El humor es una de las armas más peligrosas para denunciar los abusos y las injusticias que comete el poder. Así lo demuestra, por ejemplo, el documental francés precisamente titulado en España como El humor como arma y que proyectó La 2 a principios de este año poco después del atentado de París en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo (un recuerdo que vive ahora más que nunca en las memorias de los franceses).

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Así, partiendo de esta premisa, el Col·legi de Periodistes de Catalunya se planteó las siguientes preguntas: “¿Cuál es la percepción internacional alrededor de la situación de los derechos laborales? ¿Se respetan los derechos laborales de las personas trabajadoras?” Con estos interrogantes en mente, esta institución lanzó al mundo la convocatoria del Primer Concurso Internacional de Humor Gráfico sobre Derechos Laborales (entre el 9 de julio y el 31 de agosto). La respuesta fue un éxito: más de 700 obras de 265 autores y autoras desde 56 estados del mundo (China, Chipre, Cuba, Costa Rica, Bélgica, Canadá, Estados Unidos, entre muchos otros).

Organizado por la CGT de Cataluña y la Associació Oliva, el certamen contó con un jurado compuesto por 5 personalidades que tenían que seleccionar, entre más de 13 kilos de papel, los 7 trabajos que serían premiados. Esta compleja tarea les correspondió al periodista crítico marroquí Ali Lmrabet, al caricaturista catalán Jaume Capdevila (conocido por el pseudónimo Kap), a la abogada Mireia Baz, al trabajador social y miembro de la CGT Moisès Rial y, finalmente, a la colaboradora de la asociación Oliva Paloma Fuentes.

En el acto público celebrado el pasado 18 de noviembre en la Aula Ronda se reconocieron los  diversos trabajos presentados y la resolución del concurso. Los diferentes miembros del jurado dejaron clara su frustración ante una situación de cambios legislativos que van a peor, con la eliminación de derechos fundamentales y la precarización. “Presumimos de vivir en una sociedad democrática de derechos pero no es así”, insistió Francesc Sol, coordinador del certamen junto a Moisès Rial.

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Tras el análisis de algunas de las obras, nadie del público se rió. Al menos, no en el sentido positivo. De hecho, como advirtió Sol, “el objetivo no es reír, es como de mala ostia”. Las creaciones son representaciones impactantes (algunas muy alarmantes) de la gravedad de la situación por la que pasan la gran mayoría de trabajadores en todo el mundo. En este sentido, lo más extraordinario es cómo se parecen y cómo se repiten estas circunstancias de precariedad de una punta del mundo a otra. Un motivo o tema recurrente en las creaciones de los artistas es el trabajo infantil. Es tan importante su presencia en las obras de este certamen que sus coordinadores están pensando en contar con una sección dedicada exclusivamente a este tema. Con todo, de cara al futuro hay algunas cuestiones en el aire en cuanto a la organización. Sin embargo, lo que tienen claro el jurado y los coordinadores es celebrar el certamen cada dos años debido al gran volumen de trabajo que supone. Además, actualmente los organizadores están ocupados en el micro mecenazgo a partir de la plataforma Verkami (http://www.verkami.com/projects/13218-els-drets-laborals-al-mon-des-de-lhumor-grafic) para conseguir proyectar los trabajos en forma de libros y exposiciones, así como convertirlo en material pedagógico para las escuelas.

El gran testimonio que ha vivido en su propia piel los efectos directos de la represión a la hora de ejercer la libertad de expresión es el periodista marroquí Ali Lmrabet (Tetuán, 1959).  Lmrabet fue acusado en Marruecos de diferentes “crímenes” como atentado contra la integridad y contra la monarquía, entre muchos otros. Por ejercer su trabajo como periodista crítico a través de sus dibujos, en 2003 fue condenado a prisión e inhabilitado durante 10 años para ejercer su profesión (2005-2015), además de ser el director de los semanarios satíricos censurados Demain Magazine y Douman. “En ningún otro país pasa esto, soy el único periodista del mundo que se encuentra en esta situación”, declaró Lmrabet en el pasado acto. Esta gran injusticia tuvo proyección internacional, especialmente a raíz de la huelga de hambre de Lmrabet durante 35 días ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra después de que las autoridades de su ciudad natal le denegasen un certificado de residencia con el que poder renovar el documento de identidad y el pasaporte.

Ahora, tras tantos años turbulentos en defensa de los derechos de la libertad de expresión, Ali Lmrabet tiene clara la respuesta a la pregunta “¿qué va a hacer ahora? ¿Lo dejará?”. Rotundamente responde “No”.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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