Falsas crisis empresariales, insolvencias ficticias, conflictos societarios, herencias imposibles, informática forense y alguna que otra infidelidad, “la arqueología profesional, el lugar común”. Todo ese tinglado es el día a día del detective y criminólogo Juan Carlos Arias (Sevilla, 1960) desde hace tres décadas.

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Fundador de la agencia Adas y divulgador de su oficio en distintos medios y universidades, ha publicado recientemente su cuarto libro, “Detectives.RIP” (Editorial Seleer), en el que ofrece claves históricas, casos reales y datos sumariales inéditos para ilustrar el acoso y derribo de su gremio por parte del poder político. Como ejemplos más flagrantes, las mediáticas operaciones Método 3 y La Pitiusa, que según el autor han derivado en una Ley de Seguridad Privada “insólita” en la que el investigador privado es “digno de toda clase de controles administrativos y policiales”

¿Cuál era el objetivo de su larga investigación para este libro?

Trabajé como detective desde 1983. Un año antes aprobé unas oposiciones para obtener la licencia. En 1984 convalidé la diplomatura en Criminología en la Universidad Complutense. Desde entonces he constatado que esta profesión ha ido a peor en cuanto a límites operativos, reconocimiento profesional, respeto social, controles y castigo de la administración más indiferencia o acoso de la autoridad. Al detective lo invisibilizan quienes se nutren de sus informes e información que les privilegia para pactar, negocios, ganar pleitos, etc… Por esta cuestión y porque no faltan clientes al detective ni su demanda sino que sobran profesionales independientes, es por lo que creo que debo aportar mi granito de arena en formato de libro. ‘Detectives.RIP’ es el resultado de ese proceso.

¿La conclusión es que la profesión de detective está muerta hoy día?

Mi tesis, que no conclusión, es que se quiere asesinar este digno oficio. Lo proclama alguien vivo a punto de quedarse moribundo porque el detective del siglo XXI molesta al poder, es incómodo a las autoridades. Ahora los políticos (mediocres en su mayoría) que ocupan cargos no quieren a nadie que maneje información solvente o veraz que moleste sus intereses. La corrupción les alcanzó y no quieren testigos que enmienden su plana de que ’aquí no pasa nada’ como consigna oficial para engañarnos con palabrería ya manida. Esta realidad transformará el bipartidismo reinante, el nacionalismo periférico y las relaciones sociales en un marco donde la clase media es pobre, sobrevive, y los ricos seleccionan a sus iguales. Los pobres no esperan nada para cambiar su estado de marginalidad laboral y social.

Explique las distintas fases de la persecución y el acoso al que está sometido el oficio.

Acredito en ’Detectives.RIP’ que desde el franquismo el detective es ninguneado. Órdenes ministeriales de Gobernación de 1951 y 1972 escondían al detective en ’agencias privadas’. La policía ‘gubernativa’, no judicial como ahora, imponía el renovarles licencia anual como corsé para sobrevivir a los rigores profesionales de la dictadura. Durante la transición entiendo que el acoso cesó temporalmente. La ‘Orden de Rosón’ en honor al Ministerio del Interior canalizó el empeño de Adolfo Suárez de ‘dejar hacer’ mientras no se incumplieran leyes sustantivas, es decir, el Código Penal. El felipismo y Rajoy comparten una Ley de Seguridad que ata al detective a ‘empresas de seguridad privada’ cuyo articulado es punitivo y de control para evitar conductas indeseables para quienes afanan controlar la información extrapolicial. El gobierno del PP, además, orquestó una redada que detuvo a casi 100 detectives (Operación Pitusa) cuyo sumario en Juzgado de Instrucción 17 de Barcelona archiva día a día imputaciones a estos investigadores. El escándalo de ‘Método 3’, que destapó algo sabido en el gremio de detectives, desvela hasta qué punto maridan las cúpulas de la inteligencia, policía y políticos de amplio espectro trasvasando dosieres comprometedores. Cuando llega el PP de Rajoy al poder y su Ministro barcelonés del Interior, Jorge Fernández, esto parece que no interesa. Quizás en La Camarga se comentan estas cosas y es lo que justifica una insólita Ley de Seguridad Privada donde el detective es tratado como sujeto peligroso y digno de toda clase de controles administrativos-policiales.

El Método 3 y La Operación Pitiusa son dos de los casos más paradigmáticos de este acoso. ¿En qué consistieron y en qué se concretó esta represión y silenciamiento que denuncia?

Este es el quid de la cuestión. Primero se reprime, se airea el ‘operativo policial’ a todo bombo. Mi paisano sevillano, Antonio Machado dejó escrito que ‘si los españoles (extensible a catalanes, vascos, andaluces, gallegos…) habláramos de los que sabíamos, reinaría el silencio…’. Quiero decir que esto de Pitiusa y Método 3 representan, de un lado, recursos dramáticos del poder más rancio. De otro, estamos ante laberintos dentro de las cloacas. Varias pistas: al informático Bevilacqua, el mismo que filtró correos entre Undargarín y Torres, colabora con el CNI y la Inteligencia Bolivariana del fallecido Hugo Chaves y ya con Nicolás Maduro no reconoció declaraciones, ni quejas públicas tras su detención. Una buena pregunta: ¿dónde están los archivos de Método 3? ¿Por qué el President Mas, la Cospedal o el Ministro Fernández tienen tanto interés sobre Pitusa y Método 3? Entiendo que estos sumarios se quedarán en nada, pero alguien, no se sabe quién, tenía que demostrar cómo podía a los poderosos….

¿Estos atropellos y censuras contra los detectives prueban que España es un país en el que interesa más la mentira, la picaresca, la corrupción y el juego sucio que la verdad, la transparencia y la honradez?

Somos un país de herencia latina, tenemos costa Mediterránea. No interesa la verdad. Sólo visualizamos, o entendemos, lo que se nos quiere hacer creer. Si hay corrupción y pruebas evidentes, los afectados ven sólo conspiraciones galácticas. Presumen, además, de inocencia y derivan culpas a muertos o vivos que no tienen buenos abogados o carecen de argumentos. La verdad, transparencia u honradez parecen iconos inalcanzables, aunque es cierto que la mayoría rechaza prácticas corruptas que dificultan tan nobles fines. Entiendo que el problema está en la moral pública que trasciende del ciudadano.

¿Cuáles son los tópicos y estereotipos más extendidos acerca de los investigadores privados? ¿Las series televisivas han ayudado a combatirlos o a consolidarlos?

Aquí hay un problema. Como detective me considero un tipo, un vecino o contribuyente, normal. Una mayoría de colegas creo que son así también. Pero una minoría de Anacletos o Torrentes, por llamarlos de alguna forma, se creen parte del mito detectivesco. Sospecho que se miran al espejo por las mañanas y se creen más guapos o listos que los demás. El mito del detective proviene del molde anglosajón. Allí investigan delitos, colaboran con la justicia y son respetados socialmente. En la ficción, o son tramposos y glamurosos, o bien husmean escándalos en cloacas de una sociedad que parece perfecta a los ojos del lector o espectador de la pequeña o gran pantalla. El tópico negativo del detective español, o catalán, vasco o extremeño es que está en algo malo que encima inventa para alguien poderoso. Representa lo peor, el brazo podrido, de la cúpula de una sociedad enferma. El estereotipo positivo es que un buen detective ayuda a divorciadas a cobrar pensiones de exmaridos que fingen insolvencia, empresarios que inventan crisis o destapan a sindicalistas insolidarios con respecto a quienes representan. Ese detective, de ser muy bueno y rentable, lo suelen ‘esconder’ quienes viven de sus rentas: abogados, empresarios, potentados y particulares especialmente ególatras.

¿Y qué requisitos debe tener un buen detective? ¿Se nace o se hace, es decir, todo el mundo puede llegar a serlo con formación y experiencia o hace falta tener un instinto y una personalidad concreta?

Entiendo que para ser buen detective no sólo se precisa vocación. Todos nacemos iguales pero nos modelan influencias familiares. Si tu padre es abogado querrá que heredes el bufete o al menos estudies Derecho. Creo que el detective debe tener paciencia, aplicar la lógica con sobredosis y usar la tecnología en la medida que lo natural fluye de la mano de la verdad. El investigador privado que hace de ‘agente provocador’ apenas cobra el informe pero después se desmonta su pequeña hazaña que, lamentablemente, suele dar vergüenza ajena. Ser detective y hacer negocios con este oficio no es recomendable.

¿Hasta dónde es ético que llegue un detective?

Hasta que encuentre el punto que armonice el derecho al información con la privacidad individual, empresarial o familiar. La colisión de derechos causa conflictos en los que al detective lo dejará sólo hasta su propio cliente. El investigador privado es un huérfano de vez en cuando acompañado. La verdad es su único aliado a mi modesto entender.

¿Cómo ha cambiado la profesión en los últimos 30 años?

Bastante. Antes, por ejemplo, en los años 80, entre abogados se anunciaban actuaciones (querellas, denuncias, demandas…) para favorecer pactos. Ahora te llaman desde un bufete partiendo de la base que el informe del detective engrosará una acción legal sorpresiva. Entre colegas había formas, nos veíamos y hasta desvelábamos clientes peligrosos o morosos. Ahora la jungla de cobrar a la baja causa estragos entre colegas con licencia pero sin agencia que citan a clientela en bares u hoteles alegando que están de obras cuando en realidad pescan en Internet, con dinero que se ahorran de alquileres o de mantener despachos en propiedad.

¿Le han sucedido anécdotas divertidas durante su trayectoria?

Para descubrir ciertas verdades halago el ego de mi objetivo. Entonces me asombro hasta qué es lenguaraz cualquiera hablando bien de sí mismo. Una vez una anciana me indicó que ella cuando era joven enamoraba a personajes famosos. Gracias a obtener la información que buscaba tuve que soportar trolas infumables de alguien que esperaba la oportunidad artística, pues trabajó como actriz secundaria de teatro, que nunca le llegó, con lo que acabó siendo una digna ama de casa… Anecdótico es también que vas a concretar una baja laboral fingida y acabas descubriendo una infidelidad o menudeos de droga. Otra vez es el cliente quien merece investigación, no el objetivo que marca a priori.

¿Cómo es el día a día de Adas y cuáles son los casos más frecuentes? ¿Ahora les contratan más por bajas fingidas que no por infidelidades?

La infidelidad entiendo que es la arqueología profesional y el lugar común. Desde que el presidente Zapatero alentó el ‘divorcio exprés’ que eliminaba trámites y plazos engorrosos para finiquitar al matrimonio roto, no es preciso alegar causa del divorcio. Es decir, no hace falta excusar la infidelidad para nada. Otra cosa es que alguien de la pareja rota sospeche y quiera saber particularmente. Entiendo que es por confirmar la deslealtad sospechada. Ahora el detective de 2015 entiende más de falsas crisis empresariales, acreditar insolvencias ficticias, conflictos societarios, herencias imposibles, informática forense o comprobaciones residenciales de vínculos, patrimoniales, y pericias sobre conductas. Aquí el detective está avalado por la jurisprudencia del Supremo, el Constitucional y el TSJ de muchas autonomías. El detective dictamina más de lo que la gente cree sobre pautas conductuales en base a sus averiguaciones de calle.

¿Existe alguna posibilidad que la profesión se adapte o reconvierta y tenga un futuro saludable?

El detective, digamos, es un oficio sostenible. Sólo ‘contamina’ a personas que no dicen la verdad, que engañan o falsean realidades. Mi tesis, y no la oculto en ‘Detectives.RIP’, es que el buen detective acabará siendo un freelance. Algo parecido ocurre entre periodistas, fotógrafos, abogados, etc… El detective virtual que estamos conociendo precisa el acento de la independencia. Si se es virtual para engañar al cliente careciendo de agencia y compitiendo deslealmente, esa virtualidad tiene nombre peyorativo. La independencia no es cosa de dos tardes. El freelance en cualquier oficio es un experto, además veterano, que resuelve los problemas que le plantean sus clientes. Entre detectives lo que vale es que la verdad que se maneje no sea fruto del pálpito ni de resultados preconstituidos. Al investigador ‘a la carta’ lo catan en juzgados rápido, los clientes que exigen profesionalidad su única apuesta es por el freelance: le das encargo y te llama a los días o semanas con sus resultados… No hay amigos en el binomio cliente-detective. Hay ‘un hombre que va por las calles canallescas sin ser un canalla’ como definió al detective Raymond Chandler en una de sus novelas. El otro, el cliente, se beneficia del trabajo detectivesco. Fin de la historia.

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