Carolina Astudillo Muñoz es periodista y realizadora. Vive en Barcelona. Diplomada en Estudios de Cine por la Universidad Católica de Chile y Máster en Documental Creativo por la Universitat Autònoma de Barcelona. Sus documentales De monstruos y faldas (2008), Lo indecible (2012), El deseo de la civilización: Notas para El gran vuelo (2014) y El gran vuelo (2014) se han exhibido en diversos festivales nacionales e internacionales. El 19 de abril su estupenda película “El gran vuelo”, se exhibe en el festival de cine de Málaga, conversación contenida a través de correo electrónico.
Entrevista a Carolina Astudillo Muñoz
Si no me equivoco, y espero no empezar una entrevista con un error, “El gran vuelo” es tu primer largometraje. ¿Cómo afronta una joven directora el reto de dirigir cine en un país donde el panorama cultural es desolador? ¿Como una necesidad de realización personal haciendo lo que a uno le gusta, pese a quien pese, o como el ejercicio de un trabajo del que quieres vivir?
Los sectores de la Educación, Cultura, Sanidad y podemos seguir con la lista, han sido mermados por el actual gobierno. Es vergonzoso. Pese a eso y si bien el panorama cultural no es el mejor, creo que las crisis llaman a la provocación y en ese sentido pueden ser estimulantes: te obligan a crear con pocos recursos, a no depender de ninguna institución, a perseverar y a protestar. Y ya ves que muchos de esos movimientos sociales y políticos de protesta han sido registrados por distintas/os cineastas. Están pasando cosas, la gente está descontenta, pero ya no sólo se queda en los comentarios, si no que en muchos casos pasa a la acción.
No vivo del cine y por el momento lo veo como una posibilidad lejana, pero espero (y es una responsabilidad no sólo del gobierno sino de todas las personas que trabajamos en esto) que llegue el momento en que pueda hacerlo.
Por lo mismo, cada peli que hago la afronto como una necesidad de realización personal. Es lo que me desborda y me hace feliz, lo que me mueve.
La película ya tiene sus meses y su andadura, ¿cómo afrontas que acabe de ser seleccionada para el próximo festival de Málaga?
“El gran vuelo” se estrenó en diciembre en Márgenes, un festival que apuesta por un cine periférico, poco convencional y que se ha convertido en un referente para un público que quiere ver otro tipo de películas
Fue una sorpresa y una alegría que fuese seleccionado en Málaga, un festival que para mucha gente es la vitrina del cine industrial español. Es una buena señal que en este tipo de festivales, que tienen una cobertura mediática importante, se exhiban películas que hayan estado fuera de los canales tradicionales de exhibición y distribución. De alguna manera les dará mayor visibilidad. Y eso para mí es muy importante.
Tu personaje central en “El gran vuelo” es una mujer, un personaje real, Clara Pueyo Jornet, militante antifascista en la guerra civil española y posterior represaliada, ¿cómo llegas a dar con este personaje tan atractivo y qué estabas buscando para llegar a él?
En la etapa de investigación de “De monstruos y faldas” (2008), el historiador Fernando Hernández Holgado me contactó con Albert Pueyo, el sobrino de Clara (De hecho, en este cortometraje se cuenta su historia, junto a la de otras mujeres que tenían familiares en la prisión de Les Corts).
Así conocí a Clara y desde el primer momento quise saber más sobre ella. En su historia abundan las interrogantes.. los vacíos. Y eso fue lo que más me atrajo.
“El gran vuelo” desarrolla un bosquejo inicial que a modo de cortometraje habías realizado sobre el mismo personaje, ¿porqué necesitabas ampliar la mirada sobre Clara?
Fue un proceso. Si bien, había poca información sobre Clara, me pareció un personaje fascinante. Comencé la investigación en 2010 y duró aproximadamente tres años. En el Archivo Militar de Madrid está la causa de “El gran vuelo” con todas las cartas escritas por las militantes que, al ser confiscadas, pasaron a manos de la policía. Recuerdo haber estado horas en el Archivo, leyendo las cartas de Clara. La carta estaba fechada un 11 de agosto de 1941, Santa Clara. Así, gracias a un dato que puede parecer tan intrascendente como un santo, descubrimos que Clara había tenido una hija.
Todo este proceso de lectura provocó que me acercara mucho al personaje. Algunas de sus cartas son como un diario íntimo y en ellas se develan su emociones y las contradicciones entre la vida privada y la militancia, otro tema que se aborda en la película.
Carolina Astudillo Muñoz, tu película, me lo vas a permitir, me parece cine militante, pero allá donde el cine militante actual, el cine resistente, pone su enfoque en el aspecto político, en los derechos civiles, en los recortes, tu película me gusta especialmente cuando se vuelve, de alguna manera, militante feminista, ¿lo buscaste conscientemente o salió sobre la marcha?, de hecho me consta que en algunos de tus cortos anteriores la figura de la mujer militante y represaliada ya ha aparecido.
Me gusta contar historias protagonizadas por mujeres por varias razones. La principal es que en la mayoría de los casos han sido históricamente invisibilizadas, por lo que considero necesario rescatarlas y darlas a conocer.
Desde que inicié el proyecto tenía claro que no sólo contaría la historia de Clara, sino que quería hablar de las mujeres durante la República, la Guerra Civil y la posguerra y de cómo eran filmadas en las películas familiares.
Leí bastante sobre el tema y me sentí cómoda con los textos de Mary Nash, ya que su visión no es tan condescendiente respecto al cambio que sufrió la mujer durante la República y la Guerra Civil.
Por otra parte me pareció esencial bucear en los archivos familiares y mirar. Mirar cómo eran retratadas las mujeres de le época, cómo posaban, darles materialidad. Fantasmas, cuerpos en movimiento registrados en la cotidianeidad del momento. «La realidad de todos los días cargada de la eternidad del arte” como dijo Epstein. Sus cuerpos las hacen presentes, ellas existieron, estuvieron ahí, vuelven a materializarse, resucitan para contar otra historia, pero también la suya.
Clara encarna en todas las mujeres. Probablemente era de otra clase social, pero era una mujer. Pudo ser una de ellas, por qué no?
Eso respecto a la sujeta filmada.
¿Pero, quiénes filmaban? Cuando revisas las imágenes familiares, descubres que la mayoría de los cámaras eran hombres (hay excepciones como Madronita Andreu) y el modo en que filmaban a sus mujeres. La mirada es masculina, (abundan los planos de pies, piernas, bocas) y ellas al saberse observadas posan para la cámara.
Las chicas siempre son las protagonistas durante la boda y la luna de miel. Cuando nacen los hijos o las hijas, pasan a segundo plano. Creo que eso refleja bastante bien la mentalidad de la época. Cuando la mujer aún no es madre se la filma con el deseo. Convertida en madre, se la mira con otros ojos.
Lo de las criadas fue un hallazgo que se menciona en el corto “El deseo de la civilización” y se retoma en “El gran vuelo”. Casi todas las criadas aparecen en las películas sirviendo o cuidando a los niños y niñas, es decir, trabajando. En ese sentido creo que la alta burguesía enfatizaba su clase en las películas al mostrarse siendo servida y al exhibir a los continuadores de su legado. Ellas siempre aparecen fragmentadas porque para la cámara no eran importantes. Hay un plano revelador que no fue manipulado y que seguramente fue producto del azar, ya que la cámara se atascó, produciendo el efecto tan conocido de desaparición que popularizó Méliès. En ella, una joven mujer es servida por su sirvienta, que mira a cámara y de pronto, desaparece.
Con sentimientos de simpatía hacia el bando republicano duele bastante comprobar cómo la República, y los republicanos de la guerra civil seguían manteniendo una concepción machista y patriarcal de la mujer, incluso en el frente o en la sociedad de guerra, ¿qué pensaste al descubrir la presunta debilidad que podría originar la presencia de mujeres en el frente o entre las tropas, cómo una concepción más moderna de la sociedad seguía reproduciendo en su seno la figura de la mujer como madre y esposa?
Esta pregunta se relaciona con la anterior.
No es de extrañar. La mentalidad seguía siendo la misma. Recuerdo haber leído testimonios de hombres que militaban en el PSUC y que no querían que sus mujeres fueran a las reuniones del partido porque creían que iban a dejar de lado el cuidado del hogar.
Si bien es cierto que durante la Guerra Civil, las mujeres republicanas mejoraron su condición de género, estos cambios se produjeron dentro de una sociedad en la que los roles seguían siendo muy marcados. La historia de las milicianas da cuenta de esto. Fueron demonizadas, acusadas de ser las causantes de las enfermedades venéreas en el frente, de distraer a los soldados. Hasta que finalmente fueron relegadas a la retaguardia, donde hicieron un gran trabajo.
Por otro lado, el espacio de la militancia ha sido mayoritariamente dominado por valores y códigos masculinos.
Entonces no fue ninguna sorpresa para mí constatar que durante los treinta e incluso en la clandestinidad, las militantes eran discriminadas por sus propios compañeros y se exponían a una serie de contradicciones, a constantes elecciones. Muy duro y desgastante.
Tu película, Carolina Astudillo Muñoz, rodea de un halo de misterio al personaje, la falta de imágenes, la falta de familiares, su sospechosa huida una vez condenada a muerte en el régimen franquista, la sombra de la duda acerca de su papel como disidente en los círculos antifascistas de la posguerra barcelonesa, o su ejecución por sus camaradas pensando en su deserción. Ese mapa de sombras sobre el personaje, ¿has pretendido trasladarlo de lo particular a lo general de una sociedad española del momento, y posterior, donde muchas cosas han quedado difuminadas en el olvido del tiempo de manera interesada?
Ese halo de misterio lo brinda el personaje y de todas maneras el contexto histórico contribuyó a crear más y más sombras por razones obvias.
Es una historia de fantasmas que son invocados a materializarse a través del cine. La imagen que abre la película lo dice todo. El fantasma no solo es el de Clara, que ha desaparecido, es el de todos los personajes que ya no están.
Tu película provoca un choque entre imagen y texto muy interesante, muchas de las imágenes que, procedentes de archivos de la época, recoges, muestran un mundo, una sociedad, alejada del mundo de guerra en el que Clara se desenvuelve, como si mostraras que la guerra no siempre afecta a todo el mundo, que siempre habrá gente que no sufra las consecuencias en su burbuja de prosperidad, además la imagen de la mujer queda retratada en el convencionalismo más arcaico, ¿te consta si las imágenes de “videos caseros” que se ven procedían del bando republicano, del bando fascista o eran neutros políticamente y solamente se trata de imágenes de la época sin identificar afinidades?.
El cine doméstico retrata momentos felices en su intento de preservar la historia familiar y por lo mismo, abundan las imágenes de vacaciones, bodas, bautizos, paseos y del mundo infantil.
Si miras nuestras películas familiares y las comparas con las de los ‘20,’30 y ‘40, no son tantas las diferencias. En esos años, sólo las familias adineradas podían tener acceso a un tipo de cámara y en su mayoría (tampoco se puede generalizar) sentían simpatía por la causa franquista. De ahí que suceda lo que comentas y muchas de las imágenes parecen hablarnos de otra posguerra. Mientras Clara era deportada desde Francia en condiciones precarias, muchas de esas familias vacacionaban en los Alpes, comían y bebían a destajo frente a la cámara.
También hay imágenes explicitas que revelan la ideología familiar. Lo vemos por ejemplo en la escena en que un grupo de jóvenes hacen el saludo fascista y cantan el Cara al Sol en el balcón de su casa.
Con tu gran vuelo identifico el uso de la imagen para una finalidad mucho más elevada que la del mero pasatiempo, de hecho, ese punto de partida con unas pocas fotografías de Clara Pueyo y toda la recreación posterior a partir de imágenes de archivo, me recordaba el punto de inicio de “Tren de sombras” de José Luis Guerín, aun cuando la estética y el propósito último sean completamente diferentes, ¿te crees deudora o influida por el cine de algún director en particular?
“Tren se sombras” es una de las películas que más me gustan de Guerín, pero su cine no es mi referente, Hay un cineasta húngaro que me encanta, que es Péter Forgács, que utiliza el archivo familiar como crónica alternativa de la historia con H mayúscula. “La tormenta” es una película que me conmovió bastante.
Otro de mis referentes son Agnes Varda, Chris Marker y Haroun Farocki, grandes ensayistas del cine.
Quiero pensar, y lo digo como alabanza, que tu película mezcla realidad con una ficción que la hace aún más rica, a riesgo de haber entendido mal la película, sobrevuela en la misma una mitificación del personaje que se estrella frontalmente con un país sucio y sórdido, un personaje al que sólo le queda huir para poder crecer no solo como persona sino como mujer, como si a la base de realidad de la historia le hubieras añadido un toque de heroísmo necesario para poder soñar en un mundo mejor.
Desde el momento en que Clara se convierte en personaje puedo transitar cómodamente entre ficción y no ficción. Logra ser una heroína (en el sentido tradicional del término, es decir, una mujer cuyas acciones se fundan en cierto tipo de valores y que debe luchar contra toda clase de enemigos, arriesgando incluso la vida), aunque me interesaba revelar sus contradicciones. La más latente de todas es cómo lidiar con la rigidez de un partido que no perdona el equívoco, la emoción, la duda. Ahí se devela su parte humana que lucha contra esto, desde la crítica a la estructura interna, hasta la decisión de abandonarlo todo. En ese abandono se sugiere la opción por la vida. Y ella lo dice en dos frases escritas en cartas diferentes: “El estómago ha podido más que el corazón” y “Mi cara dura señalada por Uds. como cualidad es ahora mi mejor castigo”. Clara amaba el partido, pero quería humanizarlo, creía que sus dirigentes eran severos y que se alejaban del pueblo.
En el cine español, en las nuevas generaciones de cineastas, se advierte una creciente presencia femenina, y sin embargo, a la hora de la verdad, vuestra visibilidad pública es muy escasa, ¿a qué achacas esta circunstancia?, en tu caso agravada por residir en un territorio, Cataluña, donde las directoras si que son muy activas y están muy presentes no sólo en festivales sino incluso en las carteleras.
Es cierto que en Cataluña se siente una mayor presencia femenina. No sé a que se debe. La realidad de España es que por cada mujer que hace cine, hay nueve hombres. También esta diferencia se aprecia en otros roles: guionistas, productor@s, montador@s…
Llegará el día en que estemos a la par, tanto en roles como en los salarios y en el que los festivales de mujeres ya no serán necesarios exclusivamente para hacer visibles nuestras películas.
Digamos que tu película, Carolina Astudillo Muñoz, ha obtenido una notable acogida de la crítica, ha circulado por festivales, pero, ¿qué siente un creador en España cuando comprueba que sus obras están condenadas a la exhibición libre en internet o a pequeños pases en salas minoritarias de grandes ciudades para poder difundirse?
Vamos de a poco. Soy más optimista y no creo que nuestras obras estén condenadas a cierto tipo de exhibición. Espero que las cosas vayan cambiando y que alguna vez estas películas puedan verse en grandes salas (quizá estoy pecando de ingenuidad) como parte de la cartelera de un cine. Creo que si eso ocurriera se generaría un nuevo tipo de público.
¿Mantener esta exhibición clandestina no crees que perjudica vuestra vocación de futuro? De hecho a muchos de vosotr@s os cuesta llegar a realizar la segunda obra, y no digamos la tercera, como si vuestros ahorros y apoyos sólo dieran para una primera obra y posteriormente sea imposible seguir adelante y no por falta de ideas.
Pienso que tenemos que seguir creando y no podemos depender de las ayudas o subvenciones. Si las ganamos, bien y si no, hay que continuar. En la actualidad estoy trabajando en tres proyectos. Voy lento, claro, porque lo alterno con el trabajo que me da de comer, pero sigo haciendo. Eso también te da una libertad en tu proceso creativo ya que no dependes de nadie.
Tu que eres chilena, aunque residas desde hace muchos años en Barcelona, el actual éxito del cine chileno es ¿casualidad o producto de algún tipo de política cultural diferente a la que contemplas aquí? ¿existe alguna iniciativa distinta en tu país que propicie un éxito como el del pasado festival de Berlín?
Debo confesar que no conozco de manera exhaustiva la realidad del cine chileno. Lo que tengo claro es que en los últimos años se han hecho bastantes películas y que hay una oleada de gente talentosa que está apostando por un cine diferente. En cuanto a la pasada edición de Berlín, ya sabes que Patricio Guzmán tiene una trayectoria de cuarenta años, por lo que no me extraña que hayan premiado “El botón de nácar”. No la he visto, pero si conozco su obra… necesaria y fundamental. Pablo Larraín es un cineasta que aborda temas políticos y sociales importantes, aunque hay otros directores y directoras de mi país que me interesan más y que no son tan conocid@s por el público, ya que sus películas no se exhiben en las grandes salas.
Siento una especial desazón al comprobar cómo el cine sudamericano hablado en español no llega a España ni el cine español llega a Sudamérica de manera fluida, entre los directores mantenéis algún tipo de contacto transfronterizo para poder divulgar vuestras obras a ambos lados cuando se cuenta con un elemento que lo facilita tanto como es la lengua común? En ese sentido, un festival como Márgenes, donde se exhibió tu película, no solo me parece necesario, sino que lo creo insuficiente y un modelo a seguir ¿qué opinas Carolina Astudillo Muñoz?
Es cierto. Donde más películas sudamericanas he visto ha sido en Francia y Alemania. A España no llega cine Latinoamericano de manera fluida. Tengo contacto con cineastas latinoamericanos y existe una gran colaboración. Lo que falta, bien lo dices, son espacios que hagan visibles nuestros trabajos y que lleguen a distintos tipos de público. No siempre el público del festival o la crítica. En ese sentido cada vez que voy a un festival más pequeñito, donde la peli se exhibe en la plaza del pueblo y va mucha gente porque es el único acontecimiento, lo he disfrutado muchísimo.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.