Me apetecía mucho volver al cine de Assayas, irregular, pero con películas rotundas y contundentes sobre las relaciones personales, la familia, el tiempo, incluso la política y su influencia en las personas, pero ver esta Clouds of Sils Maria ha sido algo así como esperar durante meses una actuación de tu soprano favorita y que el día del concierto cancele por indisposición, o siendo más prosaico, que durante años esperes que tu equipo juegue una final de algo y cuando lo consigue, en el minuto 15 ya pierde 3 a 0. Presumo que a Assayas se le ha ido la mano, no ha sabido encontrar ni el tono ni el fondo de lo que quiere contar, demasiados palos de ciego y pocos aciertos, como si se tratara de una fuga musical, o de unas variaciones en las que ir y volver sobremanera alrededor de lo mismo sin saber concluir ni definir.

Crítica de Clouds of Sils Maria

Estamos ante la enésima recreación de la actriz conmocionada por el recuerdo de su papel inicial, la omnipresente figura del mentor que la descubrió, los miedos e inseguridades de ese papel protagonista que marcó su futuro, el peso de la edad y el paso a la etapa de la mujer madura que ha de enfrentarse a los papeles que eran aniquilados por su anterior etapa de joven actriz. En estas estamos cuando el personaje que interpreta Juliette Binoche se dirige a Suiza para recoger el premio que se da a su mentor y que éste no quiere recoger personalmente, trayecto es que se le anuncia la muerte del homenajeado, circunstancia que sirve para hacer revivir con más fuerza, el peso del pasado. Curiosamente volvemos, en este año, al cine dentro del cine, o al mundo del actor, sus egos, sus miedos, sus imposibilidades, sus frustraciones, Cronenberg, Iñárritu, Assayas…un mundo demasiado visitado como para sorprender.

La obra que dio lugar al debut teatral de la Binoche, Maria Enders en la ficción, donde interpretó a Sigrid, una joven asistente personal que seduce a su jefa, Helena, vuelve como un puñetazo, en esa edad donde todo puede empezar a encajarse como derrota, un joven director teatral propone recrear nuevamente la ficción, pero en este caso Maria Enders interpretaría a Helena y una joven estrella del famoseo, del cine de superhéroes, encarnaría a la joven secretaria que vampiriza a su jefa. En este cambio de rol, María Enders sufre el vértigo de verse atrapada en su realidad presente más allá de la ficción, matrimonio disuelto, patrimonio liquidado, nada hacia delante y nada por detrás que respalde una vida, siente que la interpretación de Helena no es un reto profesional solamente, sino enfrentarse en el escenario con el inexorable paso del tiempo que no perdona, en una profesión donde el físico de la mujer está tan presente.

El desarrollo central de la Clouds of Sils Maria es la recreación, en una casa de montaña en el Sils Maria del título que hace las veces de escenario teatral, de los ensayos privados que la actriz hace con su asistente personal (Kristen Stewart, si, la melindrosa estrella de cine pre-adolescente y, lo que es peor, postadolescente, de la saga crepuscular, que no desentona, pero tampoco encandila), ensayos de una obra que provoca un terremoto interior en la joven, más que en la madura actriz profesional, porque ésta ya tiene asumido que revivir el papel va a ser más tormento personal que éxito profesional, mientras que a la joven secretaria, hacer de lectora del papel de Sigrid la va a colocar precisamente en ese punto en el que ella no quiere verse reflejada ni confundida, como si ayudar en los ensayos le produjera a la secretaria el efecto contrario que a la Sigrid de ficción, una especie de atracción y rechazo hacia su jefa del que hay que huir.

La ficción de la obra ensayada y la realidad de la vida personal de cada una de las mujeres se interrelacionan y se confunden hasta trasladar esa confusión al espectador. Hay algo malsano y perturbador en ensayar la obra en la casa del autor recién fallecido, pero si el choque generacional es brutal en las conversaciones privadas, la fragilidad de ambas resulta evidente en sus representaciones teatrales privadas. La opción del director en la resolución del conflicto es elegante e inteligente, pero impostada, como la totalidad de la película Clouds of Sils Maria.

Queriendo ser original termina bebiendo de muchas fuentes, hay tanto de crítica barata a la sociedad de las redes sociales que el director no parece el mismo de “Finales de agosto, principios de septiembre”, “Las horas del verano” o “Después de mayo”, para mi gusto sus obras más logradas, lejos de las fallidas “Demonlover”, “Clean” o “Irma Vep”, no hay profundidad en los diálogos entre actriz y asistente, y salvo que se pretenda, suena todo a charla de bar a la hora del vermut, contraponer fama con famoseo y alardear de que el mundo real está en la televisión, que el arte es lo que los mass media venden en cada momento por encima de criterios artísticos o razones de ciencia, colocan a los personajes que así lo defienden en la proximidad de la idiocia, que es lo que, en algunos momentos parece asumir el interpretado por Kristen Stewart, capaz de encontrar trascendencia y significado en la interpretación de una mediocre película para adolescentes en un mundo futurista de superhéroes y ser incapaz de disfrutar o valorar el trabajo de su jefa en el verdadero mundo del arte.

Y el tramo final de la Clouds of Sils Maria conduce a una joya del séptimo arte, “All about Eve”, tantas veces manoseada pero a quien nadie puede superar ni quitar el brillo tras tanta cita interesada sin  aportar nada nuevo, la joven actriz deseosa de aprender se torna en un “bicho” de escenario dispuesto a destrozar a la mujer madura tanto en lo profesional como en lo personal, la película lo viene anunciando, el personaje de Helena en la obra es el de una mujer destrozada desde el principio, nos quedará la duda de si Marie, al representar su papel en la obra, será capaz de evitar su ruina personal o se verá abocada a transcurrir el resto de su vida recordando sus momentos de esplendor y su efímera duración sin posibilidad de remontar. De Clouds of Sils Maria me quedo con la reflexión serena y profunda que hace Marie sobre su relación con el director y autor teatral cuya presencia invade su vida desde entonces como un fantasma, más allá del enamoramiento, de la seducción, del sexo, lo importante fue la intimidad, alcanzar ese estado con una persona, con independencia de tus amores, parejas, relaciones, encontrar a quien te escucha y a quien le puedes contar desde la a a la z de tu vida, ese vacío que sufre Marie al asumir la muerte de Melchior es irrecuperable, mientras el director vivía, siempre existía la posibilidad de volver a su regazo, es probable que Assayas se sobrevalore en la trasposición de la figura del creador respecto al intérprete de los personajes, de momento Assayas no es Bergman, y dudo mucho que lo consiga aunque haya pretendido un juego bergmaniano en esta película.

Como en muchas de las propuestas de Assayas, se encarga de que los árboles no dejen ver el bosque, porque más allá de las prometedoras ideas lanzadas, su desarrollo termina siendo errático e insuficiente, perdido en la complejidad del mundo que quiere retratar, todos, desde los actores, la historia y el espectador, terminan igualmente confusos y desnortados, las nubes de la serpiente de Maloja que surcan el valle del título, son la barrera infranqueable de sus historias, vemos un espectáculo bello pero sabemos que bajo nuestros pies queda mucho oculto y que no se sabe transmitir, y perdonen ustedes, pero volver al canon de Pachelbel como música de fondo…, menos mal que para compensar está el Xerxes de Haendel.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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