La política ha sido siempre un ecosistema propicio para la más variada fauna. El hábitat de la Res publica ha cobijado un rico bestiario donde no han faltado leones, zorros, hienas, palomas, halcones, más de una rata y algún que otro gusano. Y como ocurre en las inaccesibles selvas amazónicas, este listado zoológico no deja de crecer cada vez que el azar nos descubre alguna nueva especie capaz de sorprendernos con sus raras costumbres. El 38 Congreso Federal del PSOE, por ejemplo, ha servido entre otras cosas para desvelarnos la presencia en Ferraz de un ser tan apasionante como la Nephilengys malabarensis, curiosa araña cuyo territorio se creía hasta ahora reducido a las costas y archipiélagos asiáticos, desde la India al Japón.
La principal peculiaridad de esta especia radica en la desesperada estrategia desarrollada por sus machos para, al tiempo que aseguran la continuidad de sus genes, lograr escapar de la necrofílica inclinación de las hembras a devorar a sus compañeros de cama. Para alcanzar su propósito, el macho no duda en arrancarse el pene durante el encuentro amoroso, lo que le permite a la vez taponar el sexo de la hembra para asegurarse de que ningún nuevo encuentro carnal hará peligrar su continuidad genética, y salir huyendo de los letales abrazos de su enamorada. Pero lo más extraordinario del caso es que el pene mutilado continúa bombeando esperma a la hembra, e incluso lo hace con más entusiasmo y generosidad que cuando estaba unido al cuerpo del desprendido amante.
Este extravagante comportamiento sexual permite explicar lo acontecido en el cónclave que los socialistas españoles han celebrado en Sevilla. Especialmente sus resistencias a cambiar el discurso económico, a romper lazos con la ortodoxia ultraliberal de Bruselas. Porque como alababa El País en un reciente editorial, Alfredo Pérez Rubalcaba ha evitado en todo momento caer en la tentación de “radicalizar” el partido en lo económico, como a su juicio amenazaba con hacer Carmen Chacón influida por el tímido discurso izquierdista de su colega francés François Hollande. No, en España los Carlos Solchaga, Miguel Boyer, Joaquín Almunia o Javier Solana hace tiempo que taponaron el sexo del partido socialista para evitar la fecundación de nuevas ideas, mientras en la distancia ponían a salvo esa particular versión de la tercera vía que fue el felipismo.
El medio para lograrlo no fue otro que convertir a Rubalcaba en ese diminuto pene amputado capaz de asegurar la supervivencia del arácnido. No es extraño, pues, que su renacer político como ministro de José Luis Rodríguez Zapatero despertara el entusiasmo del propio Felipe González en el ya lejano otoño de 2010, cuando para el sevillano, el único problema de los recortes sociales impuestos por la UE estaba en la forma de explicarlos. Hoy, mientras los ajustes estrangulan a millones europeos, González sigue preso en su propia telaraña ideológica al reclamar a la vez inversiones públicas y ese control del déficit que está detrás de la operación Madre de todos los recortes que sufrimos. No es extraño pues que ante este panorama su heredero Rubalcaba opte por evitar estas arenas movedizas.
El nuevo secretario general prefiere medir su izquierdismo con enemigos más vistosos que los banqueros. Ni siquiera la monarquía le parece reto adecuado para la crítica, a pesar de las desvergüenzas de la familia Urdangarín o de las simpatías del rey hacia los golpistas del 23F, confesadas entonces ante el embajador alemán Lothar Lhan y desveladas ahora por la revista Der Spiegel. No, el veterano socialista apunta más alto, hacia el Vaticano, tras descubrir ahora los sinsentidos del concordato firmado en su día con los seguidores más entusiasmados de la contrarreforma impulsada por Mariano Rajoy. Eso sí, que nadie espere oír cantar a Rubalcaba aquello de Si los curas y frailes supieran… Sus reproches a la Iglesia siempre serán respetuosos, como Dios manda.
Y mientras tanto, el microscópico pene neoliberal seguirá cumpliendo sus funciones en el seno partido, tapando y bombeando con renovado ímpetu.
Periodista cultural y columnista.