Rebuscando entre las cajas y los baúles apilados en uno de los almacenes de la Fundación Coco Chanel de París, alguien encontró la pasada década unas fotografías de la modista posando como modelo para un escultor. Los descubridores de las instantáneas, intrigados por aquel enigmático maestro de las artes, se pusieron manos a la obra para averiguar de quien se trataba. No era Picasso, no era Dalí, no era Sert… Entonces, quién era aquel hombre enjuto de manos prietas y tímida sonrisa. Todos conocemos los amores y desamores de la costurera, sobretodos aquellos que la ligaron con la aristocracia, con magnates del cine americano, con primeros ministros o, incluso, con oficiales nazis, pero, hasta entonces, nadie sabía que uno de sus amores fugaces había sido el escultor catalán Apel·les Fenosa. En este artículo trataremos de acercarnos brevemente a la biografía de este artista desconocido para gran parte del público.
Su padre, Francisco Fenosa, anarquista por convicción y vegetariano por prescripción, nació en la localidad de Almatret (Lleida) pero, durante su juventud, se trasladó a Barcelona en busca de nuevas oportunidades. Apel·les -bautizado así en memoria del poeta gerundense Apel·les Mestre- nació en la capital catalana el 16 de mayo de 1899, pero el estado de la madre después del parto hizo que el niño fuera confiado a una nodriza de Almatret, donde se crio hasta los tres años. Pocos años después, el niño volvería al pueblo para recuperarse de una grave dolencia, siendo atendido por su abuelo, Josep Fenosa, con la esperanza que el ambiente y el clima seco de la zona le ayudaran a recuperar su salud. Allí, en Almatret, conoció a Víctor Viladrich, otro escultor contemporáneo y de prestigio.
Desde muy joven la pasión de Apel·les fue la escultura, una pasión no aceptada por su padre, que ante la obstinación del hijo ante la estatuaria lo echó de casa. Pero, finalmente, el padre acabó cediendo y Apel·les se matriculó en la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona. Con el fin de que Apel·les empezara a ganar dinero para su manutención, el escultor Enric Casanova le encargó pequeños trabajos que emocionaron al joven artista.
En 1920, Fenosa inició un viaje por Francia, recalando en Toulouse, donde encontró trabajo de retocador en el taller de un escayolista. Al cabo de unos meses, decidió trasladarse a París, donde trabajó en el taller de unos artistas italianos. En 1922, Fenosa conoció a Pablo Picasso, quien se interesó por su obra, comprándole sus primeras esculturas. El pintor malagueño, incluso, le encargó el retrato de quien entonces era su mujer, Olga Koklova. En 1929, Apel·les Fenosa volvió a Barcelona, donde se quedó hasta el fin de la guerra civil.
Durante estos diez años, expuso en varias ocasiones -con gran éxito- en la Sala Parés de la ciudad condal. Con la proclamación de la Segunda República, participó activamente en la fundación del sindicato de artistas. La Generalitat entonces le encomendó la protección del patrimonio artístico catalán, hecho que le permitió recorrer toda Catalunya y parte de Aragón.
En esta última tierra, Apel·les salvó de la hoguera varios retablos de los siglos XIV y XV. Gracias al escultor hoy siguen en su lugar de origen o en museos de Huesca y Zaragoza. Cuando Barcelona cayó en manos de los fascistas, el escultor catalán tuvo que esconderse unos meses, hasta que logró cruzar la frontera por los Pirineos para entrar de nuevo en Francia.
Ya en París retomó su relación con Picasso, Cocteau y su amante Jean Marais. Cocteau le encargó una escultura y así empezó de nuevo a trabajar. Fue el escritor quién le presentó a Coco (Gabrielle) Chanel. De este modo, en septiembre de 1939 iniciaron una relación amorosa. Coco instaló a Apel·les en una suite del hotel Ritz -donde ella vivía- con las facturas pagadas y regalos de todo tipo. Apel·les, un hombre tranquilo y modesto, no aceptaba el mundo de la modista, ni tampoco las drogas ni el lujo en el que la diseñadora vivía inmersa. La relación amorosa finalizó a principios de 1940, pero su amistad perduró a lo largo del tiempo.
Obra muy prolífica
La obra de Apel·les Fenosa tiene la peculiaridad de ser muy prolífica. Hay que destacar los monumentos a Macià y Pau Casals en Barcelona. En el museo Euskal Herria de Gernika, en cambio, está instalada la escultura Monumento aux mártires de Oradour (1945), que se alza como testigo vivo de la barbarie de la guerra. A modo de curiosidad, cabe mencionar que el Ayuntamiento de Barcelona obsequió como regalo de boda a Cristina de Borbón una escultura de Apel·les que representa una mujer peinándose.
Fenosa murió en París en 1988, pero pasó largas temporadas en la población de El Vendrell (Tarragona), donde actualmente se ubica la Fundación Apel·es Fenosa (Calle Mayor, 25). En el año 2011 la Fundación celebró la exposición Coco Chanel – Apel·les Fenosa, que documentaba algunos de los detalles de la relación con las notas del cuaderno de Coco Chanel, las facturas del Ritz donde estuvieron alojados todo aquel tiempo, fotografías de los dos y un retrato inédito que Fenosa hizo de la diseñadora.
El misterioso robo de los relieves de Fenosa
Apel·les Fenosa hoy es noticia. Se trata de un robo de arte que ha tardado 33 años en resolverse. Es la misteriosa desaparición de dos piezas del escultor de las buhardillas de la casa que el Fenosa y su mujer, Nicole, tenían en El Vendrell. Pasó en 1986.
La pareja vivía gran parte del año en París, y fue la persona encargaba de cuidar la casa mientras el matrimonio estaba fuera quien se dio cuenta de que alguien había forzado la puerta y había robado dos obras. Se trataba de dos piezas de bronce con Sant Jordi como protagonista: El rellleu de Sant Jordi (de unos 200 kilos) y Saint Georges et le petit Dragon (de unos 80 kilos). Nicole volvió de París para hacer la denuncia del robo y difundirlo en la prensa.
Nunca más se supo hasta diciembre del 2013. Fue en una casa de subastas de París. Nicola Plescoff, un galerista de arte apasionado por la obra de Apel·les Fenosa, adquirió la obra Saint Georges et le petit Dragon. Tenía la pátina muy degradada y la numeración manipulada, de forma que no se podía certificar si era una de las esculturas robadas a Fenosa. Pero al cabo de pocos meses, la misma casa de subastas tenía previsto sacar a la venta la otra obra de Fenosa, El rellleu de Sant Jordi que mantenía intacta la numeración.
Tirando del hilo, la policía relacionó el robo del Vendrell con otro caso ocurrido en París el 2006, y el juez ordenó precintar las obras hasta que no se acabara la instrucción. Finalmente, después de 33 años de su desaparición, el juez ha ordenado devolver las obras a sus legítimos propietarios: la Fundación Apel·les Fenosa, puesto que el escultor murió en 1988 y Nicole en 2012.