Cada uno es libre de creer en lo que quiera, el problema subyace cuando ese dogma transgrede las libertades individuales y/o colectivas. El yihadismo es el mayor exponente, puesto que los que lo practican no dudan en asesinar en nombre de un supuesto dios. Aunque este no es el único caso. Así, existen estudios, como el del profesor Jordan Grafman, de la Universidad Northwestern, que muestran el daño cerebral en personas fundamentalistas.

No obstante, los extremismos religiosos, que no causan muertos de manera directa, cada vez son más agresivos y tiene el mismo impacto en las neuronas. En España, Sudamérica o Estados Unidos tenemos el ejemplo más claro con los ultracatólicos antiabortistas, que no dudan en hostigar a las mujeres que deciden ejercer sus derechos sobre su propio cuerpo.

Volviendo al fanatismo asesino, ayer volvió a cobrar protagonismo con el grave atentado ocurrido en Hamburgo, al norte de Alemania. Al menos siete personas murieron en un tiroteo y otras tantas resultaron heridas en un centro religioso de los Testigos de Jehová. De momento, no ha trascendido la nacionalidad o motivación del atacante, que se sospecha es uno de los fallecidos.

A finales del pasado mes de febrero, un hombre de origen marroquí asesinó a un sacristán en la ciudad gaditana de Algeciras. El mismo atacante dejó cuatro personas heridas. En este caso, se informó que el asesino tenía antecedentes por enfermedad mental, aunque no fueron confirmados. También había hostigado a los feligreses de diferentes iglesias católicas.

Cabe destacar también el fundamentalismo pagano, cada vez más extendido en organizaciones neonazis. No en vano, son varios los ejemplos que han dejado un reguero de muertos en nombre del supremacismo. Véase el caso de Utoya (Noruega), cuando un hombre inspirado por el Sol Negro asesinó en 2011 a 77 jóvenes en esta isla noruega. O más recientemente los atentados de Christchurch de 2019, Nueva Zelanda, donde perecieron 51 musulmanes a manos de un fundamentalista blanco.

Capítulo aparte merece el apartheid descarnado que sufre el pueblo palestino a manos del estado de Israel. Sólo en 2022 murieron 225 palestinos (incluidos mujeres y niños) a manos del ejército sionista. Lo peor es que estas muertes hace tiempo que dejaron de importar al mundo occidental, excepto cuando el autor del ataque es un palestino.

Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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