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Entre el cómic y la novela gráfica, Cuentos de muerte y demencia de Allan Poe, es una interesante propuesta que nos ofrece la editorial Nórdica Libros para visitar, o revisitar, el mundo extraño y melancólicamente terrorífico del autor bostoniano. Cuatro son los cuentos que se recogen en este volumen, a saber: “El corazón delator”, “El sistema del doctor Tarr y el profesor Fether”, “La caja oblonga” y “Los hechos del caso del señor Valdemar”. Se agradece la nueva traducción, a la que nos tiene acostumbrados el editor Diego Moreno, al que le oí decir en una ocasión que cada generación debe tener una nueva traducción de los autores y obras fundamentales, y Poe por supuesto que es un autor fundamental. La traducción corre a cargo de Íñigo Jáuregui.

altY claro, las  ilustraciones entre lo macabro y lo simpático, son de un experto en esas negruras del horror y de los abismos abisales del delirio y la demencia, no en vano, Gris Grimly, porque es de él de quien hablamos, ya tiene una importante obra publicada, y alguna película, dentro del género del terror y la fantasía más gótica, por ejemplo el libro ilustrado de Neil Gailman, El alfabeto peligroso o La leyenda de Sleepy Hollow (El jinete sin cabeza de Washington Irving) y los cortos de animación, como por ejemplo el Pinocho que realizó con Guillermo del Toro.

El latido de la víctima que retumba en la conciencia del victimario: “¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? Una institución mental y una descripción aparente normal de lo anormal. Una caja misteriosa, un barco con un secreto y la sobra de la necrofilia, y por último el mesmerismo y la mirada penetrante del hipnotizador que, quizá, pueda detener el hecho biológico de la muerte, en un relato que fue tomado como un verdadero informe científico en su época, por cierto. En fin, 160 páginas a todo color que alimentan los sentidos y algo más, porque ya saben: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”, pedía a su familia a través del correo Fedor Dostoyevsky desde su destierro en Siberia.

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