El racismo contra inmigrantes como herramienta política. A veces hemos llegado a pensar que el tema de la inmigración es un tema del que se ocupan los trabajadores/ras sociales, los maestros/as y los monitores/as de las colonias de verano que lidian con críos de 25 naciones. No se nos ocurre que sobre la población inmigrante rigen políticas estatales y autonómicas y que es objeto de gestión, tal como puede ser cualquier otro recurso. La Comunidad Autónoma gestiona la acogida y la adaptación, el Estado controla las cuotas y las ciudadanías. Por lo tanto, si Catalunya gestiona la acogida, será su gobierno el culpable de que todos esos agentes sociales solidarios, que se ocupan de los más desfavorecidos del sistema, repartan mal las becas de comedor, al menos eso afirma el rumor.
Son los ayuntamientos las instituciones que empadronan a los extranjeros que no poseen documentación válida en el Estado, cosa que permite una mayor atención al colectivo por parte de los operadores de sociales. Debería escribir en pasado porque ayer 12 de febrero, el Tribunal Constitucional aprobó que la policía pueda buscar personas sin permiso de residencia y/o trabajo a través del padrón.
“…el acceso de la policía a los archivos municipales es “una medida justificada y proporcionada para favorecer la mayor eficacia y rapidez en la tramitación de los expedientes de extranjería, con el objeto de ordenar adecuadamente los flujos migratorios y evitar el uso fraudulento de aquello” (El País, 12/2/13).
Racismo contra inmigrantes
La consecuencia más obvia sobre esta población será el terror a empadronarse. Enésima medida contra los trabajadores no comunitarios y sus familias. Medidas amparadas en mentiras y basadas en una desquiciada lógica del control fascista e intervencionista. Este permiso a las fuerzas de seguridad de registrar los padrones municipales no sólo acarreará consecuencias negativas para los inmigrantes, si no que es un punto más de intervención del Estado sobre las políticas de las Comunidades Autonómicas, en este caso la de migración.
Parece que de un día para otro nos hemos despertado racistas, no sólo el Estado, los trabajadores también, pero es que los inmigrantes provocan. Si no hubiese competencia por los puestos de trabajo no seríamos racistas, si los inmigrantes no saturasen los servicios sociales, si no ocuparan las aulas, si no hubiese que gastar recursos en manos desocupadas…
Las clases medias detestan la palabra racismo. No se consideran racistas; está mal visto, es más, a veces defienden a sus empleados/das inmigrantes y a algunos les han hecho, por un tiempo, un contrato de trabajo. Es un racismo solapado pero feroz, hace que los inmigrantes sean siempre menores de edad ¿No habéis nunca oído llamar a un senegalés de metro noventa, el negrito, o a un pedazo de ecuatoriano el indiet? Prefiero el bestia que le llama Machupichu. El problema no es la competencia por los bienes comunes, el problema es que son culturas cerradas, no se adaptan, no tenemos nada en común y ellos son los racistas. Generalmente la clase media habla de tolerancia, es decir que soportan comportamientos fuera de la norma, toleran porque se creen dueños de la verdad cultural. Permitidme: ufff.
Quizás los que vengan de culturas etnocéntricas y racistas sean también los europeos, ya han exterminado hebreos, musulmanes y pueblos originarios a través de la historia y siempre con argumentos ideológicos y culturales, cuando la cuestión es justificar un sistema de dominio económico.
Las crisis extreman las ideologías, hoy, como en el siglo pasado, surgen partidos de extrema derecha. Las tres columnas vertebrales de los partidos como PxC, Front National, la Lega Nord o Alba Dorada o Aurora Dorada o como se quiera traducir del griego y del resto de partidos neo-nazis repartidos por EU son:la xenofobia anti-inmigrante a través de la exaltación de las diferencias culturales, asumiendo que se deben “proteger” las particularidades de la propia cultura de la invasión de población inmigrada. Convierten en infranqueables las fronteras, haciendo hincapié en un supuesto “atraso” cultural de los recién llegados que les impide la adaptación a las nuevas normas, inadaptación que ocasionaría un crecimiento de la inseguridad ciudadana. Se adjudican las problemáticas sociales provenientes de la desigualdad a la competencia por los escasos recursos públicos, a demás del sobre-uso y uso fraudulento de los servicios sociales por parte de los inmigrantes y un supuesto trato de favor por parte de la administración pública hacia los recién llegados. A esto suman la competencia entre trabajadores inmigrantes y nativos en el mercado laboral, cada vez más influido por la globalización económica.
La economía contemporánea necesita competencia entre trabajadores para generar mano de obra barata y una política de flexibilidad que permita regular la entrada de trabajadores y la contratación según el criterio de los gobiernos y de las necesidades de estas economías. El sistema capitalista necesita una fuerza de trabajo de la que disponer, el trabajo produce bienes y capital acumulable, expulsar a trabajadores del sistema es insensato, pero si se quiere maximizar el capital, minimizar el coste de la mano de obra y los desordenes sociales de las protestas de las fuerza de trabajo, el racismo es una buena fórmula. La pobreza se etniza, convertimos lo que debería ser una cuestión de clase en un conflicto étnico, apoyándonos en la tradición racista europea.
La diversidad cultural de EU hacía imposible una identidad común en el momento de la unión fronteriza y monetaria, la única manera de crearla fue sacando de los pozos de la historia el odio al musulmán y al turco, el hebreo hoy es cómplice, ha pasado de víctima a verdugo. El muro cayo hace tiempo a golpes de guitarra de los Pink Floyd, ya no existe un enemigo común contra quien crear una unidad. China está muy lejos y da miedo. Todas las naciones europeas son diversas y muy suyas, así que para crear un sentimiento identitario no queda más remedio que rescatar el odio a “el otro”. La crisis acentúa las divisiones y reaccionan los nacionalismos de las naciones prohibidas como Catalunya o Escocia. Hasta el centro de EU, Bruselas, está dentro de un Estado hecho de trocitos de culturas y en continua discusión. Así que la mejor manera de unir es llamar al hombre del saco, el inmigrante y si árabe mejor, más malo. Casualmente en Bélgica, en medio del caos financiero del 2010, los flamencos y francófonos llegaron a consenso sólo sobre la ley de prohibición del burkaen el espacio público. Esta ley, votada en abril del 2010 no se ratificóhasta abril de 2011, y entró en vigor poco después de que Francia había decidido la prohibición del burka en su territorio. En nuestra casa tenemos al precursor Àngel Ros, alcalde de LLeida, que emulando a Sarkozy, logro que se desviará la atención desde la economía en declive y los errores de gestión, hacia los inmigrantes prohibiendo el burka y desatando un debate ciudadano completamente banal.
Nos han inculcado que la economía es inapelable, como las matemáticas, pero no es así, la economía a veces sí es una opinión y por supuesto puede ser moral o amoral. No estamos en condiciones de creernos las justificaciones economicistas, y menos las culturales. Inmigrantes y obreros de casa no compiten por los recursos, el índice mayor de desempleo lo padecen los inmigrantes, quienes hasta ahora recogían los trabajos que descartaban los autóctonos.
Y usamos argumentos culturales porque esencializando la cultura, también la convertimos en indiscutible. La teoría del límite de tolerancia, es decir el número de población inmigrante que puede soportar una comunidad, no es una excusa para intimidarnos, debemos comenzar a ver la super-diversidad que como un valor, es más, un valor que históricamente ha generado esta Europa de naciones. Las diversidades culturales tampoco son pilares para sostener ideas racistas, las culturas son mestizas, se crean se inventan, son procesos, no compartimentos cerrados por lo tanto las sociedades solidarias se hacen, se educan, se sostienen.
Licenciada en Geografía e Historia (UdL) y Antropología (URV).