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Una de les críticas más habituales a la política, que a su vez justifica el pasotismo y la abstención, es que los numerosos episodios de corrupción la han alejado de los problemas reales del ciudadano de a pie. Pero para construir un cambio, una auténtica regeneración que rompa la casta del bipartidismo y este régimen heredero orgulloso e impune del franquismo, se requiere un mínimo de cultura política por parte de los ciudadanos. Y no parece ser el caso, no sólo cuando las encuestas continúan otorgando la victoria al PP y vaticinando un auge de C’s. ¿Masoquismo o ignorancia?

De Rajoy y sus secuaces-cómplices necesarios (Rato, Bárcenas, Fabra, Matas…) nadie espera una migaja de autocrítica y democratización. Lo grave es que la alternativa sea C’s, un partido que el periódico inglés The Guardian definió recientemente como el “Podemos of the right”.

C’s nació a raíz de una mentira: que el castellano estaba/está perseguido en Catalunya pero lo cierto es que uno todavía espera que los más acérrimos defensores de esta surrealista teoría hagan un listado de los colegios catalanes donde esta discriminación supuestamente se produce. Y de paso, un listado de los establecimientos comerciales que hayan sido multados, con el nombre detallado del comercio, calle, distrito y código postal. En realidad la ley dice que se multará “por no rotular, al menos, en catalán”, con lo que se puede perfectamente rotular en castellano siempre que también se incluye la consiguiente traducción al catalán: la sanción sólo se aplicaría si el rótulo no contiene el idioma catalán. Y la única norma obligatoria e impositiva acerca de un idioma que existe en España la encontramos en la sacrosanta Constitución, cuyo artículo 3.2 impone “el deber de hablar castellano”.

Durante sus nueve años de existencia, las votaciones y declaraciones públicas de C’s han ido contradiciendo la falsa progresía de una formación que después de postularse de izquierda, giró brevemente al centro (tierra de nadie inexistente) para escorarse e instalarse definitivamente a la derecha.

C’s se negó a condenar el franquismo en el Parlament, Rivera dijo que llamar ‘matrimonio’ a las uniones homosexuales “sería crear tensiones innecesarias”, C’s está en contra del aborto, del uso del burka, de la atención sanitaria a inmigrantes y de subir el impuesto a los ricos. Su última propuesta modernizadora y revolucionaria es subir la cesta de los alimentos de primera necesidad. Y su inicial lucha titánica por el bilingüismo ha desembocado en la eliminación de la lengua catalana de la web de un partido que, en realidad, sólo apuesta por el monolingüismo y monoculturalismo castellano.

Eso , a Rivera le verán en todos los programas y tertulias de todos los medios españoles. Después de librarse de Cañas, -ese energúmeno con aspecto de guardia de seguridad de discoteca que vio recompensado su fraude inmobiliario con un cargo de asesor en Europa-, ahora puede lucir su imagen de poli bueno y niño pijo, a ver si las mujeres pican y le votan, como hicieron con Suárez. Aunque en este sentido Pedro Sánchez es un gran competidor.

Alrededor de Ciudadanos (antes Ciutadans, pero el nombre en catalán también provocaba rechazo en las Españas), han pululado una pléyade de personajes ansiosos de protagonismo mediático y de poder expresar públicamente su rencor hacia el catalanismo, erróneamente asociado a pujolismo o burguesía: Espada, De Azúa, Girauta, Nart, Boadella o incluso el militar Alonso. Nacionalistas españoles empedernidos que, por culpa de una circense operación de maquillaje llamada ‘transición’ en que se claudicó ante el franquismo, vieron legitimada su ideología, se victimizaron y ahora propugnan lo que siempre han pensado: que sólo España es país, nación, patria y país y que su cultura, lengua, tradiciones, instituciones deben imponerse al folklore regionalista. Puro supremacismo discriminador y excluyente. Repartiendo por doquier el término ‘nazi’ para referirse a la legítima opción soberanista, frivolizando el holocausto y demostrando su absoluta falta de rigor, inteligencia, sensibilidad y educación. Sin olvidar el apoyo de pseudoperiodistas de la caverna como Alfonso Rojo, Eduardo Inda, Isabel San Sebastián o el Yoyas de Gran Hermano. Y recibiendo los aplausos y bendiciones de la banca, la CEOE y los grandes empresarios. ‘Hay nivel’, como diría el guiri del programa APM.

Ahora España se ha abrazado y aferrado a C’s, idolatra a Rivera porque le han vendido (y ha comprado) que es la única posibilidad de cambio y mejora y la salvación más consistente ante “la amenaza” del soberanismo catalán, criminalizado en todos los medios. Es la última y desesperada solución después del fracaso estrepitoso de UPyD, con una Rosa Díez que reclama renovación a gritos mientras lleva 30 años encadenando cargos y un Toni Cantó que después de ser un actor mediocre ha sido un político todavía peor, con comentarios primitivos y casposos contra las mujeres o los animales.

Como respuesta al proceso catalán, Podemos envía mensajes contradictorios, no sea que pierda votos en la meseta, mientras que IU, en declive desde el adiós de Anguita, defiende con la boca pequeña un genérico derecho de autodeterminación mediante Alberto Garzón. Demasiado abstracto y tarde.

En un artículo al medio digital Isabadell, el filólogo y profesor Josep Asensio advierte de las similitudes de Rivera con Alejandro Lerroux. “Se diría que son la misma persona, los dos abogados, con discursos confusos y demagógicos, españolistas al 100%, capaces de impresionar igualmente las clases medias, altas y trabajadoras, con un claro radicalismo verbal, gran oratoria, con bases ideológicas ciertamente volátiles y pretensiones próximas a la pedantería y el exhibicionismo (el cartel electoral del 2006 con Rivera desnudo). Viendo el transcurso de la historia, Lerroux, personaje controvertido pero clave en la Segunda República, pactó con la CEDA, un conglomerado de partidos de derecha, mientras mantenía su anticlericalismo y guiñaba el ojo a la izquierda. Su caída fue tan fuerte como su subida. ¿Será el caso de Alberto?”.

Ayer el ‘Naranjito‘ de la política volvía a emocionar el nacionalismo español con un idea muy democrática y propia de un partido de ‘centro-izquierda‘: prohibir la manifestación del próximo 11 de septiembre en La Meridiana. Si Albert Rivera tiene que ser el Mesías, significa que el grado de analfabetismo político de los españoles es muy alto (inversamente proporcional a su cultura democrática), que definitivamente España se encuentra en una espiral de decadencia y que España no tiene remedio. Y que la opción más sensata es irse de ella.

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