Vicenç Navarro (Gironella, Barcelona, 1937) es catedrático de Políticas Públicas de la John Hopkins University de Baltimore (Estados Unidos) y de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra (Barcelona). Aparte de su actividad docente, ha sido asesor de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la Organización Mundial de la Salud (OMS), de distintos gobiernos y del Congreso de Estados Unidos. En 2015, junto con el catedrático sevillano Juan Torres López, aceptó el reto de trazar las directrices económicas maestras del programa político de Podemos.
Vicenç Navarro se mueve con igual soltura en la teoría y en la praxis. Por ello, para empezar nuestra conversación, comentamos las críticas del filósofo argentino Mario Bunge, azote de las pseudociencias, a Friedrich Hayek, gurú del neoliberalismo contemporáneo y gran deificador del mercado. La doctrina oficial neoliberal, vigente en nuestros días, caracteriza al mercado como un ser inteligente y con capacidad factual efectiva, que corrige y castiga las decisiones de los políticos y de los pueblos siguiendo leyes implacables de las que voluntariamente se ha dotado. Algo así como el Dios airado del Antiguo Testamento. A lo que Navarro contesta rotundo: “El neoliberalismo es una religión, fundada por los dioses económicos que rigen el mundo, y que se sostiene a base de fe, promovida por los medios que se llaman de información pero que básicamente son de persuasión, controlados por aquellos dioses”. En suma (concluyo): el neoliberalismo como opio del pueblo.Lo cual indica que las cuestiones de fe se resuelven, en última instancia, en planificaciones de interés como las que están presentes en las caras visibles de la economía. Dicho de otro modo: en los economistas mediáticos, muchos de los cuales pretenden imponer el tecnicismo a la política. Sin embargo, ni la actitud ni las conclusiones de nadie, técnicos incluidos, están libres de condicionamientos diversos (los principales, de índole ideológica o de interés). “La gran mayoría de economistas que gozan de gran visibilidad mediática —apunta Navarro—pertenecen a la religión neoliberal. En España, la falta de diversidad en los medios y la carencia de actitud crítica de estos hacia la sabiduría convencional explica que se les vea como científicos, cuando son meros propagandistas que, con vocación apostólica, intentan promover un mensaje que beneficia a los intereses financieros y económicos a los cuales sirven”.
Dicho lo cual, le pido permiso para contar un chiste (los neoliberales no lo consideran tal): en su origen, la culpabilidad de la crisis económica mundial iniciada en 2007 no recayó sobre la especulación bancaria, sino sobre el Estado —así, como paradigmático monstruo— que no cumplió con su labor de regulación. ¿No fue aquella debacle, entonces, un error de tahúr de la “mano invisible”?: “Creerse que el mercado es el que hoy define las prioridades en la producción y consumo, es de una gran ingenuidad que contrasta con la realidad documentada por la evidencia científica. En la actualidad, la enorme concentración del capital, que ha alcanzado niveles sin precedentes, muestra la ridiculez de tal supuesto. Lo que ocurre en el mercado financiero, por ejemplo, es resultado de lo que decide un número muy reducido de entidades financieras que manipulan lo que llaman “mercado” para su propio beneficio. Y estas entidades tienen un enorme control sobre las instituciones mal llamadas representativas, que más que representar los intereses de la ciudadanía están representando los intereses de aquellas entidades”. De lo cual colige un servidor que la tan traída doctrina de la “responsabilidad personal” blandida por los neoliberales descubridores de la sopa de ajo no afecta a las bellaquerías de sus amados banqueros (colofón: digan lo que digan, pobre del Estado que hubiera puesto en práctica las normas de supervisión de la actividad bancaria, lo hubieran tildado como mínimo de estalinista).
Vicenç Navarro y el catedrático sevillano Juan Torres elaboraron las bases del programa económico de Podemos e insistieron en que su documento era realista, alejado de cualquier ingenuidad utópica y atento a las constricciones del contexto político y económico en el que nos movemos. Sin embargo, a Podemos se le sigue acusando de fantasioso, sobre todo por la escasa cancha que la pertenencia a la UE concede a las políticas de ámbito nacional. Por supuesto, Navarro se defiende: “Las propuestas que hicimos Juan Torres y yo son tan realizables que se han implementado en otros países pertenecientes también a la Eurozona. Lo que falta en España es la voluntad política para hacerlo; en vez de ello se llevan a cabo políticas neoliberales que están dañando muchísimo al bienestar de las clases populares de este país. El establishment financiero-económico-político-mediático define como utópico todo proyecto que cuestiona su poder. El hecho de que las políticas propuestas se hayan realizado en otros países muestra que son factibles. El que esas políticas se hagan en aquellos países, como ocurre en muchos de los estados escandinavos, no es porque sean utópicas, sino porque las relaciones de poder son distintas en el norte y en el sur de Europa. En el norte de Europa, el mundo del trabajo ha sido muy poderoso, al revés de lo que ocurre en el sur del continente”.
Así que la brecha norte-sur aparece no solo a efectos de desarrollo material, sino también de compromiso y voluntad de participación social. Una brecha que de por sí se ha esbozado con dimensiones de abismo con ocasión de la crisis del euro, que ha mostrado los colmillos de la Europa rica ante la piel de oveja de sus socios —¿o serán criados?— más pobres. Vicenç Navarro también se ha manifestado en términos críticos con respecto al actual diseño del euro, claramente favorable al líder norteño, Alemania, pero no parece un enemigo conceptual de la moneda única: “Soy muy crítico con el diseño y gobernanza del euro, que se hizo única y exclusivamente para optimizar los intereses del capital financiero y sobre todo del establishment alemán. El tema, pues, no es tanto si euro si o euro no, sino qué tipo de moneda única queremos, con qué diseño y con qué sistema de gobierno. Es obvio que el sistema actual está beneficiando al establishment alemán a costa del bienestar de las clases populares de los países que llaman periféricos, incluyendo España”.
El euro entró en crisis y el Banco Central Europeo (BCE) fue durante largo tiempo espectador mudo —y manco— de la especulación cernida sobre las deudas soberanas de los países comunitarios. Después, cuando Mario Draghi vio que las orejas del lobo apuntaban hacia su país, Italia, decidió lanzar un capote sobre los socios más endeudados con la compra de bonos de deuda soberana (brindándole un favor, de paso, a las cuentas del gobierno de Mariano Rajoy). Pero, ¿podría hacer más el BCE por los países en crisis? ¿Y si vendiera su “dinero barato” (sic) directamente a los estados en vez de a la banca privada, que se sirve del mismo con fines especulativos? “El BCE debería comprar las deudas públicas directamente, y no indirectamente a través de la banca privada. El actual BCE actúa más como un lobby de la banca privada que no como un instrumento de los estados miembros de la Eurozona. En realidad, el BCE no es un banco central. Si se lo compara con la Reserva Federal estadounidense o con el Banco de Inglaterra, o con el Banco del Japón, puede verse que la única función del BCE es controlar la inflación y no, como debería ser, estimular la economía para facilitar su crecimiento y la creación de empleo”. Pero otras veces, cuando el BCE actúa, el príncipe le sale rana. Así ocurrió a finales de 2011, cuando inyectó en la banca española la friolera de 130.000 millones de euros para mantener abiertas las líneas de crédito. Los señores banqueros, muy listos ellos, aprovecharon la bicoca para comprar bonos de deuda de España y otros países, sin atender a la finalidad para la que habían recibido esa inmensa cantidad de dinero. ¿Cómo es posible que ni la autoridad bancaria europea ni el Estado español hayan tomado cartas en el asunto? Según Navarro, “la respuesta es muy fácil: porque los capitales financieros tienen una excesiva influencia sobre el Estado español y sobre el BCE”.
Del BCE llegó también la maldición bíblica del rescate bancario, que condena al endeudamiento a tres generaciones de ciudadanos españoles. Y por si eso fuera poco, la hija dilecta de aquella maquinación, la Sociedad de Gestión de Activos procedentes de la Reestructuración Bancaria (SAREB), ha premiado con dinero público las malas prácticas especulativas de los bancos y su correlato inmoral, la masificación del desahucio. ¿Cuál hubiera sido una buena alternativa a todo este desmán? ¿Tal vez una quiebra ordenada de los bancos con responsabilidad principal sobre consejos de administración, compromisarios y accionistas? “La respuesta es a muchos niveles. Las prácticas especulativas de los bancos tendrían que haber sido penalizadas por el Estado, recayendo el coste del rescate en los equipos de dirección y accionistas de los bancos. Y cualquier aportación pública tendría que realizarse a través de instituciones bancarias públicas que corrigieran la situación actual, en que el sector público bancario en España es de los más limitados y pequeños existentes en Europa.” En este sentido, nuestro interlocutor cree que “debería exigirse en la Constitución española que los bancos se consideraran instituciones con función social y que, por lo tanto, garantizaran el flujo de crédito a los ciudadanos, como por ejemplo a las familias y las empresas pequeñas y medianas. Y por otra parte, deberían potenciarse bancas públicas de tipo cooperativo, incluyendo cooperativas de crédito”.
Centrándonos en España. Navarro no cree que los mayores problemas del país sean esencialmente económicos, sino políticos, puesto que “la transición de la dictadura a la democracia se hizo en términos muy favorables a las élites financieras y económicas que controlaban o tenían excesiva influencia sobre los aparatos del Estado. Va a ser difícil mejorar la eficiencia y equidad del sistema económico sin que haya una transformación profunda del Estado español”.
Estos días está en juego la investidura del nuevo presidente del gobierno y puede suponer —puestos a imaginar— la hora de la verdad para un hipotético ejecutivo con participación de Podemos, que habrá de enfrentarse al lastre de la deuda pública, la cual pretende auditar el partido liderado por Pablo Iglesias. Una medida que a Navarro le parece necesario, porque “se habla mucho de la deuda pública sin conocer su composición real. La propia legislación europea estipula que haya una auditoría de la deuda pública. Eso ya se exige, y en cambio no se hace”. ¿Cómo dirigiría Vicenç Navarro ese proceso de auditoría, si fuera el encargado de hacerlo? ¿Puede dar alguna pista sobre lo que consideraría “deuda ilegítima”? “Deuda ilegítima es, por ejemplo, la que se ha creado debido al rescate público de instituciones financieras que no pagan impuestos, debiéndoseles exigir que sean estas empresas rescatadas las que paguen tal rescate, reembolsando los fondos al Estado”. Es decir, todo lo contrario al proceso de rescate bancario español, donde el Estado ya da por perdidos unos 40.000 millones de euros de las ayudas públicas inyectadas al sector financiero en los últimos años (es decir, el 70 % de las cantidades empleadas en tan ruinosa finalidad).
Con respecto al programa económico y social de Podemos, sus medidas van a requerir una eficacia fiscal mucho mayor que la actual, cuya insuficiencia es denunciada por los propios inspectores de Hacienda como fruto de la falta de medios. ¿Cuáles son los grandes agujeros impositivos del actual sistema fiscal español? “Son muchos, comenzando por el propio sistema fiscal que debería gravar las rentas del capital al mismo nivel que las rentas del trabajo [en la actualidad, las segundas están más gravadas que las primeras]. Es más, debería corregirse la enorme regresividad del sistema fiscal, eliminando el fraude por parte de las grandes empresas, de las grandes familias y de la banca, así como los paraísos fiscales, cuyo poder puede limitarse incluso desde el propio Estado. No se puede permitir que empresas que hacen grandes negocios en España coticen en otros países con menor carga fiscal. Eso, un Estado puede prohibirlo fácilmente si hay voluntad política. Si los productos de un país se consumen en este país, la gravación tiene que hacerse en este país. Pues le sorprenderá saber que no es así. Pero el gobierno de España podría hacerlo”. Otro punto: acabar con la austeridad y la contención salarial. Los sueldos han caído en España estrepitosamente, lo cual constituye una amenaza permanente para el consumo (por no hablar de la calidad de vida de los asalariados). De otra parte, la patronal arguye la necesidad de dicha caída —“contención”, la llaman— para evitar tensiones inflacionistas. ¿Cómo puede romperse este círculo vicioso teórico?“Muy fácilmente: aumentando la demanda a base de subir los salarios y el gasto público, incluyendo el social. En la actualidad, incluso el Fondo Monetario Internacional y la OCDE están reconociendo que sus políticas de austeridad fueron un desastre. Hay que revertir esas políticas de austericidio”. ¿Y qué opina acerca de la Renta Básica Universal (RBU) como factor de progreso social? Parece ser que Podemos ha renunciado a ella, por su carácter polémico. ¿Qué opinión le merece esta medida, sobre todo por su discrecionalidad para ricos y pobres?“Ni Juan Torres ni yo estamos a favor de la RBU, puesto que hay medidas más eficaces para reducir la pobreza y disminuir las desigualdades de renta. En realidad, la RBU no es ni de lejos la mejor propuesta. La mejor prueba de lo que decimos es que ningún país la ha adoptado. Solo hoy el gobierno conservador y neoliberal finlandés está explorando su implementación, pero con la intención de que en lugar de proveer servicios públicos del Estado del Bienestar se asigne una cantidad fija al ciudadano para que él compre en el mercado privado. Las propuestas de RBU que se hacen en España no tienen, por suerte, este objetivo. Pero hay otras medidas mucho más eficientes y equitativas para reducir la pobreza y las desigualdades, como han hecho los países del norte de Europa, que tienen menos pobreza y menores desigualdades de renta y de propiedad.”
Fuera del ámbito técnicamente económico, una de la propuestas estelares de Podemos consiste en la creación de mecanismos ciudadanos de control político, incluidos los de tipo revocatorio. ¿Cree que esas medidas podrían atañer también a las decisiones económicas? Y esa aplicación, ¿sería positiva o, por el contrario, solo provocaría una situación de ingobernabilidad? “La respuesta no solo es afirmativa, sino que hay que informar a la ciudadanía de que eso se realiza ya en otros países de Europa, de la Eurozona y de Norteamérica. Hay que tener en cuenta que cualquier empresa, por muy privada que sea, tiene que tener una función social. No puede ser, por ejemplo, que una empresa pueda estar produciendo un producto tóxico. De la misma manera, una empresa no puede disminuir su producción si ha recibido subsidios públicos precisamente para mantener tal producción. Por otra parte, hay que introducir en España la cogestión de las empresas, en la que los distintos componentes de la organización, incluyendo los empleados, tienen que participar en la gobernanza de la entidad. El hecho de que Alemania, por ejemplo, tenga un desempleo muy bajo, se debe en parte a que en lugar de destruir puestos de trabajo se ha repartido el tiempo, y ello como consecuencia del poder de los trabajadores en las empresas. En España, el mundo de las grandes empresas tiene excesivo poder, que incluso interfiere en la eficiencia económica”.
En los tiempos que corren, obligado me parece preguntarle acerca de las posibilidades económicas de una hipotética independencia de Cataluña. En primer lugar, ¿puede deshacerse de un día para otro la densa red de relaciones económicas con España, que generan mutua dependencia? “El tema de la independencia de Catalunya no es un problema económico, sino político. Depende de cómo se hiciera y de qué relación mantuviera con el resto de España y Europa. De nuevo, el Estado español tendría que aceptar su plurinacionalidad, convirtiendo España en un Estado poliédrico y menos radial. A no ser que ello ocurra, es lógico que haya una demanda de escisión de las distintas naciones que componen España. El crecimiento del independentismo en la periferia es una respuesta lógica ante la rigidez y cerrazón del Estado central, que insiste en negar la plurinacionalidad de España.” Segunda cuestión: ¿sobreviviría económicamente Cataluña a una exclusión temporal de la UE? “Dependería de cómo se hiciera. No me convencen ni aquellos que en Catalunya dicen que no pasaría nada, ni tampoco aquellos que en el resto de España dicen que sería un desastre para Catalunya. Dependería mucho de quién controlara la transición en Catalunya, de la Catalunya actual a la Catalunya independiente. Y dependería también, naturalmente, de quién controlara el Estado español en aquel momento. A mi manera de ver, la solución no es tanto la secesión, sino el cambio profundo del Estado español, para convertirse en un Estado plurinacional mucho más democrático que el actual, con derecho a decidir por parte de sus diferentes componentes. A no ser que esto se resuelva, España continuará teniendo enormes tensiones que amagan y ocultan la dramática situación social en que se encuentra el Estado español, incluyendo Cataluña. A las élites gobernantes en España y Catalunya les va muy bien que haya estas tensiones nacionales, porque ocultan el drama social tanto en Catalunya como en el resto de España, del cual tales élites son responsables”. Y tercer punto al respecto de lo anterior: ¿sobreviviría España, bajo el peso de su deuda, a la pérdida de casi el 20 % de su PIB?Quizá la ruina de una Cataluña fuera de la UE reportaría, por propiedad transitiva, la propia ruina de España: “Sería una evolución muy negativa para la economía española si Cataluña se escindiera tanto de España como de la UE. La torpeza del gobierno central es enorme. Por desgracia no hubo una ruptura del Estado español con la dictadura que le precedió, y se continúa con una visión uninacional y radial que es la causa mayor de que la secesión de Catalunya pueda ocurrir. Y con ello crearía un enorme problema a la eeconomía española”.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.