Para buena parte de la opinión pública, los resultados de las elecciones europeas son una sorpresa. El PP pierde un buen número de votos sin darse por enterado; el PSOE mantiene su tendencia a la baja y surge, con un crecimiento importante en sól
Para buena parte de la opinión pública, los resultados de las elecciones europeas son una sorpresa. El PP pierde un buen número de votos sin darse por enterado; el PSOE mantiene su tendencia a la baja y surge, con un crecimiento importante en sólo cuatro meses, un partido organizado a partir de una profesor y tertuliano, que conoce los medios de comunicación y se expresa con un discurso sencillo y didáctico. Podemos parece, a primera vista, que recoge un importante número de votos procedente del descontento y que hasta este momento se refugiaba en el activismo social y en los movimientos cívicos. Una sacudida para una izquierda institucional que mira de reojo las nuevas formaciones surgidas tras el 15M. Veremos dónde y cómo acaba esta irrupción electoral, pero mientras, las dos grandes familias políticas españolas, que han gobernado estado y autonomías desde la restauración monárquica, se quedaron por debajo del 50% de los votos, la cifra simbólica de ruptura del bipartidismo. Perdieron más de cinco millones de votos y 30 puntos sobre las europeas de 2009, cuando controlaron sin problemas los comicios con un 80% de las papeletas. Por primera vez en años, el discurso del “ganamos todos” ha quedado orillado por la claridad de los datos.
Sólo en Alemania y en España, los partidos gobernantes se han mantenido en primera posición. Pero el castigo a los dos grandes partidos es mayor del esperado, según pronosticaban unas encuestas, que no preveían el giro a la izquierda ejemplificado en la entrada de Podemos con cinco escaños, cuarta fuerza política del estado y sólo uno por debajo de Izquierda Unida.
Para el Partido Popular, su caída -16 puntos menos; 2,6 millones de votos dejados por el camino, y muy tocado en Cataluña-, no es entendida como un correctivo, sino como una victoria contra los socialistas después de dos años de recortes, una economía hundida, y el partido entero contaminado por la corrupción y la financiación ilegal. Pese a que aún no han arreglado nada, Rajoy se presentará en Bruselas como el claro vencedor de los comicios. El PSOE, aún peor, cosechó el peor resultado de su historia moderna. Sin ideología, con un discurso defensivo y ambiguo, y confiando en la desmemoria de un electorado que, vistos los resultados, describen un país de voto de izquierdas sin una alternativa de izquierdas.
Pese a la victoria del Partido Popular -”lo único que importa”, dijo Cospedal-, los datos son preocupantes para casi todos sus gobiernos autonómicos. La fragmentación del votos de izquierdas deja al PSOE y a los partidos a su izquierda, tras los populares pero abre la puerta -si se produjesen resultados similares en próximas elecciones– a la creación de gobiernos de coalición en feudos de la derecha como Madrid o la Comunidad Valenciana. Para el PP, la inminente recuperación económica -dos años de espera ya– frenará el crecimiento de la izquierda. Pero el resultado en Cataluña dibuja un horizonte menos complaciente para el futuro político de los grandes partidos estatales. El incremento de participación, en 2009 ocho puntos por debajo de la media española, anunciaba los cambios con la movilización del electorado partidario del soberanismo. Al final, los resultados catalanes dejan tocados a socialistas y populares en esta comunidad, con un menguante peso político y superados por los flancos. Esquerra capitalizó el voto soberanista y alcanzó su objetivo, largamente buscado, de ser la primera fuerza política catalana. El primer paso para sustituir al PSC como fuerza hegemónica del centro izquierda en Cataluña se ha conseguido. CiU pierde fuelle y las izquierdas, al igual que en el resto del estado, ganan votos y fuerza, aunque algo dispersa. Estos resultados, sin embargo, son entendidos en el PP como una posibilidad para que CiU modere su discurso y empiece a buscar vías de diálogo. Nada nuevo entonces, en un partido enquistado en las instituciones y que no quiere entender nada de lo que ocurre en Cataluña, convertido en quinta fuerza política, superado por Ciutadans, que no arranca el vuelo, y con el soberanismo más fuerte a medida que se acerca el 9 de noviembre.
Como punto positivo respecto a Europa y, a pesar del golpe al bipartidismo y la fragmentación del voto izquierdista y de castigo a los partidos tradicionales, ninguna formación de ultraderecha aparece recogiendo el voto del descontento. No hay Frente Nacional y sus imitadores, con Vox, a la cabeza y rascando el escaño, deberán esperar.