El escritor Antonio Padilla nos habla “La mano del muerto”, editado por Libros de la Vorágine, donde describe, al detalle y con precisión, la Barcelona antifranquista de los años sesenta. Además de las letras, Padilla ama el Jazz y siempre que puede, difunde la religión de Miles Davis, John Coltrane, Thelonious Monk, Art Pepper, Chet Baker, Art Blakey y sus Jazz Messengers. Su pasión por el jazz es tan grande que hasta ha escrito notas de contraportadas de CD’s de Modern Jazz Quartet. Seguro que es lo que oye a veces mientras escribe.
Barcelona ha vivido no hace mucho el cierre de la librería Negra y Criminal. Usted vive en la Barceloneta y conoce a Paco Camarasa… Que una librería cierre siempre es un desastre, un fracaso, pero en esta Barcelona de los cruceros, de las estrellas Michelin… ¿este cierre es posiblemente más vergonzoso? ¿O es, un poco, lo que Barcelona se merece?
Antonio Padilla-. Creo que todos nos lo merecemos un poco, y preferiría decir otra cosa. Por lo que entiendo, a diferencia de otros sonados casos de establecimientos que echan la persiana para siempre, el cierre no tuvo origen en vertiginosas subidas del alquiler del local, sino porque el negocio sencillamente no funcionaba. Paco Camarasa llevaba años advirtiendo a quien quisiera oírle que todo cristo tenía elogiosísimas palabras para su librería pero que en realidad eran pocos los lectores que se acercaban a ella y compraban un libro o dos con alguna regularidad. Se supone que El Corte Inglés les pillaba más cerca. O quizá se bajaban los libros por internet. Vaya usted a saber.
Su novela “La Mano del Muerto” fue presentada en la librería Negra y Criminal… Nunca más podrá utilizar esa plataforma…
Antonio Padilla-. Eso parece, y personalmente me sabe fatal. Pero, ¿quién puede decirlo? En la vida a veces hay segundas partes, que hasta pueden ser buenas y todo. Y que yo sepa, no está escrito en sitio alguno que la Negra y Criminal no pueda reabrir algún día (de poder ser en su emplazamiento de siempre, que me pilla a tres minutos justos de casa).
La acción de “La mano del muerto” se desarrolla en los años sesenta y sigue dos tramas, una en Barcelona y otra en el Congo, que se alternan en la narración. ¿Por qué eligió este esquema?
Antonio Padilla-. La idea inicial era la de escribir un relato de aventuras al viejo estilo. Siempre he sido muy forofo de Hugo Pratt y tantos otros, y me fastidia que el género de aventuras en los últimos tiempos haya sido injustamente olvidado. Se me ocurrió trazar una historia paralela que contase por qué el protagonista, José Martí, colaborador de la guerrilla urbana antifranquista en la Barcelona de los primeros 60, había terminado encuadrado como mercenario en África en unos grupos combatientes que, simplificando, podríamos llamar neocolonialistas y hasta directamente parafascistas. Al hacerlo me dije que podía intercalar, alternar una y otra historia capítulo a capítulo, lo que con un poco de suerte proporcionaría al lector dos novelas por el precio de una. Es un hecho que el libro tiene dos tramas y dos finales paralelos… Por lo demás, tampoco estamos hablando de un recurso particularmente originalísimo. Los escritores de folletines del siglo XIX lo utilizaron hasta la saciedad.
Si usted trabajara en una librería, ¿en qué estantería colocaría su libro? En la de Novela negra, Thriller, Aventuras…
Antonio Padilla-. No trabajo en una librería, y los libreros han decidido por mí: el libraco siempre, y todas las veces, está en la sección de novela negra/thriller. Quizá porque en las librerías de hoy rara vez hay estantes dedicados a la novela de aventuras, como en su momento tampoco los había dedicados a la novela negra/thriller.
¿Le gustan las etiquetas?
Antonio Padilla-. Nunca me han gustado. Pero entiendo que pueden ser útiles para la industria editorial…
Su libro destaca por la documentación. Exhaustiva. Preparada.
Antonio Padilla-. Pues muy amable. El hecho es que me gusta documentarme, y ahora con Internet no hay excusa para no hacerlo, a riesgo de que los lectores te echen una bronca de cuidado por el más nimio descuido a la hora de describir un avión de doce toneladas Douglas B-26 Invader o el aspecto preciso que tenía el Muelle de Pescadores de la Barceloneta allá por 1961. La información ahora está por todas partes, y me parece claro que las ventajas superan a las desventajas.
¿Y cómo era la Barcelona anti-franquista de los años sesenta? ¿Cómo vivían los resistentes al franquismo?
Antonio Padilla-. En su mayoría, muy mal y con el acojonamiento metido en el cuerpo, cosa lógica en un estado policíaco como era la España del General Franquísimo. Pero como en todos los ámbitos en la vida, los había que vivían menos mal. Un opositor famoso y/o millonario, hubo unos cuantos, siempre lo tenía mejor que un opositor del tipo pobretón y sin influencias, con licencia para llevarse todas las hostias del mundo, y peor, en la Jefatura de Barcelona o la DGS madrileña.
Muchas organizaciones políticas tenían que recurrir a la delincuencia para financiarse. ¿Eso es legítimo?
Antonio Padilla-. No creo que el Franquísimo (AKA Paca la Culona) y sus esbirros les hubieran permitido abrir una cuenta en La Caixa o un Paypal –en caso de haber existido– para costear sus actividades. Si un gobierno es clarísimamente ilegítimo y te propones combatirlo, estás obligado a recurrir a actividades que pueden ser ilegales pero que resultan legítimas. Es mi forma de verlo.
¿Y por qué el Congo como escenario alternativo de la acción?
Antonio Padilla-. No me va a creer: leí un libro –olvidado pero fascinante– escrito por un periodista llamado Vicente Talón sobre la presencia de una cincuentena de mercenarios españoles en las guerras civiles del Congo durante los años 60… Y una noche, unos pocos años después, tuve un sueño al respecto, sobre lo que más tarde sería el capítulo inicial de la novela, con sus diálogos, sus puntos y comas y todo lo demás. Esa mañana me desperté muy pronto y comencé a escribir como un autómata letra herido. Será verdad eso de que la inspiración aparece cuando menos te lo esperas…
Será verdad… ¿Y qué le atrae de los mercenarios? ¿El hecho de que son apátridas, que son personas desplazadas, fuera de contexto, en algún sentido? ¿El que son soldados, algunos sin ética ninguna, a sueldo del mejor postor?
Antonio Padilla-. Algo de eso hay. También la circunstancia de que muchos de esos mercenarios aterrizados en el Congo de los años 60 tenían unos sorprendentes motivos personales, en ocasiones del tipo prosaico-surrealista: reunir un capitalito para pagar la entrada de un piso en propiedad, para montar un pequeño negocio propio (¡comprar una licencia de taxista, muchas veces!). También los hubo que se apuntaron por razones que de forma directa entran en lo complejamente psicológico: «dejarle claro a mi padre que no soy un mierda ni un inútil», «para probar algo nuevo y diferente». No estoy inventándome nada de todo esto…
Sabemos que tiene varios proyectos en marcha ¿Qué puede avanzar de ellos?
Antonio Padilla-. Tengo dos novelas a medio terminar. Cuando me bloqueo, una paso a la otra. La una es una precuela de «La mano del muerto» y trata de la estancia en la Barcelona de 1962 del mercenario guineano Manolo Buesule, en su época de civil, cuando intentaba montárselo y triunfar como cantante melódico en salas de fiestas («El As del Bolero Tropical»). Sin comerlo ni beberlo, el As del Bolero Tropical se ve metido en un marrón muy gordo con participación estelar de la mencionada policía política del franquismo, pues un pez gordo del Régimen se ha metido en líos sexuales del tipo inconfesable. Como en el caso de «La mano del muerto», unas cuantas cosas están basadas en hechos reales. La otra novela… es un secreto (por el momento).
Periodista, fotógrafo, escritor e investigador.