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Los organizadores del encuentro de novela negra de Barcelona, desde la primera edición de BCNegra2005, que llevan intentando traer al escritor siciliano Andrea Camilleri, padre del comisario Salvo Montalbano, personaje que inauguró la famosa serie policial en 1994 con la novela: La forma del agua. El autor, de 88 años, por fin vino y pudo recoger el Premio Carvalho 2014, que lleva el nombre del personaje creado por Manuel Vázquez Montalbán, al que Camilleri homenajea en el apellido de su célebre comisario que, como Carvalho, también es aficionado a la lectura y al buen comer.

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A Camilleri es difícil verlo en actos literarios o dando entrevistas a la prensa, por ello en cada ocasión que se presenta en algún acto público, la legión de seguidores abarrota los aforos, cosa que pasó en Barcelona, donde más de 1.000 personas siguieron una conversación con el novelista. De verbo lúcido, voz grave y figura de obispo (en este caso laico, perteneció al Partido Comunista Italiano), el humor y la ironía están siempre presentes en este novelista, director teatral y de televisión, que además de su serie de Montalbano, tiene una ingente obra que va desde la novela histórica al ensayo. Su sola presencia llena el escenario, y su voz profunda de bajo de ópera, envuelve el ambiente con un italiano lleno de matices y de giros dialectales del siciliano, cosa que trae de cabeza a sus traductores, como en el caso del traductor al castellano, Pau Vidal. A modo de entrevista, aquí reproducimos la conversación con el más genuino representante de la novela negra mediterránea.

En su personaje de Montalbano y en su teatro político hay una profunda crítica a la clase política de su país. ¿Qué piensa de la presunta desaparición de la escena política italiana de Berlusconi?

Contesto a la benévola hipótesis de que Berlusconi está desapareciendo. Aunque él tuviera el deseo de desaparecer, habría gente que no lo permitiría, porque son muchos los intereses que representa. Aún momificado, harían ver que está vivo. En Italia estamos en una situación política caótica, agravada por las obligaciones con la comunidad europea. Soy un europeísta convencido, pero no por esta Europa basada solamente en el dinero, los bancos y el mercado. Una Europa así, está condenada a no sobrevivir mucho tiempo, una Europa asentada en la solidaridad, en los ideales políticos comunes, duraría más tiempo. En los primeros manifiestos europeístas no se hablaba de mercados, dinero o bancos, se hablaba de otras cosas. Ahora estamos en una guerra económica, como en las guerras convencionales, una o dos generaciones caen en el frente, claro que la guerra económica es refinada, te deja vivo pero sin esperanza de futuro, sin esperanza de trabajar, sin esperanza de construir una familia… Hay dos maneras de ver el dinero y la existencia de la comunidad europea, la que forma una línea que va desde Portugal, pasa por España, va hacia Italia y Grecia. La forma que tenemos los latinos de concebir el dinero, la vida, el aire que respiramos. Luego hay otra manera, un poco calvinista, un poco protestante, de percibir la relación con el dinero. Hace falta que no prevalezca ni la una ni la otra.

Si lo puede imaginar, ya que lo conoció, ¿qué diría Vázquez Montalbán sobre la situación política catalana y el derecho a decidir?

Paco era catalán, ¿no? El problema es el de existir con un sello personal de nacimiento. Naces catalán, y estás dentro de España, naces siciliano, y estás dentro de Italia. El poeta Umberto Saba escribió: “¡Ay!, corazón mío, de nacer indeciso, cuanta pena has traído para ser uno, cuántas rosas se necesitan para esconder un abismo”, y muchas rosas hay que usar para esconder ese abismo. ¿Y cuándo nos damos cuenta de que hay un abismo? Cuando existe una lengua, cuando existe una cultura, aquello representa un pueblo, una nación, una etnia, podéis llamarlo como queráis, pero eso representa una individualidad, la manera de hacerla convivir con el resto, puede ser autonomía, independencia y como queráis llamarla, pero yo creo que Manolo Montalbán estaría de parte de Catalunya.

En novelas fuera de la serie de Montalbano,  como La captura de Macalé, hay recuerdos de la infancia, de la inocencia traicionada, con el fascismo y la religión de fondo, En esta novela nos trasladamos a la Sicilia de 1935, en plena guerra de Abisinia. ¿Cómo son esos recuerdos de su infancia?

Esa novela, como La pensión Eva, son novelas donde recuerdo mi infancia y mi primera juventud, con el despertar erótico y sentimental. La diferencia de una a otra es que una está escrita en lengua siciliana y la otra en italiano. A medida que envejecemos, tenemos presbicia de la memoria, comienzas a recordar cosas de cuando tenías 4 años y no recuerdas lo que hiciste ayer. Un día me vino a la mente: ¿Por qué a los 10 años yo quería matar a un abisinio? Lo digo en serio, con 10 años quería matar a un abisinio. Con esa edad escribí una carta: “Estimado Benito Mussolini soy un niño llamado Andrea Camilleri, de Porto Empedocle, Sicilia, y quiero ir como voluntario al África oriental para matar a los abisinios”. La envié pero me olvide de poner la dirección. Más tarde me contestaron diciendo que era demasiado joven y que ya tendría ocasión de ir a otra guerra. La misiva venía firmada con: “Saludos fascistas, B. Mussolini”. Pero por qué yo tenía esta idea…, porque ere el cerebro de un niño trabajado por la doctrina fascista, que en la escuela te martilleaban, martilleaban, martilleaban, cada día, cada día, cada día con la idea del Imperio y la guerra de Abisinia. Por otra parte, los curas te decían: “¡Ay!, el Duce es el hombre que nos ha mandado la providencia, lo que hace el Duce es lo que quiere Dios”. Esta es una combinación peligrosa, la de la política y la fe religiosa, la misma combinación que trae hoy a ponerse un cinturón de explosivos… por eso quise escribir La captura de Macalé, para que no se repita ese adoctrinamiento. La otra, La pensión Eva, en el periódico La Repubblica la calificaron de “una novelita erótica”, no entendieron nada.

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Y Salvo Montalbano, ¿cómo era de pequeño?

Pues Salvo era melancólico, porque perdió la madre muy pronto, y de ella sólo tenía el recuerdo, como si fuera un campo de maíz, esta es la imagen que tiene de su madre. El padre estaba siempre viajando y lo criaron los tíos, que lo trataron muy bien. Era un niño que no era muy feliz, aunque era alegre con sus primos, pero había un fondo de amargura y de injusticia. Después crece y participa en el Mayo del 68, y acaba siendo policía. Otro de sus compañeros del 68, Carlo Martello, termina dirigiendo un banco. El 90% de los hombres nacen como incendiarios y terminan como bomberos. Salvo no, aunque forma parte de las fuerzas del orden, contra las que combatió en París, es un buen funcionario pero rebelde, que no dice “sí, señor” siempre, a veces no hace caso a sus superiores. En China, que querían comprar la serie televisiva de Montalbano, luego dijeron que no podían porque reflejaba la vida de un “funcionario desobediente”, y eso sería un mal ejemplo. En Montalbano aún hay algo de esa rebeldía de juventud.

¿Qué hay del comisario Jules Maigret de Simenon en su Montalbano?

Como en Maigret, hay un trabajo de equipo, con todos los personajes secundarios que le rodean. Cuando  me planteé escribir una novela negra, como ejercicio, decidí adaptarme al esquema de la novela policiaca. La elección del investigador…, por ejemplo, Pepe Carvalho es un investigador privado, pero en Italia, los investigadores privados no tendrían la posibilidad de acción que tiene Carvalho, no podrían investigar un asesinato, ya que se cuidan de casos de infidelidad, traiciones bancarias pequeñas…, la elección de un policía institucional era necesaria. La duda era,  carabinieri o policía. Los policías no son militares, los carabinieri, la guardia civil italiana, sí. Un policía, si quiere, puede mantenerse en la frontera de las reglas, por eso escogí a un comisario. Maigret me vino a la memoria, porque los dos trabajan dentro de una comisaría. Por cierto, en la serie televisiva Montalbano sale más joven de lo que yo imaginé, el personaje literario es mayor, con más experiencia.

¿A usted le hubiera gustado resolver crímenes como a su personaje?

Noooo, que va,  a mí me interesan las investigaciones literarias. Los asesinos son unos imbéciles, en la vida ya tratamos con imbéciles, hasta en la oficina del catastro, pero hacer una investigación sobre un imbécil es mucho más triste, no, no, no…, yo me conformo con inventarlos, escribirlos…Lo que hice en la vida ya me ha bastado, no necesito más, eso sí, he tenido la suerte de ganarme el pan haciendo lo que me gusta.

¿Usted conoció a Luigi Pirandello?

Gracias a la obra de Pirandello, el teatro burgués ya no será más lo que era. Yo tuve la suerte de conocer a Pirandello, cuando yo tenía 10 años. Lo recuerdo como si fuese ayer, era una tarde de mayo y hacía un calor insoportable. Estaba en mi casa, y a las tres de la tarde, estaba yo jugando con un juego de química cuando llamaron a la puerta. Me encontré delante de mí a un “almirante”, con un uniforme lleno de medallas, un sombrero, una capa y una espada, nunca había visto cosa igual. El “almirante”, curiosamente, me habló en dialecto y me dijo: “¿Quién eres tú?”, y yo, en siciliano le dije mi nombre. Entonces preguntó por mi abuela Carolina, que en aquel momento estaba durmiendo la siesta. Le dije pase, pase… y me contestó que le dijera a mi abuela que Luigi Pirandello la quería saludar. Cuando avisé a mi abuela, se puso a exclamar: ¡Pirandello! ¡Pirandello!, hubo pánico en toda la casa. Luego vi que el “almirante” se abrazaba y besaba con mi abuela. Así conocí a Pirandello, vestido de gran académico de Italia, había venido a inaugurar la escuela primaria, debería llevar la camisa negra del fascio, pero para evitarlo, se vistió con el traje de gala de académico, que para mí era como un almirante. A propósito de traumas infantiles, para mí fue un trauma, tanto es así, que en el trabajo siempre quería evitar hacer cosas de Pirandello. Lo superé y luego hice mucho Pirandello, pero me costó muchos años.

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