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A las cuatro y media de la tarde camino hasta plaza Universitat para cubrir la segunda marcha en Barcelona de este primero de mayo. Es la movilización alternativa, la que convocan los anticapitalistas y otros colectivos y que sumará participantes a un día que se recuerda como el más masivo cuanto a movilizaciones durante mucho tiempo en toda la península.

Las informaciones de la actividad de la mañana son disímiles, mientras los mossos hablan de quince mil personas marchando por Passeig de Gràcia, la UGT y CC.OO cifran en cerca de cien mil los manifestantes, una diferencia que a pesar de lo gigante, hace notar de todas formas que la gente decidió salir a la calle para hacer escuchar su preocupación y descontento con la situación que hoy se esta viviendo..

Pero en la mañana y tarde del martes no solamente se multiplicaron la cantidad de civiles en las calles de la ciudad, lo que no es de sorprender antes las noticias de recortes y reformas que se vienen anunciando desde hace un tiempo, sino que también la cantidad de efectivos policiales que rodean la Plaza Universitat controlando a los grupos que se acercan con lienzos o bolsos desde distintas calles.

Cruzándome con un par de piquetes uniformados que revisan a los peatones que caminan hacia mi mismo destino llego hasta la plaza donde ya se comienza a convocar la gente, falta media hora para las cinco y poco a poco empiezan a flamear las banderas, que no tienen logos de los partidos tradicionales, y los lienzos que claman en contra de la reforma laboral. Es curioso ver pasar también a algunos turistas arrastrando sus maletas hacia la estación del metro, la entrada la tienen cerrada y si no apuran rápido el paso hacia otra, perderán  el vuelo y el puente se les alargaría obligatoriamente.

Me siento en una banco y saco la libreta de apuntes, señal de llamado inmediato para que se me acerquen un par de personas preguntándome si soy periodista, les respondo que si, que por lo menos hoy he vuelto a serlo luego de algún tiempo.

El relato que me hace un hombre algo mayor viene a corroborar lo que he visto; se confiesa impresionado con la cantidad de mossos que se reparten por todas las calles que conducen hasta la plaza, es que dicen que se están entrenado para lo que vendrá en un par de días, la cumbre del banco central europeo y esta convocatoria es una prueba de las nuevas técnicas que podrían estrenar durante la semana.

Esto lo saben los convocantes y por las bocinas, en medio de las arengas y el grito anticapitalista, lo repiten y lo vuelven a señalar, no hay que dejarse provocar por la policía y hay que mantener el orden y carácter pacífico de la marcha, y el resultado es positivo pues no se ven desmanes a lo largo de toda la caminata que termina en Paral Lel frente a las chimeneas y que se ha prolongado por poco más de una hora.

Los diarios hablan de dos detenidos, uno por desorden y otro por delito en contra de la salud pública, este último debe ser hoy bastante grave ya que con los recortes en el tema la idea es que nadie se acerque a los hospitales ni se le ocurra enfermarse.

El recorrido fue tranquilo, a las seis de la tarde el camión que marcaba el paso al ritmo de música comenzó a avanzar por la Gran Vía para doblar en carrer de Viladomat, donde un contingente de mossos uniformados y otros de civil, pero con un vistoso brazalete que decía policía vigilaban con sus rostros cubiertos la marcha que no tardó en llegar a Paral Lel.

Ahí la columna se detiene, los gráficos toman sus fotos y los que no participan miran desde los balcones de los edificios o desde los cafés, quizás preguntándose si era necesaria tanta policía para una manifestación que conmemoraba un nuevo día del trabajo cuando, paradójicamente, es lo que más falta hoy.

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