altCripta de la Biblioteca de Catalunya, noche cerrada, pasos sobre piedrecitas, ruidos de cigarras… Un espacio escénico donde se analiza la locura terrorista bajo el prisma de la lógica, las matemáticas, el arte y la poesía. Y las relaciones personales que no pueden ni deben quedar al margen.

 

 

 

Cripta de la Biblioteca de Catalunya, noche cerrada, pasos sobre piedrecitas, ruidos de cigarras… Un espacio escénico donde se analiza la locura terrorista bajo el prisma de la lógica, las matemáticas, el arte y la poesía. Y las relaciones personales que no pueden ni deben quedar al margen.

 

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La obra de quebequés Wadji Mouadawad, Cels, penetra en las inquietudes y los temores del siglo XXI de un modo vibrante e inquietante…. La destrucción de las Torres Gemelas en 2001 dejó a la civilización occidental en un estado de shock que dirigió su atenta y aterrada mirada al terrorismo islámico. Cels es un relato dramático y simbólico de esta inquietud, el temor del ocaso de los tiempos condensado en la irrupción de una maldad sin origen, sin finalidad y sobre todo sin mesura. ¿Islamista? Pudiera ser, pero también pudiera nacer del afán de la libertad, de la belleza de la poesía o de la estructura perfecta de las matemáticas.

 

La compañía del barcelonés Oriol Broggi, La Perla 29, se atreve con este texto mesiánico, en el que la muerte de los hijos como elemento bíblico se combina asimismo con la gestación y el nacimiento de un nuevo redentor. Los paralelismos son inevitables con las antiguas escrituras, como si estuviéramos a las puertas de una nueva humanidad, que debe pasar por encima del sufrimiento y del dolor para confeccionar un puzle de una nueva y esperada sensibilidad.

 

Las personas somos seres simbólicos y ahí radica su parte de deidad y su parte más demoníaca. En Cels, un pequeño grupo integra Sócrates, una estructura dedicada a la búsqueda y detección de potenciales ataques terroristas, sistemáticos y rotundos; el mejor de los mundos posibles, que hubiera sido factible dado el potencial artístico y sensitivo de los seres humanos, combinado con una enorme potencialidad tecnológica, con el paso de los siglos da lugar a una distopía brutal, por otra parte ya imaginada por los autores del siglo XIX y principios del siglo XX.

 

Los personajes que forman parte de Sócrates luchan contra ellos mismos, ya sea en la búsqueda de su propia identidad, ya sea perpetuando su voluntad por hacer bien su trabajo y salvar a la humanidad, ora para reencontrar su pasado y su presente (imposible no sentir empatía ante el padre que conversa con su malogrado hijo adolescente a través de la pantalla del ordenador).

 

La fábula del nuevo mundo y la nueva humanidad se rompe –o nace, según se quiera entender– al final de las más de horas de representación, que se hacen dinámicas y apresuradas, robustas y a veces decimonónicas, según los instantes emotivos de cada escena.

 

La interpretación de todos los actores, tanto los virtuales como los reales, da vida a una combinación de vida profesional y laboral que el espectador entiende pero también censura (por ejemplo, la madre que mata a sus hijos, pero que defiende con uñas y dientes al que está por venir).

 

Si existe una verdadera amenaza terrorista, dentro de Cels o fuera de ella, esta nace de la capacidad de encriptación que tenemos los humanos; de la capacidad de mentir, de amar, de confeccionar un soneto o de ensamblar el mecanismo de una granada.

 

Cels

Cripta de la Biblioteca de Barcelona

Compañía La Perla 29

Hasta el 19 de octubre

 

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