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Sinopsis:

Argentina, comienzos de los años ‘80. Detrás de la fachada de una típica familia del distinguido barrio de San Isidro, se oculta un siniestro clan dedicado al secuestro y asesinato como modo de vida.

En Argentina la vida y obra del clan Puccio estremeció a todos los estratos de la sociedad. En sus andanzas había horror de sobra para todas las clases sociales y estéticas, para los periódicos más amarillos, como también los de crítica cultural y política: un agente de los grupos paramilitares de la dictadura militar que secuestró y asesinó e hizo desaparecer en conjunto a unos 30 mil militantes políticos, hacia el final de la dictadura se reconvierte en un secuestrador y extorsionador que va por libre. Se le llamaba popularmente a esta condición, la mano de obra desocupada de la dictadura.

Hubo muchos grupos paramilitares que se plegaron a esta dinámica. Lo que distinguió a Arquímides Puccio fue que los secuestrados pasaban su cautiverio en los bajos de la casa donde habitaba la familia: hijos, hijas, mujer, todos normales componentes de una familia que al parecer no encontraba muy extraño que sucedieran esas cosas por los sótanos de la casa. Toda una metáfora siniestra de los años de dictadura y connivencia represiva.

La de los Puccio es una de esas historias que mucha gente denomina como de película, aunque por lo general estas historias que parecen de película nunca son fáciles de llevar a la pantalla.

Pablo Trapero, tiene ya a esta altura de su conocida y triunfante filmografía: Mundo grúa, El bonaerense, Elefante Blanco, un buen background como director de cine: controla muy bien la estructura de la narración, tiene una mirada personal ágil y contemporánea, combina muy bien un saber clásico de la narrativa fílmica y dispone el espacio fílmico de manera interesante. Por lo general, los actores que elige funcionan de maravillas en las propuestas naturalistas de este cine que juega a reflejar dimensiones de la vida misma.

Actuación, ritmo, interés de la historia, todos estos elementos están muy bien combinados en la película, y sin embargo hay algo en esta historia monstruosa que la película no acaba de mostrar.

Frente al hecho del clan Puccio uno no puede dejar de preguntarse, cómo es que esta familia aceptaba esta condiciones de vida; cómo se puede convivir con el horror de esta manera tan brutal. Es cierto que la historia universal del último siglo nos da datos para poder figurar la ceguera frente al horror de los otros, pero de todas maneras, la historia del clan Puccio nos enfrenta nuevamente a este hecho y necesitamos una vez más una respuesta convincente, un discurso que rasgue la superficie de las cosas. Y por alguna razón la película de Trapero no llega a profundizar alguna huella, alguna señal, alguna respuesta, alguna seña del horror vivido en primera persona. Es más, se podría decir que de manera consciente, el guión no pretende fijar sentidos ni dar demasiadas  explicaciones, sino fijar acontecimientos, mirarlos de cerca y fijar la mirada del espectador en aquello que sucede (hay muchas imágenes donde la distancia focal es tan corta que solo se consigue ver en foco un plano, todo el resto son brumas), y en esta manera de fijar el foco sobre el primer plano de la historia que se va construyendo, nos va situando con mucha efectividad. Pero sin embargo, no parece suficiente: como espectadores de la historia, de esta historia de horror, queremos algo más. Queremos saber cómo, porqué, de qué manera, hasta qué punto…. Son muchos las preguntas que uno se va haciendo a lo largo de la película, y muchas de ellas no encuentran su momento expansivo en el drama de la película. Quizás la opción de narrar la película desde la mirada de Alex, uno de los hijos del Clan, haya sido una buena elección, pero eso nos distancia de la figura del Padre, el personaje principal de la trama. La película bascula entre un protagonista y otro, sin decidirse a contar la vivencia y desarrollo del horror en profundidad desde la psicología personal de alguno de los dos protagonistas. El gesto inerme e inexpresivo del patriarca de los Puccio, interpretado en forma compleja y fascinante por Guillermo Francella, parece prometernos una mirada y un espejo que nunca llega.

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Estreno: 13 de noviembre de 2015

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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