«¡Fuera, las Olimpíadas son dentro de dos meses, no tienen nada que hacer aquí!» Con la voz grave, Fouad, voluntario de la asociación Enfants du Canal, cita las palabras pronunciadas por los policías a las personas que vivían en las calles y que se disponían a evacuar a la fuerza. Ya en junio, un informe de las 104 asociaciones de solidaridad que forman el colectivo Revers de la médaille alertaba sobre la «limpieza social» que se estaba produciendo en vísperas de los Juegos Olímpicos de París: 12.500 personas habían sido desalojadas en la región parisina durante el año anterior. Eran unos doce los que tomaron la palabra, invitados por Revers de la médaille, a orillas del Sena, en París, el 16 de julio. Refugiados, menores no acompañados, personas sin hogar, en situación de calle… Voces e historias diversas, pero todas ellas describían una situación que se había deteriorado dramáticamente pocos días antes de la inauguración de los Juegos. Y para Paul Alauzy, coordinador de Médicos del Mundo, los poderes públicos se extralimitan: «Podemos hablar de fase final de la limpieza social». Los días 16 y 17 de julio fueron evacuados siete campamentos en los que se encontraban más de 500 personas. Entre ellos se encontraban los últimos campamentos de inmigrantes del canal de Saint-Denis. «A diez días de los Juegos, las autoridades tienen un poco de pánico», afirma Paul Alauzy. El gobierno y la prefectura regional mantienen algunos lugares vacantes en la región de Île-de-France (la capital y alrededores, ndt) para alojar a los últimos evacuados.
La asistencia evoluciona
«Durante un año, la estrategia muy clara de las autoridades consistió en alejar de la vida olímpica al mayor número posible de personas consideradas indeseables, enviándolas a otras regiones mediante el sistema de esclusas regionales», explica Paul Alauzy. Un resultado de la lógica de «desconcentración» aplicada desde 2015, añade. Las personas evacuadas de sus campamentos tuvieron que cumplir «condiciones drásticas» para permanecer en Île-de-France: contrato de trabajo indefinido o contrato de duración determinada de nueve meses, domicilio en la región… Una carrera de obstáculos
Abdi, refugiado en Francia desde hace casi dos años, puede atestiguarlo. Unos cien días antes de las Olimpiadas, cuatro autobuses estacionaron frente a la casa ocupada de Vitry-sur-Seine donde él también se alojaba para llevar a sus ocupantes a otra región. «Me negué porque estoy esperando el permiso de residencia y el pasaporte de la prefectura, y una formación», dice. Desde entonces, vive en la calle. Laura forma parte de la docena de familias romaníes que fueron desalojadas con carácter de urgencia del terreno perteneciente a la autoridad intercomunal de Plaine Commune, que las alojaba. Vive con sus hijos en un parque -las familias, que ganaron su recurso ante el tribunal administrativo, aún no han sido realojadas.
Cambio de estrategia de las autoridades
Detrás de las dificultades de estas existencias dispersas se esconde la conciencia de ser invisibles. El objetivo sigue siendo el mismo: «¡Deslocalizar la miseria!», dice Paul Alauzy, para mostrar a los espectadores un «París de tarjeta postal». Pero el cambio de estrategia en vísperas de los Juegos es flagrante. Ahora envían a los evacuados a «lugares tampón» creados por la Drihl (dirección regional e interdepartamental de alojamiento y vivienda) en toda la región de Île-de-France. Algunos de estos sitios funcionan como centros administrativos de acogida y examen de las situaciones administrativas (CAES), gestionados por la prefectura regional, con una evaluación de la situación de los inmigrantes. En una nota interna de junio, que L’Humanité pudo consultar, la Drihl anunciaba 539 lugares de «acogida» para familias y 224 lugares para personas solas en gimnasios y hoteles sociales. La mayoría de estos lugares fueron abiertos el 1 de julio.
Le Revers de la médaille había identificado 3.000 plazas en hoteles sociales -alquilados por el Estado para personas en situación precaria- suprimidas en la región de Île-de-France en 2023 para que los hoteles pudieran reanudar sus actividades turísticas. En junio, el colectivo pidió a los poderes públicos que dieran un «paso cualitativo» en la atención a las personas sin hogar. Sin resultado. La duración del alojamiento también había sido restringida. Con consecuencias, como describen tres madres de la República Democrática del Congo que ahora se enfrentan a las dificultades de cambiar constantemente de alojamiento. Atrás quedaron los períodos renovables de un mes en el mismo alojamiento, que permitían estabilizar la situación al mínimo e inscribir a los niños en una escuela cercana. Había cambios cada semana: «Por la mañana, teníamos que salir con todas nuestras pertenencias. Vagamos por toda la ciudad para ir a dormir. Y no sabemos qué nos va a pasar durante las Olimpíadas. Pocos días antes de los Juegos, los alojamientos reubicados en «lugares tampón» de la región de Île-de-France les dan refugio durante treinta días, lugares explícitamente «no perennes», según la nota interna de la Drihl. Otra forma de ocultar la miseria mientras duren los Juegos.
Los campamentos son evacuados y el espacio público también se vuelve inhóspito para impedir así su reubicación. En el Quai de Jemmapes (relativamente cerca de, por ejemplo, el Centro Pompidou), se instalaron «mesas de picnic y una nueva barcaza» al día siguiente de la evacuación, informa Paul Alauzy. En la Galerie de l’Ourcq (en el Parque de la Villette), donde fue evacuado un campamento el 16 de julio, se va a instalar una estación Vélib’ (biciletas de alquiler) para facilitar el acceso a la zona de fiestas del Parque de la Villette. En el puente de Stains, en Aubervilliers (Seine-Saint-Denis), colocaron bloques de cemento que parecen ladrillos de Lego. Si bien los campamentos no son una solución de alojamiento, las evacuaciones conducen a un aislamiento social aún mayor y alejan a las personas evacuadas de las asociaciones (que les brindan asistencia).
Cuando le pidieron que llevara la llama olímpica, Pierre, cofundador de la asociación BubbleBox, que construye duchas móviles para personas sin hogar, refugiados e inmigrantes, «dudó en decir que no». Pero aceptó por el bien de los beneficiarios y de los militantes de la asociación. «Si yo llevaba la llama, era por ellos, porque ellos tienen la llama y la llevan todos los días. Esta llama ilumina, calienta, incendia, nunca se apaga». Migrantes, refugiados, trabajadores sin papeles, menores no acompañados, trabajadoras y trabajadores del sexo… todas estas personas invisibles esperan que sus historias sirvan para que tomemos conciencia de la situación. Le Revers de la médaille tiene previsto hacer un balance de los Juegos Olímpicos en septiembre. Pierre concluye: «Reclamamos la esperanza de poder disfrutar de los Juegos sin que la fiesta se vea enturbiada por el trato indecente a seres humanos vulnerables y excluidos».
*Fuente: https://vientosur.info/se-multiplican-los-desalojos-para-un-paris-de-tarjeta-postal/
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.