El pasado ocho de mayo, un comunicado del gobierno marroquí lo dejaba claro: «tomamos nota», decía el mensaje en alusión al amparo médico que el estado español estaba brindando a Brahim Ghali, líder del Frente Polisario, hospitalizado en Logroño gravemente afectado por la Covid-19.

No hace mucho, a principios de marzo, el ejército marroquí sacaba pecho ante el archipiélago canario tras participar durante cuatro días en las maniobras de la Sexta Flota de la Armada de Estados Unidos, santo y seña de las actividades militares de la OTAN en el Atlántico y Mediterráneo.

Las operaciones militares venían precedidas de la declaración firmada que realizó Trump el pasado 10 de diciembre de 2020, en la que reconocía la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental, a la vez que anunciaba la normalización de las relaciones diplomáticas entre Marruecos e Israel. Así, no es de extrañar que un mes antes del postulado americano, Marruecos iniciara la ofensiva militar contra el Frente Polisario, violando el alto al fuego acordado treinta años atrás.

Migrantes exhaustos descansan el la playa del Tarajal, en Ceuta. Al fondo, los blindados españoles flanquean la valla del espigón.

En este contexto, el rey de los mil sirvientes, Mohamed VI, ha timado a miles de niños, mujeres y jóvenes migrantes indefensos -que esperaban con ilusión poder dar el salto a una Europa idealizada- para que se arrojaran al mar tratando de alcanzar las costas ceutíes.

Antes de cruzar, muchos de ellos habían recibido la consigna de que las playas y el espigón del Tarajal estarían levemente vigilados por la falta de efectivos del estado español, siendo este uno de los puntos fronterizos más blandos.

A medida que pisaban territorio español, se encontraban con una realidad bien distinta: antidisturbios disparando gases lacrimógenos, Guardias Civiles en patrulleras y hasta cuatro carros blindados del ejército. Y lo peor de todo, la devolución a territorio árabe.

Exhaustos y la mayoría con hipotermia, las personas procedentes del lado marroquí se iban amontonando en la playa abatidos. Algunos de ellos, quizás los más fuertes, han podido llegar a la ciudad de Ceuta, donde se han refugiado en cualquier agujero para que, esta vez, la policía local no los detuviera.

La dramática situación de estas personas utilizadas, por un lado, y por otro, raramente mejorará. Aquí, a muchos les espera sufrir los clichés de la xenofobia, el rechazo de una Europa azotada por la crisis de la Covid y fustigada por los movimientos nacionalpopulistas de extrema derecha que los estigmatizará sin contemplaciones.

Trasladados en autobuses

La operación de Mohamed VI estaba perfectamente premeditada. Según ha publicado el portal EcSaharaui, al menos 9.000 personas habrían cruzado desde Marruecos hasta territorio español. Según fuentes citadas del gobierno ceutí, «todo estaba perfectamente organizado» porque hay autobuses que han llegado desde el interior de Marruecos a cuyos pasajeros se les indicaba la forma de cruzar la frontera y entrar en Ceuta: «cuando llegaban a la frontera, las propias fuerzas marroquíes les indicaban por dónde saltar».
De hecho, se ha hecho viral el video de un militar marroquí abriendo una de las puertas de la frontera para permitir el paso de estas personas. Por otro lado, el Consejo de Ministros del Gobierno de Pedro Sánchez ha aprobado hoy la entrega de 30 millones de euros más a Marruecos para el despliegue policial contra «la inmigración irregular». Esta partida, según una nota de Grande Marlaska, ya estaba contemplada en los Presupuestos y ya se había previsto su aprobación la semana pasada, antes de que estallase la crisis migratoria en Ceuta.

Ataque marroquí en el Sáhara Occidental

El pasado mes de noviembre, tal y como publicó R@mbla, Marruecos violó el alto al fuego firmado en 1991 con el Frente Polisario y reanudó la ofensiva militar en Gerguerat, en el límite entre el Sahara Occidental y Mauritania. En esa zona, civiles saharauis habían bloqueado el paso fronterizo que funciona ilegalmente entre los territorios que Marruecos ocupa y Mauritania en un intento de recuperar su territorio. El Frente Polisario declaró entonces el «estado de guerra» y la movilización general.

Mohamed VI, el rey de los mil sirvientes

El rey de Marruecos, Mohamed VI, es uno de los sátrapas más poderosos del continente africano. Su patrimonio está valorado en cinco mil millones de euros, superando con creces al de la reina de Inglaterra. Parte de esta fortuna la heredó de su padre, Hassan II (íntimo de Juan Carlos I, al que llamaba su «hermano del alma»), pero Mohamed VI la ha ampliado sustancialmente en dos décadas de autocracia.

Es dueño de 12 palacios para los que requiere un ejército de 1.100 sirvientes. Además, es propietario de uno de los hoteles más caros del mundo, el hotel Royal Mansour, con un spa de 1.500 metros cuadrados de mármol blanco. También posee uno de los yates más grandes que existen. En su haber dispone de decenas de coches de lujo. Parte de su imperio empresarial abarca una cadena de supermercados, además de seguros y bancos, por lo que su fortuna crece cada vez que los marroquíes van a la compra.

Un ejército reforzado

En los últimos años, Marruecos ha redoblado las inversiones en programas de armamento, además de recibir ayuda militar millonaria de Estados Unidos y de Arabia Saudí, entre otros países afines. Entre los años 2011 y 2012, incorporó 24 cazabombarderos F-16 estadounidenses, por 2.200 millones de euros, a los que se sumaron otras 25 unidades más.

En 2018, las fuerzas terrestres marroquíes dieron un salto de calidad con 162 carros de combate M1A1 Abrams, también adquiridos a través del programa de excedentes de Estados Unidos. Y a finales de 2019, las autoridades norteamericanas respaldaron una nueva venta de 36 helicópteros Apache a Marruecos, además de las adquisiciones de fragatas para crear una potente marina de guerra, que también cuenta con suministros como submarinos de Rusia, país que visitó en 2016 el monarca, Mohamed VI.

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