altEl proceso de urbanización agresiva tristemente conocido como balearización todavía se cierne sobre la Mallorca bajo mandato regional del Partido Popular, y amenaza ahora con desfigurar uno de los barrios más atractivos de la ciudad de Palma, Es Molinar.

 

 

El proceso de urbanización agresiva tristemente conocido como balearización todavía se cierne sobre la Mallorca bajo mandato regional del Partido Popular, y amenaza ahora con desfigurar uno de los barrios más atractivos de la ciudad de Palma, Es Molinar.
 

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Es Molinar es un barrio litoral de Palma de Mallorca, separado del casco urbano por la autopista del aeropuerto. Debe su nombre a los molinos de viento harineros que antaño trazaron el perfil de su menestral skyline. Zona de pasado pesquero y fabril, sobre el solar de sus derruidas fábricas de curtidos han proliferado los grupos de viviendas adosadas, que hoy conviven pared con pared con las antiguas casas mallorquinas de una planta, y también con algunos bloques de pisos de la época del desarrollismo franquista.
 

La transformación de un barrio
 

En la primera línea marítima de Es Molinar, donde a principios de la década de 1990 no había aún más que un muro bajo, previo a la escollera, se alza hoy una plataforma elevada, mitad dique mitad paseo marítimo, que separa la calzada litoral de las pequeñas playas de arena o bajío que jalonan el barrio. Un espacio amplio, dinámico y muy populoso, frecuentado por deportistas, patinadores, paseantes y bañistas.
 

Al compás de esta transformación urbanística surgieron numerosos negocios de restauración, y muchas de las antiguas viviendas de pescadores fueron vendidas y remodeladas (buena parte de ellas se han convertido en alojamientos turísticos estacionales). El barrio creció en extensión sobre los descampados que lo separaban del vecino núcleo de Es Coll d’en Rabassa, y vio su población notablemente acrecentada, a la vez que descubría ciertas molestias cotidianas antes desconocidas; entre ellas, la densidad del tráfico en las estrechas calles donde muchos vecinos todavía sacan sus sillas a la caída de la tarde, para “fer sa xerradeta” (la tertulia vespertina).
 

Un proyecto mastodóntico
 

En el centro del paseo litoral de Es Molinar y como acurrucado en una dentellada del mar sobre la costa (la pequeña ensenada de Es Caló d’en Rigo), se encuentra el Club Marítim Molinar de Llevant (para los vecinos, Es Club), un pequeño puerto con capacidad para 130 embarcaciones, cuyo modesto calado solo permite el amarre de lanchas, pequeños veleros y los tradicionales llaüts mallorquines, en cualquier caso no superiores a los ocho metros de eslora. Se trata del decano de los puertos deportivos de Baleares, fundado en 1917.
 

En octubre de 2013, la junta directiva de Es Club dio a conocer un proyecto de ampliación de las instalaciones portuarias: una obra necesaria, según la misma fuente, para mantener la concesión administrativa del puerto, que finaliza en 2017 y cuya renovación exige la realización de obras de mejora estructural. El plan preveía la creación sobre el mar de un recinto portuario entre espigones, con 290 m de longitud por 300 m de anchura, que excedía sobremanera los límites actuales del puerto, tanto en su frente costero como por su penetración marítima. Si las nuevas instalaciones de ribera pasarían de los 5.000 m2 actuales a 37.000 m2, la lámina de agua interior ocuparía un 715 % más del espacio actual, con un calado apto para embarcaciones de hasta 20 m de eslora. El número de amarres sería de 315.
 

Se contemplaba también la demolición de la sede del Club, un edificio que en 2017 cumplirá cien años, y la construcción de tres nuevos inmuebles acristalados, con una amplia zona deportiva adjunta sobre la cala hormigonada,
 

Aparte de la amenaza de fin de concesión, los defensores del proyecto recurrieron al consabido argumento desarrollista, atribuyendo a la nueva infraestructura la virtud segura de atraer negocios y puestos de trabajo para el barrio.
 

Una falsa remodelación
 

Pronto se articuló un amplio frente cívico de rechazo a la obra, con la creación de la plataforma Al Molinar, Port Petit (literalmente: En El Molinar, Puerto Pequeño), que cuenta con la participación activa de la plataforma Salvem Es Molinar (Salvemos El Molinar), el Grup d’Ornitologia Balear (GOB), la Associació per a la Revitalització dels Centres Antics (ARCA), Amics de la Terra, la Federación de Asociaciones de Vecinos de Palma, la Asociación de Vecinos Vogar i Ciar y la organización conservacionista Greenpeace.
 

Convocado el período de consulta a entidades y empresas sobre el estudio de impacto ambiental, el GOB, organización emblemática del ecologismo insular, presentó alegaciones contra el proyecto ante la Secretaría de Estado de Medio Ambiente. En las mismas se cuestionaba la necesidad de crear un nuevo puerto deportivo en una línea costera de 13 km de longitud, la del municipio de Palma, donde ya existen siete instalaciones de estas características, con más de 2.600 amarres disponibles. Los promotores de la ampliación no aportaron ninguna justificación relativa a la necesidad de incrementar el número de amarres de Es Club, una pretensión cuando menos dudosa, si se tiene en cuenta que los puertos deportivos cercanos a Es Molinar no están, ni de lejos, saturados en su oferta.
 

Además, el GOB denunció la falsedad del propósito declarado de “mejora y remodelación”, pues se trataba de construir una nueva infraestructura, por completo ajena a la previa. En cuanto a los problemas del puerto actual, reconocidos por la organización ecologista (aterramiento de sedimentos arenosos, problemas en el dique de protección del puerto, inundación de muelles y pantalanes con temporales fuertes), se solicitó la realización de obras de remodelación adecuadas, pero en ningún caso de ampliación.
 

El segundo proyecto
 

El primer proyecto de pretendida remodelación del Club Molinar no halló respaldo ni en el Ayuntamiento palmesano ni ante el Consell Insular de Mallorca, cuyos respectivos plenos se posicionaron en contra. El alcalde de Palma, Mateu Isern, consideró en público que el plan era “desproporcionado”.
 

Ante la mala acogida de su propuesta, la directiva del club se comprometió a presentar correcciones al proyecto original… Pero lo realizado no fue sino un segundo plan de ampliación, tan independiente del primero que este no quedó anulado y siguió su curso administrativo ante las autoridades portuarias estatales.
 

El segundo plan de remodelación, presentado ante la opinión pública el 3 de agosto de 2014, reducía en un 40 % las dimensiones de su precedente: la superficie proyectada pasaba de 70.000 a 40.000 m2; el número de amarres descendía de 315 a 220; y la eslora máxima prevista de las embarcaciones se quedaba en 15 m. Los nuevos espigones, recortada su longitud en una veintena de metros, curvarían sus perfiles a modo de cazuela. Y persistía la dirección del club en la intención de derribar su actual sede social, aunque solo se construyeran ahora dos nuevos edificios, en lugar de tres, y se renunciara a la zona de instalaciones deportivas.
 

A la vista de lo anterior, el caballo de batalla de las protestas vecinales seguía vivo y coleando: las nuevas instalaciones ocuparían una superficie cuatro veces superior a la actual, con la desaparición de la ensenada natural del caló.
 

En el acto de presentación ante la prensa del segundo proyecto, la dirección del Club Molinar evaluó la cuantía de las obras en unos nueve millones de euros “autofinanciables” mediante la venta de los nuevos amarres. El presidente de las entidad, Rafael Vallespir, aseguró que no se perseguía la creación de un club rentable, “sino un club sostenible«. También autoalabó los esfuerzos de la directiva para armonizar las necesidades de la entidad con las demandas vecinales.
 

La respuesta de Al Molinar, Port Petit no se hizo esperar. En nota de prensa, la plataforma manifestó su indignación ante este segundo proyecto, igualmente desproporcionado a su entender; sin variación de su impacto ambiental, urbano y social con respecto a la propuesta original, puesto que “desfiguraría la fisonomía del barrio y del litoral«, y provocaría la alteración de las playas urbanas y los caladeros de pesca cercanos. Además, la asociación vecinal insistió en que el incremento de amarres y calado «no responde a una demanda real». En conclusión, se acusaba a la directiva de Es Club de mantener una postura “nada dialogante” con respecto al “consenso que le reclaman ciudadanos e instituciones«.
 

Construir un puerto para destruir un barrio
 

¿Qué consecuencias puede traer para Es Molinar la ampliación de su club marítimo?
 

No son pocas las quejas que los vecinos esgrimen cual memorial de agravios, y las hay de todo tipo.
 

Para empezar, de orden paisajístico. Ya se ha dicho que la obra supondría la destrucción del asentamiento natural del puerto, Es Caló d’en Rigo, que desaparecería bajo una plataforma de hormigón. El frente costero del barrio, uno de los más apreciados de la bahía de Palma a tenor de sus valores estéticos, quedaría roto por la excrecencia de las instalaciones portuarias (a diferencia de las actuales, que se integran armónicamente en la pareja faz del litoral). Por otra parte, los espigones a construir truncarían las panorámicas de la línea costera palmesana (catedral, Paseo Marítimo, dique del Oeste) que hoy se disfrutan desde Es Molinar.
 

El medio ambiente también quedaría afectado. No es desatinado pensar que los dragados enturbiarán las aguas, sobre todo si consideramos que el fondo marino de la zona es muy rocoso. Se teme igualmente a la contaminación generada por la afluencia de un número mayor de barcos. Todos estos factores amenazan la calidad de las aguas para el baño, y pueden suponer una merma de las especies de pesca (riesgo denunciado por la Cofradía de Pescadores de Palma).
 

En cuanto a la seguridad de las personas, el nuevo puerto creará una zona de tráfico marítimo intenso a pocos metros de una costa salpicada de playas, donde se concentra un número importante de bañistas en los meses estivales.
 

No resultan menos graves los problemas relativos a infraestructuras. Las vías de acceso al Molinar, que apenas se han ampliado desde la década de 1980, se colapsan con frecuencia debido al creciente número de residentes y visitantes, sobre todo los fines de semana. Con el nuevo puerto en funcionamiento, los vecinos temen que el barrio quede por completo colapsado.
 

Las propias obras portuarias constituyen el principal riesgo de colapso. La dirección del club no ha explicado cómo cree posible que la retícula de estrechas calles de Es Molinar asimile el tráfico de camiones y maquinaria, ni dónde piensa estacionar todo el material necesario para la preparación y desarrollo de la obra, en un lugar donde apenas median diez metros de distancia entre la puerta de acceso al club y la primera casa del otro lado de la calzada. Las obras –y su producto final– supondrían la eliminación física de la continuidad urbanística hoy presente en la fachada litoral del barrio.
 

Para concluir, no debe olvidarse que el desarrollo económico experimentado por Es Molinar en las dos últimas décadas, estrechamente ligado al sector de servicios (sustituto de las desaparecidas fábricas y de una actividad pesquera ya testimonial), ha sido posible gracias a los encantos tradicionales del barrio: emplazamiento, paisaje urbano y, ante todo, tranquilidad (nada que ver con las macrourbanizaciones de S’Arenal o Magalluf, refugio de las hordas del balconing y la happy hour). Estas condiciones fueron expresamente reconocidas con la calificación de Es Molinar como zona de Especial Protección Urbanística y Patrimonial (pleno del 19 de diciembre de 2013 del Ayuntamiento de Palma).
 

Esta publicación intentó contactar con la dirección del Club Marítim Molinar de Llevant, para conocer de primera mano los argumentos de sus responsables, en tanto que valedores del proyecto de construcción del nuevo puerto deportivo. A tal efecto se les envió por correo electrónico un cuestionario sobre el asunto, al cual nunca contestaron, pese a las buenas palabras de la persona encargada de las relaciones públicas de la entidad.

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