Asociaciones de vecinos y colectivos ecologistas advierten que la contaminación del aire en Barcelona supera los límites permitidos por la Unión Europea y es la causante de muchas de las enfermedades pulmonares que cada vez más gente padece en la ciudad. El Ayuntamiento, en cambio, afirma que la calidad atmosférica de Barcelona nunca ha sido mejor.

Barcelona enamora cada año a miles de visitantes que lo abandonan todo para quedarse a vivir en ella y también cultiva el cariño fiel de sus nativos, que la defienden a capa y espada como la mejor ciudad del mundo. Barcelona es fantástica, sin duda, pero más allá de lo visible, la capital modernista esconde —y ya no tanto— un grave problema: la contaminación ambiental. La alta calidad de vida de la que presume en todos los ránquines se está viendo seriamente deteriorada por el exceso de partículas nocivas en el aire y las emisiones de óxido de carbono (NOx) producidas, principalmente, por el transporte rodado.

Son muchos los grupos ecologistas que alzan la voz cada vez más alto para denunciar esta falta. Guanyem, por ejemplo, explica en un comunicado que en Barcelona desde hace más de quince años se superan los límites establecidos por la Directiva Europea como máximos aceptables para no poner en riesgo la salud de las personas. «Los efectos de estos incumplimientos son múltiples, sabemos, por ejemplo, que la contaminación del aire en Barcelona afecta a numerosas enfermedades respiratorias —entre ellas el asma—, favorece los problemas cardiovasculares, afecta al peso de los recién nacidos y es responsable, como mínimo, del 20 % de los cánceres de pulmón», advierte la plataforma que encabeza Ada Colau.

La contaminación del aire en Barcelona deriva principalmente de la emisión de NOx producida por el transporte vial y, en concreto, por el uso generalizado del diesel como combustible. «Los vehículos diesel son la fuente central de emisiones de partículas, que es lo más dañino para la salud, especialmente para el cáncer de pulmón», explica Belén Álvarez, coportavoz de Equo, partido que también forma parte —con Guanyem— de la candidatura Barcelona en comú para las próximas municipales y cuyo programa se centra en la sostenibilidad del medio ambiente.

«Todos se compran vehículos diesel porque el combustible es más barato, pero lo cierto es que contamina bastante más que la gasolina», puntualiza Álvarez. «En realidad, el diesel es más barato porque es un subproducto de la gasolina que no tenía salida al mercado y para poder comercializarlo se le bajaron los impuestos —dice la miembro de Equo— pero el insulto a la salud pública es tan grande que no debería haber ningún problema en prohibir su uso».

Toni Ribas, el otro portavoz de la formación, explica que su partido —en colaboración con otros grupos ecologistas como la Plataforma per la qualitat del aire y el colectivo que a nivel mundial trabaja con el cambio climático, 350.org— está preparando una serie de medidas para mejorar lo que, creen, es un problema estructural de Barcelona. El primer frente sobre el que quieren actuar es la reducción del tráfico motorizado y para eso favorecer el uso de la bicicleta con más carriles, así como establecer rutas peatonales para que la gente lleve a los niños a la escuela andando.

También apuestan fuerte por el transporte público, con la idea, por ejemplo, de un título de tarifa plana para los diferentes medios de transporte y la ampliación de las zonas con el objetivo de abaratar los desplazamientos (actualmente en Barcelona existen hasta seis zonas de viaje y en cada una el precio se incrementa casi al doble). «No es lo mismo sesenta personas en un autobús que sesenta coches», esquematiza Ribas.

Para la reducción de las emisiones de óxido de carbono, la agrupación ecologista propone establecer barrios con tráfico restringido, aumentar las zonas 30  y hacer que se cumpla el límite de 50 km/hora en la ciudad que, según manifiestan, nadie lo cumple.

El Ayuntamiento de Barcelona, por su parte, se muestra orgulloso de su gestión medioambiental y asegura que la ciudad presenta «los mejores datos de su historia». Así lo afirma el concejal de Medio ambiente y Servicios urbanos, Joan Puigdollers, quien explica que su prioridad es aumentar el espacio para los peatones y de ahí las obras de ampliación de las aceras que, por ejemplo, se están llevando a cabo en una de las arterias principales de la capital catalana, la avenida Diagonal. «Más del 50 % de los desplazamientos se hacen a pie o en bicicleta —afirma— lo cual es un comportamiento envidiable de la ciudad».

Desde los colectivos ecologistas y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB), la percepción es muy diferente. «Los datos actuales serán los mejores, pero eso no significa que sean buenos», advierte Toni Ribas, portavoz de Equo. «Es cierto que la tecnología de los coches ha mejorado —ahora hay muchos que funcionan con gasolina sin plomo— pero eso no es suficiente», añade Belén Álvarez, la otra representante de su partido.

«Por otra parte, también es verdad que se ha visto una mejoría en los carriles bici, pero eso no viene acompañado con un aumento de párquings para estos vehículos y un plan sólido de movilidad para fomentar que no seas un héroe cuando coges la bici», remarca Álvarez.

La agrupación denuncia que el tripartito implantó en su día la zona verde —aparcamiento para residentes— con el objetivo de financiar el Bicing —la red pública de bicicletas de Barcelona— y la primera medida en cuanto a movilidad que tomó el actual alcalde de CIU, Xavier Trias, fue hacer gratuita la zona verde y aumentar la tarifa del Bicing.

Pero si bien el 50 % de las emisiones de óxido de carbono que contaminan el aire provienen del transporte rodado, otro 30% lo provoca el Puerto de Barcelona, donde los cruceros no apagan el motor cuando atracan porque tienen que mantener su electricidad interna. Los grandes barcos que llegan al puerto de la ciudad contaminan el aire hasta 400 kilómetros más allá de la capital catalana, según han denunciado organizaciones ecologistas y vecinos. De las mediciones de la calidad del aire llevadas a cabo en el puerto de Barcelona se desprende que hay concentraciones de hasta 428.000 partículas ultrafinas por centímetro cúbico cerca de las terminales de cruceros del puerto, niveles que superan la concentración de partículas que se puede dar en una calle con un alto nivel de circulación de vehículos, como la avenida Meridiana de Barcelona, con entre 20.000 y 30.000 partículas.

«Estamos por encima de los niveles legales permitidos por la Unión Europea y ahora, como hemos sido denunciados por eso, estamos esperando la multa», alertan los representantes de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB). «En el Ayuntamiento sostienen que la UE pone límites incumplibles, pero nosotros, como vecinos, creemos que incluso los niveles de la OMS —que son todavía más estrictos— están también muy por debajo de lo que exigimos, una ciudad en la que no se exponga a los ciudadanos a agentes cancerígenos», rematan desde la FAVB.

Todas las organizaciones ecologistas coinciden en que el primer paso que debe darse para mejorar la calidad del aire de Barcelona es una campaña de sensibilización pública alertando de los serios riesgos para la salud que comporta, sobre todo, el excesivo uso del coche. «Este es un escándalo del que nunca se habla, quizás, porque ninguno de nosotros quiere saber lo que estamos respirando cada día», reconoce Belén Álvarez, de Equo. «Pero la gente tiene que ser consciente de que muchas de las enfermedades pulmonares que se aceptan sin más son efectos de la contaminación del aire en Barcelona y que los problemas son más graves que las medidas tímidas que se están tomando».

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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