El 27 de noviembre, la Operación Disuasión de la Agresión, lanzada por una coalición militar liderada por HTS (Heyet Tahrir el Şam – Organización para la Liberación del Levante), creó una nueva situación que alteró los equilibrios existentes en Siria. Poco después del inicio de la operación, la coalición militar tomó el control de toda la provincia de Idlib, así como de gran parte de la provincia de Alepo, incluido su centro urbano. Hasta el 3 de diciembre, al contabilizar ciudades, pueblos, aldeas y bases militares, la coalición había tomado el control de más de 200 asentamientos previamente bajo dominio del régimen. Paralelamente, con la Operación Amanecer de la Libertad, liderada por fuerzas militares afiliadas al SMO (Ejército Nacional Sirio) bajo el patrocinio de Turquía, las YPG (Unidades de Protección Popular) se retiraron de la región de Tel Rifat. Además, se registraron enfrentamientos militares entre las YPG, que forman parte de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias), y las fuerzas del régimen en la región de Deir ez-Zor, donde las SDF continúan su avance militar.

Esta nueva situación en Siria ocurre en un contexto marcado por la Operación Tormenta de Al-Aqsa, lanzada hace aproximadamente 14 meses por una coalición militar liderada por Hamas, y el subsiguiente genocidio perpetrado por el estado sionista en Gaza, la profundización de la anexión en Cisjordania y el aumento de la agresión militar en la región, particularmente hacia Líbano e Irán. Paralelamente a la propaganda difundida por el régimen de Assad, Rusia, Irán y sus aliados, amplios sectores de la izquierda han interpretado estos acontecimientos como una nueva agresión orquestada en secreto por Israel y Estados Unidos.

Los acontecimientos de la última semana en Siria representan, sin duda, un punto de inflexión importante, y la velocidad vertiginosa de los acontecimientos ha generado un panorama difícil de interpretar para muchos activistas y militantes. Sin embargo, sectores de la izquierda que analizan el proceso desde una perspectiva del “campismo1” del estalinismo o culturalista han recurrido una vez más a glorificar al régimen de Assad y al «eje de resistencia» idealizado en su imaginario.

En su famoso artículo sobre la revolución de 1905, Lenin tituló su análisis «Nuevas fuerzas y nuevas tareas». Desde el inicio de la revuelta popular en Siria el 15 de marzo de 2011, como parte de las revoluciones de África del Norte y Medio Oriente, ha pasado un tiempo considerable. En particular, los últimos años han estado marcados por un proceso en el que el mapa de Siria parecía estar «congelado». Los recientes acontecimientos no solo han terminado con este proceso «congelado», sino que también han creado una «nueva» situación mientras que las tareas siguen manteniendo su carácter «viejo». En este artículo, intentaremos resumir las líneas principales de una política revolucionaria e internacionalista desde una perspectiva que aborda la situación actual como el resultado de «13 años y medio + 1 semana», en lugar de como una «sorpresa de la última semana».

¿Dinámicas «externas» o «internas»?

El régimen, con la ayuda masiva de Irán, Hezbolá y Rusia, logró recuperar en cinco años las áreas que había perdido, incluida la ciudad de Alepo. Por tanto, el hecho de que la oposición militar haya duplicado su control territorial en solo seis días es, a primera vista, un desarrollo difícil de entender. Este resultado es, sin duda, el producto de una combinación de dinámicas externas e internas.

En primer lugar, la debilidad reciente de los principales aliados del régimen es el desarrollo más evidente. El gobierno de Putin está lidiando con las consecuencias de su fallida anexión de Ucrania. El régimen de los mulás en Irán, sacudido por el levantamiento revolucionario de 2022, enfrenta la agresión israelí en su propio territorio. Hezbolá, que combate la agresión israelí, ya no está en condiciones de ofrecer a Assad el apoyo paramilitar que proporcionaba anteriormente. Sin la asistencia militar y material de estos aliados, el régimen nunca habría podido salir victorioso de la guerra civil.

¿Es este ataque obra de Estados Unidos e Israel? Pronto abordaremos la relación del régimen con el imperialismo y el sionismo. Por ahora, basta con señalar lo siguiente: ni Estados Unidos ni Israel han apoyado jamás el derrocamiento del régimen de Assad ni la instauración de un régimen democrático en su lugar. En cambio, siempre han preferido la existencia de un régimen de Assad debilitado como garantía para su propia seguridad. El proceso vivido desde 2011 está lleno de innumerables datos que respaldan esta afirmación.

¿Está Turquía detrás de estas operaciones? Hasta hace poco, Erdoğan había reiterado en numerosas ocasiones su interés por reunirse con Assad. ¿Ha dado un giro estratégico y permitido estas operaciones militares? A pesar de las declaraciones del gobierno en sentido contrario, considerando que las unidades que componen el SMO (Ejército Nacional Sirio) están bajo el patrocinio de Turquía y los vínculos implícitos del gobierno con HTŞ (Heyet Tahrir el Şam), sin duda, esta posibilidad es plausible. Mientras los trolls del régimen promueven esta imagen en las redes sociales, el principal beneficiado de este cambio parece ser el gobierno de Erdoğan. Sin embargo, la experiencia de los últimos años ha demostrado claramente que no existe una cadena de mando directa entre el gobierno turco y estas fuerzas. Por otro lado, que el debilitado régimen autocratica dentro y fuera de Turquía lidere una aventura tan arriesgada podría interpretarse como una sobreestimación de su capacidad real.

El principal actor que no se menciona en todas estas evaluaciones es, precisamente, el propio pueblo sirio. A pesar de haber sufrido una devastación extrema durante los últimos 13 años, y aunque muchos quieran olvidarlo, ¡el pueblo sirio sigue existiendo! Esta realidad sigue siendo el único factor que puede explicar los recientes acontecimientos: el rechazo mayoritario del pueblo sirio hacia el régimen de Assad y el nivel extremo de descomposición al que ha llegado el régimen. La dinámica fundamental detrás de las extraordinarias pérdidas del régimen está definida precisamente por la fórmula «13 años y medio + 1 semana».

La operación militar contra el régimen está liderada por una coalición política reaccionaria que abarca desde islamistas radicales hasta nacionalistas. Este liderazgo es una manifestación de la degeneración de la revolución por parte de un frente internacional contrarrevolucionario. Sin embargo, ninguna organización militar o política actúa en el vacío; siempre se forma dentro de la sociedad en la que opera. Los recientes acontecimientos que han trastocado el mapa de Siria solo pueden entenderse desde este enfoque: por un lado, el colapso de un régimen descompuesto que ha perdido su base social y que solo ha podido mantenerse con el apoyo militar de fuerzas externas; por otro, el avance militar de una coalición política que, con todas sus características reaccionarias, refleja de manera distorsionada la legítima demanda del pueblo por el derrocamiento de la dictadura. Este énfasis en las «dinámicas internas» vuelve a poner sobre la mesa el régimen de Assad y sus características fundamentales como parte esencial de esta dinámica.

¿Es el régimen de Assad antiimperialista y antisionista?

En los comunicados y declaraciones de amplios sectores de la izquierda sobre los recientes acontecimientos en Siria, se ha recurrido repetidamente a calificativos como «pandillas», «yihadistas» o «terroristas», sin abordar directamente la naturaleza del régimen de Assad. En algunos casos, incluso se ha afirmado que el régimen de Assad constituye el «gobierno legítimo» de Siria. Sin embargo, la «legitimidad» de Bashar al-Assad como presidente de Siria proviene únicamente del hecho de ser hijo de Hafez al-Assad, quien llegó al poder mediante un golpe militar en 1970.

La revolución de 2011, que popularizó el eslogan «¡El pueblo quiere la caída del régimen!», sacudió los cimientos de esa supuesta legitimidad. El régimen sobrevivió a la revuelta convirtiéndola en una sangrienta guerra civil, con consecuencias devastadoras: más de 500.000 muertos, más de 10 millones de desplazados internos y más de 5 millones de refugiados en el extranjero.

A lo largo de más de seis décadas en el poder, el partido Baaz y la dinastía Assad han mantenido relaciones ambiguas con el imperialismo y el estado sionista. Para ilustrarlo, basta con señalar algunos hechos recientes. A pesar de la presencia de tropas estadounidenses en su territorio y de los continuos ataques aéreos de Israel, el régimen sirio no ha tomado ninguna acción militar contra estos actores. En cambio, ha centrado sus esfuerzos en operaciones constantes contra Idlib, donde, en los últimos años, han muerto entre 30 y 200 civiles cada mes.

¿Es el régimen de Assad secular y amigo del pueblo kurdo?

El régimen baazista ha utilizado históricamente las divisiones sectarias para facilitar la opresión de las clases trabajadoras y ha sido un enemigo acérrimo del pueblo kurdo. Hasta el inicio de la revolución en 2011, unos 400.000 kurdos en el norte de Siria no tenían documentos de identidad, ya que el régimen de Assad les había negado la ciudadanía. La relación pragmática que estableció con el PYD (Partido de la Unión Democrática) fue una concesión temporal para mantenerse en el poder. Incluso en sus momentos más débiles, el régimen de Assad se negó sistemáticamente a reconocer formalmente el estatus del pueblo kurdo.

Aunque el régimen de Assad se presenta como una estructura secular frente al islamismo radical, utilizó las divisiones sectarias como herramienta de control. Durante la revolución, mientras llenaba las cárceles con activistas que exigían libertad, liberó a futuros líderes de organizaciones islamistas radicales como Al-Nusra y el Estado Islámico. Además, evitó enfrentarse directamente al Estado Islámico y cooperó con este en la eliminación de la oposición democrática y laica.

Los clichés y simplificaciones engañan: La realidad es contradictoria y revolucionaria

Volviendo al punto inicial: los recientes acontecimientos en Siria solo pueden entenderse mediante la fórmula «13 años y medio + 1 semana». La «nueva» situación en Siria resalta nuevamente la «vieja» tarea: hacer realidad la demanda de libertad del pueblo sirio mediante el derrocamiento del régimen de Assad y la expulsión de sus partidarios del país. Sin embargo, esta legítima aspiración no puede ser realizada por HTŞ ni por otras fuerzas reaccionarias. Por tanto, sigue siendo crucial asegurar la mayor unidad posible entre las fuerzas opositoras y el pueblo kurdo, así como reconstruir las organizaciones populares en las áreas liberadas del régimen, tal como sucedió con las antiguas comités de coordinación locales. Este esfuerzo es vital para avanzar hacia una verdadera emancipación del pueblo sirio.

Atakan Citfci – Miembro de la dirección del Partido de la Democracia Obrera, sección de la UIT-CI en Turquía 

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