Como le sucede a todo el mundo, uno no valora lo que tiene a su alcance y como sucede en todos los lugares y en cualquier ciudad como Barcelona, los que prueban de sobrevivir en ella la repudian y los extranjeros la ven como un lugar ideal para empezar una nueva vida cerca del mar. Es el caso de esta pareja de músicos californianos, Monalia Ventress y Mark Lewis, que ya llevan años instalados en el barrio de Gracia donde también tienen su estudio. Son artistas polifacéticos. Tienen cuatro páginas web desde las cuales se pueden escuchar sus canciones por 9 céntimos y comprar su música con la particularidad que los derechos de autor tan sólo se pagan una vez y no cada vez que usas su música.
Lewis y Ventress empezaron el negocio casi como un hobbie. “Componíamos música para la televisión y para Walt Disney pero había música que no vendíamos y se nos ocurrió la idea de venderla a través de Internet”. Empezaron desde la nada. Poco a poco. Eran los tiempos en que vivían en Nueva Zelanda pero ya tenían en mente instalarse en Barcelona. De golpe, se pusieron en contacto con el primer músico que quería participar en su proyecto que “casualmente era Mataró”, dice sonriente Ventress.
Desde entonces ya han hecho camino, ahora sus plataformas como partnersinrhyme.com ya cuenta con 30.000 visitas al día. Componen música, registran sonidos, como el disparo de la Polaroid, una puerta que se cierra… Lewis se anima y nos empieza a hablar de sonidos. “Cuando vamos a Senegal o Marruecos es genial porque no hay electricidad ni coches y tienes un sonido puro, como el canto de los pájaros, que aquí con el ruido pasa desapercibido”, confiesa y se sincera avivadamente “el sonido que más odio es el de cortar el hielo del congelador”.
A esta pareja no le falta iniciativa. Un proyecto que Lewis tiene en mente es crear música para las tiendas, para que puedan poner su música desde el ordenador, ya “que ahora tienen que pagar los derechos de autor al SGAE cada vez que reproducen la música”.
Escriben todo tipo de música desde este estudio situado a pie de la calle Martinez de la Rosa con la complicidad de los muebles viejos que lo decoran, las cuatro guitarras, el teclado, los ordenadores y dos perros encantadores y que entre ellos son la antítesis junta: uno muy pequeño y movedizo y otro grandullón y dormilón.
Afirman conocer ya todo el barrio, “que a diferencia de Hollywood los comercios no son grandes cadenas y la vida es más personal”. Su cotidianeidad en el barrio les ha echo crear raíces e incluso ahora colaboran con los gitanos de la calle Romaní para sacar adelante un álbum de flamenco. “Estamos aprendiendo su cultura, no lo hacemos para ganar dinero”, afirma Lewis. Su sintonía a la hora de trabajar con ellos “me ha hecho aprender sus criterios musicales”. Y culturales. Lewis no entendía porque de la noche a la mañana la calle se vistió de negro y la gente no paraba de llorar “hasta que supe que era porque estaban de luto”.
Los dos saben que en Estados Unidos ganarían el doble de dinero que aquí pero también valoran su calidad de vida “antes de empresarios somos músicos”, destaca Ventress.
Periodista y gestora cultural.