada, ¿cuál sería?

Básicamente, el español es, en el inconsciente colectivo, el que ha aplastado las civilizaciones de América del Sur. Un conquistador, un guerrero, un militar orgulloso de sus batallas. Es más, al escucharle, nunca ha conocido derrotas. Algunos reveses como mucho. El tipo de batalla no es importante: ¡es un soldado! Un guerrero que encuentra su razón de ser en el enfrentamiento, en la aniquilación del otro y en la humillación del que ha sometido. Sea éste un hombre, un toro o un molino, da lo mismo. ¡Ha vencido, es fuerte y valiente! Le importa poco que el combate haya sido desigual, ridículo o burlesco. Su objetivo es mostrar su valor menospreciando al que ha derribado. ¿Y si pierde la batalla? Borra el suceso de su memoria y de la historia. El español es un personaje originario de la mitología ibérica: no es de ninguna región en particular. Pero la región que responde mejor a esta descripción es la Castilla histórica, o el gobierno de Madrid. de allí que emana este apestoso olor a testosterona. No obstante, hay una constante notable: Castro era gallego, Franco era gallego, Rajoy es gallego, Hitler… Ah, no, ¡el no! Era austriaco. “Hispania” son los países del sol poniente, como indicaban los romanos. ¿Sería un país donde vivir sometido?

Y el catalán, ¿quién es? Su herencia histórica le hace comerciante. El fenicio, el veneciano de la península ibérica. En primer lugar porque su derecho tradicional de herencia le ha forzado a serlo: el derecho de “l’hereu”, sólo los hijos mayores heredan sin reparto de propiedades. Esto limitaba a los menores a instalarse en la ciudad y a convertirse en burgueses. Es a partir de ese momento que el tejido urbano, comercial e industrial se refuerza en Catalunya. Cuando Castilla hace caer el monopolio del comercio con las Américas a finales del siglo XVIII, Catalunya está preparada: llegaba la explosión económica. Además, el decreto de Felipe V prohibiendo a los catalanes hacer política, refuerza este activismo económico e intelectual.

Catalunya resulta ser una tierra de acogida desde la antigüedad. Los flujos migratorios provenientes de toda la cuenca del Mediterráneo convierten muy pronto esta región en un remanso de paz para muchos pueblos. Esta mezcla y estas migraciones son parte constituyente de la riqueza cultural y económica de Catalunya. A modo de ejemplo: durante la inquisición, el conde de Barcelona fue el único en castigar a los culpables del genocidio del barrio judío de Barcelona.

Entonces ¿cómo hacer convivir dos sociedades, dos mentalidades tan diametralmente opuestas? Una jerarquizada y absolutista, en la cual el pueblo teme el poder y se conforma con las normas, que no ha vivido la Revolución industrial, que ha dirigido la Contra-reforma e ignorado la Ilustración. Y la otra compuesta por comerciantes, artesanos y trovadores, en la que el poder es pactado, que ha vivido la revolución mercantil y después la Revolución industrial, que ha sido tolerante, impulsado la innovación y que ha hecho de la democracia una realidad natural y compartida.

Lo que ocurre hoy en Catalunya es la pesadilla del conquistador: el pueblo que trata de someter resiste y rechaza la toma de poder. Entonces, trata de aplicar sobre el insumiso técnicas que conoce y que funcionan sobre el-mismo: ejercer violencia y humillación.

La humillación… Erigida en institución por el gobierno español con la aplicación del artículo 155 de la constitución española. Esta violencia insidiosa, emocional y destructora. Esta violencia practicada por el Estado pero también legalizada por el Estado. Así, los medios, los políticos, los ciudadanos, están autorizados a vejar, insultar y despreciar a los catalanes. Como en pleno franquismo. Época bendita para el actual gobierno, ya que permitía despreciar y oprimir al otro de manera legal, diariamente. Mostrar hacia quien debe ser sometido la más despectiva de las condescendencias. Como en el caso del racismo más inmundo.

¿Lo sabían? Durante la etapa franquista, las lenguas otras que el castellano estaban prohibidas. Cuando una persona hablaba una de las lenguas prohibidas, catalán, euskera, gallego, era corregido de la manera más dura: “¡Háblame cristiano!”. Cuestión de mostrar la diferencia entre el conquistador y el bárbaro. Hoy va de esto.

Hoy, este tipo de práctica está permitida de nuevo. Según Ramón Blázquez, la avalancha de ignominias y de vejaciones derivadas de la aplicación del articulo 155 estaba programada por el gobierno. Es persistente y violenta en la prensa, en particular en la televisión y en las redes sociales. Incluso el País Vasco, dice, durante el más violento de los periodos terroristas, no ha sufrido tales vejaciones, humillaciones, insultos, descalificaciones y ofensas.

Hay dos caras en este aluvión de ignominias: la primera es frontal y primaria. Consiste en el insulto y desprecio público cuando Ana Rosa Quintana trata en directo al Vice-presidente del govern catalán, Oriol Junqueras de “gilipollas” o cuando Eduardo Inda califica en directo en televisión al President del govern catalán, Carles Puigdemont, de “mierda”. A esto se añaden todos los participantes de más que dudosa calidad en los diferentes platós de debates o de entretenimiento que se entregan a una verdadera carrera de insultos y de ignominia.

La segunda cara de este estigma, y tal vez la peor, es la manipulación mediática. Fuertemente orquestada en prensa, artículos de opinión, editoriales y exportada a ultranza en todas las agencias de prensa. Coordinada como se debe, el repertorio anti-catalán es bastante unánime en cuanto a los términos utilizados: reto independentista, referéndum ilegal, golpe de estado, cobardes, adoctrinamiento contra el gobierno central… La violencia de los ataques, la manera descarada de asestar las mentiras y la permisividad de las autoridades frente a esta situación digna de desencadenar numerosas causas penales por difamación, muestra hasta qué punto el gobierno de los hidalgos de Madrid está decidido a adentrarse en el desprecio y la humillación del pueblo catalán sin ningún límite ético.

Frente a esta voluntad medieval de provocar la pérdida de honor de su enemigo, se reconoce la impotencia y debilidad del gobierno español. Mientras que se esmera para machacar al pueblo catalán de pie humillando, no se da cuenta que sus valores no son los de los catalanes. Los catalanes son persistentes, prudentes y resistentes. El español lleva ya trescientos años intentando coaccionarlos por la fuerza. Pero es imparable: Catalunya será independiente o no será. Los catalanes son por lo menos tan partidarios de la idea de la república como los españoles lo son de la dictadura.

Los catalanes saben, y sobre todo sienten muy profundamente en su interior que su salvación está en la independencia. Que no podrán vivir en España, por qué su gobierno les tratará siempre como una colonia. Los catalanes saben que un día vivirán, ellos o sus hijos, en su país y que compartirán sus valores democráticos y de respeto con todos los que querrán ser catalanes.

Y los españoles también lo saben…

*Traducido por Mireille Tumba, miembro de la iniciativa Madrileñ@s por el Derecho a decidir y colaboradora de LQSomos.

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