11.710.762 personas-el 33,77% de las llamadas a votar el pasado 22 de mayo en todo el Reino de España- decidieron abstenerse, aupando de ese modo a la abstención como clara vencedora de las elecciones. A ello también hay que sumar los 584.012 votos en blanco (el 2,54%) y los 389.506 votos nulos (1,70%). Con estas cifras, destacar que un partido político u otro ha ganado (o incluso que ha arrasado), supone ocultar la derrota total y completa que la clase política en su conjunto -salvando contadas excepciones- ha cosechado en estas elecciones.
El Reino de España apuesta por el Partido Popular
Neoliberalismo para contrarrestar al neoliberalismo. La lógica aparente no acompaña la apuesta hecha por la mayoría de electores –8.474.031 votantes, el 37,53%– en apoyar las candidaturas del Partido Popular. El monumental descalabro del PSOE (6.276.087 votantes, un 27,79%) se atribuiría al giro a la derecha que el partido del gobierno español ha acentuado en el último año. De este modo, una posible interpretación sería que la gran mayoría de ciudadanía española que ha depositado su voto en las urnas, no se conforma con que gobierne la imitación de la derecha, teniendo la legítima opción de escoger a la derecha auténtica. El PP gobernará en 11 de las 13 comunidades autónomas en liza, mientras que consigue 26.499 concejales en todo el estado.
El contrapunto a este triunfo popular se encuentra en Euskal Herria -no en Asturias, con Álvarez Cascos-, donde la formación recién legalizada Bildu ha logrado un éxito sin paliativos: 276.143 votos (25,45%) que se traducen en 953 concejales; la capital de Gipuzkoa, Donostia, supone la punta de lanza de este triunfo, al poner fin a 20 años de ayuntamiento socialista. El triunfo electoral de Bildu abre un escenario político nuevo, tiñendo de verde esperanza el futuro de Euskal Herria.
Catalunya y Barcelona, al fin convergen unidas en el nacionalismo liberal
En Catalunya la principal triunfadora ha sido, como en el conjunto del estado, la abstención (¿será esta la mayoría silenciosa de la que habla el molt honorable Artur Mas?): 2.388.089 personas, lo que supone un 44,99% del total que no acudieron a participar de la llamada ‘fiesta de la democracia’. También, como en el resto del estado, la mayoría de votantes que se personaron en los colegios electorales, lo hicieron para depositar su confianza en la derecha: si en el reino de España se pasaba de una revuelta popular a los gobiernos del Partido Popular, en Catalunya Convergència i Unió ganó en número de votantes por primera vez al PSC en unas elecciones municipales.
La ciudad de Barcelona simboliza este hito para CiU al conseguir poner fin a más de 30 años de PSC, situando a Xavier Trias como alcalde de la capital de Catalunya (15 concejales por 11 del PSC). Paradójicamente, durante la fiesta post-electoral, los militantes de CiU proclamaron gritos de “Independència!” durante el discurso de Trias, presumiblemente el primer alcalde que gobernará Barcelona con el apoyo del Partido Popular (8 concejales).
Catalunya ha destacado en estas elecciones por tener el triste honor de ser el primer lugar de todo el reino donde se consolida un partido ultraderechista y xenófobo como Plataforma per Catalunya (PxC). El discurso islamófobo y populista ha impulsado esta candidatura con 65.905 votos y 67 concejales (en 2007, contaron con 12.447 votos y 17 concejales), consiguiendo representación en municipios como Mataró, Santa Coloma de Gramenet o L’Hospitalet de Llobregat.
Desde otro ángulo, resulta importante destacar el éxito alcanzado por las Candidaturas de Unidad Popular (CUP), que han pasado de tener 20 concejales repartidos en distintos ayuntamientos de toda Catalunya a tener 101, entrando con fuerza en la ciudad de Girona. En la de Barcelona, donde la CUP concurría por primera vez, han contado con 11.805 votos (1,94%) superando a formaciones más consolidadas como Ciutadans (C’s) y quedando así como la primera fuerza sin representación. Sin duda, los próximos 4 años suponen para la CUP de Barcelona una oportunidad de gestionar y ampliar esta confianza.
La encrucijada del 15M: reflexiones de brocha gorda
El movimiento 15M antes de las elecciones se enfrentaba a una encrucijada de interrogantes: por un lado, el camino corto, que consistía en saber si las movilizaciones y acampadas tendrían un efecto real en los votantes. La respuesta en clave española parece indicar que la inercia del bipartidismo no se ha visto afectada, presentando el Partido Popular como la única alternativa válida al PSOE.
El otro interrogante de la encrucijada señala un camino de largo recorrido, al que todavía no se le puede aventurar una respuesta. La descentralización de las acampadas, la realización de asambleas en cada barrio, el surgimiento de propuestas alternativas a las que se dictan desde los partidos mayoritarios y sus medios de comunicación afines, no son logros que se consigan de un día para otro.
Hará falta elegir: o el exilio interior o remar contracorriente.