En los últimos meses, la existencia y el funcionamiento del zoo de Barcelona está siendo objeto de controversia. Muchos son los que abogan por el cierre de este recinto emblemático de la ciudad, mientras otros apuestan por un cambio de modelo que reduzca el número de especies en cautividad. Hablamos con Albert López, entrenador de la famosa orca Ulises, que se convirtió en un icono del zoo de Barcelona en los años 90, cuando se cumplen 25 años de su traslado a un parque temático de San Diego (California).
El traslado de la orca Ulises a los Estados Unidos contó con una importante respuesta ciudadana ya que la orca era muy querida por los habitantes de Barcelona. ¿Por qué la dirección del zoo decidió venderla?
Era obvio que la orca no podía seguir allí si no se cambiaba la instalación, que a día de hoy sigue siendo muy antigua, ya que data de los años 60. La instalación incumple todas las normativas que permiten alojar delfines, por lo tanto, no es en absoluto apropiada para orcas. Por este motivo, se pretendía deshacerse de ella. Se quiso vender a Estados Unidos, pero hubo una respuesta ciudadana en contra ya que Ulises era un símbolo del zoo. Es entonces cuando aparece una campaña publicitaria, orquestada por La Vanguardia, que hablaba sobre la locura de la orca y de su presunta agresividad. Las personas que antes se oponían a su traslado, después de este asunto, se posicionaron a favor.
Ulises se marchó del zoo de Barcelona con un contrato que establecía que se cedía el animal a cambio de una cría suya, pero no fue así. Prácticamente, la orca se regaló a Estados Unidos. Los americanos solo tuvieron que pagar los gastos del transporte, sabían que la orca les saldría gratis. El zoo de Barcelona no se embolsó nada por la venta de la orca, a no ser que hubiera algún acuerdo secreto, que intuyo que nunca se sabrá.
¿Cómo era la piscina donde se encontraba Ulises y cómo tenía que haber sido según los parámetros europeos?
Los parámetros estándares aclaran que las medidas de las instalaciones donde se alojan cetáceos han de tener en cuenta la longitud de los animales. La piscina donde Ulises vivió en el zoo de Barcelona tenía 22 metros de diámetro y solo había 6 metros de profundidad. Ulises ya medía 6 metros, lo que significa que en algunas partes de la piscina no podía ponerse en pie.
El gobierno municipal de Barcelona en aquella época, ¿no estaba dispuesto a llevar a cabo una remodelación del espacio para que la orca pudiera quedarse en el zoo?
Se hicieron varias propuestas para construir delfinarios nuevos en la zona del Fórum pero, finalmente, no se llevaron a cabo. El traslado de la orca Ulises fue una decisión prácticamente política. En ese momento el alcalde de Barcelona era Joan Clos, que por aquel entonces afirmó que la orca volvería a la ciudad.
El hecho de que no se insistiera en que la orca volviera, o bien una cría suya, como decía el contrato, ¿era porque no había suficiente infraestructura o por falta de interés?
No se había construido nada nuevo ni para la orca ni para su cría, por lo tanto, los problemas seguían existiendo. Además, un traslado de vuelta habría sido muy traumático para el animal. Hubieran sido muchas horas fuera del agua, con unas condiciones de estrés brutales que, incluso, podían haber supuesto su muerte.
En San Diego, ¿se ha conseguido un hábitat mejor para Ulises?
Está en una piscina mucho más grande, pero sigue estando en cautividad. Los cetáceos son animales sociales, dependen de la familia y van siempre en grupo, y Ulises se encuentra solo dando vueltas en una piscina. No hay que olvidar que estos lugares son también jaulas para los animales, aunque cueste más de identificar.
Hace unos meses se aprobó en el Ayuntamiento de Barcelona el Plan Estratégico del Zoo, una inversión de 65 millones de euros para crear nuevos espacios que intentaran reproducir ambientes naturales. ¿Cómo valora la iniciativa?
En el siglo XXI, un zoo no tiene cabida. El único sentido reside en el hecho de la conservación de las especies que se encuentran en peligro de extinción. Sin embargo, tenemos que recordar que el último lobo de Tasmania murió en un zoo. Los zoos se dedican a extraer ejemplares de su entorno pensando que así preservaran la especie, pero el énfasis tendría que ponerse en destinar presupuesto en preservar los entornos naturales para que la especie no desaparezca. Tendríamos que empezar a pensar en cambiar el modelo y alejarnos de este tipo de recintos que solo sirven para coleccionar especies animales.
Así pues, ¿los zoos son espacios de exhibición más que de conservación?
Para poner un ejemplo, los niños solo saben identificar animales como gorilas, leones o jirafas, en cambio, no saben nada de la fauna autóctona. Pero la gente no va a un zoo a ver golondrinas o murciélagos. Los padres no saben qué hacer con sus hijos y los llevan al zoo, cuando podrían ir juntos a Collserola y ver las hormigas, los escarabajos, las aves rapaces, etc. Si quieres enseñar la naturaleza a tu hijo, hay lugares mejores que un zoo.
¿Cuáles son las especies que tendrían que quedar fuera de un zoo, siguiendo unos parámetros de preservación e investigación?
Tendríamos que dar a conocer el entorno in situ. En la montaña se pueden encontrar muchas cosas, no hace falta cerrar a los animales en jaulas. Este es el modelo hacia donde tendríamos que caminar. Referente a las especies, habría que sacar del zoo las que tienen una capacidad cognitiva más elevada como gorilas, chimpancés, delfines o elefantes. Estos animales, debido a su inteligencia, sufren el cautiverio igual que lo haríamos nosotros.
Sobre el futuro del zoo han opinado políticos, plataformas ciudadanas y grupos animalistas. ¿No deberían ser los científicos y profesionales medioambientales quienes tendrían que tomar las decisiones?
El papel del científico es observar y posicionarse cuando le preguntan algo sobre su materia. Muchas veces, no sabe discernir si el animal tiene consciencia de sí mismo, si sufre, etc. Defender o no los zoos es una cuestión de sentimiento y de ética, hay que entender que no se debería apartar a un animal de su clan.
El zoo ha sido objeto de polémica en diversas ocasiones por los sacrificios de determinados animales, las malas condiciones de las instalaciones o los errores en el sistema de seguridad. Sobre la primera cuestión, se conoce que se han sacrificado animales sanos por falta de espacio. Por tu experiencia, ¿lo puedes confirmar?
De hecho, mi primera tarea en el zoo de Barcelona fue sacrificar un animal porque no disponía de instalación. En ese momento entendí que, si te gustan los animales, el último lugar donde deberías trabajar es en un zoo. Sin embargo, me quedé para intentar cambiar las cosas. Los sacrificios son una práctica habitual y yo estuve 5 años siendo testigo de estos hábitos.
La iniciativa ZOO XXI ha alertado sobre las malas condiciones de las instalaciones del zoo de Barcelona −hablan del “sótano de la vergüenza”−y de los errores en el sistema de seguridad que ha propiciado la fuga de animales. ¿Qué nos puede decir sobre estas cuestiones como ex trabajador del parque?
En un zoo, las fugas de animales son frecuentes. Mientras estuve trabajando allí, participé en muchas capturas de animales que se habían escapado. Si no recuerdo mal, en el zoo de Barcelona existen sótanos en la zona donde están los primates y los leones. La verdad es que Mauthausen podría parecer un jardín de infancia al lado de estos sótanos.
¿Qué medicamentos se les inyecta a los animales para que puedan seguir en cautividad?
Cada especie tiene requerimientos diferentes y una manera distinta de adaptarse y de hacer frente a la cautividad. Hay animales como los peces o los reptiles que no padecen tanto pero, por ejemplo, en el caso de los gorilas o los chimpancés, es frecuente que se les dé neurolépticos ya que los animales acaban desarrollando conductas psicóticas. Tienen un nivel de percepción muy rico y el zoo los desquicia. En el caso de los delfines, mientras yo trabajé como entrenador, no se les daba una medicación específica para controlar su comportamiento, solo tomaban vitaminas para paliar los déficits nutricionales y, en ocasiones, se les proporcionaba protectores gástricos.
Por su experiencia, ¿qué diferencias hay entre las prácticas que se llevaban a cabo en el zoo de Barcelona y las de otros zoos europeos?
Una praxis normalizada en España es la de ignorar las directivas y recomendaciones que vienen de la Comunidad Europea, sobre todo las que no interesan. Es el caso de las que controlan el bienestar de los animales expuestos en un zoo y las de la calidad de las instalaciones. Los gobiernos de los países europeos, exceptuando el español, procuran que se cumplan dichas normativas, lo cual no significa que en los zoos europeos los animales estén bien, ni mucho menos. El concepto de zoo es obsoleto, denigrante e ineficaz, por ello debemos trabajar para erradicar la costumbre de visitarlos, sea en España o en cualquier otro país.
¿El Zoo de Barcelona es transparente a la hora de hacer públicos los datos sobre sus prácticas, como pueden ser los sacrificios de animales?
Cuando yo trabajaba allí, no lo era. En las reuniones europeas que se llevaban a cabo para hablar de cetáceos, se estableció que no se publicarían los datos sobre el número de delfines que nacían muertos o los que morían antes del año de vida. Estos no se tienen en cuenta en las estadísticas porque, si no, cerrarían todos los delfinarios de Europa.
¿Tienen cabida, los zoos, como espacios de ocio, en los tiempos que vivimos?
No tiene sentido que, por nuestro ocio, tengamos que sacrificar el bienestar de tantos animales. Los argumentos de las personas que defienden la existencia de los zoos, son obsoletos, no los puedo entender.
Marta Pérez
Periodista.