El Parlamento de Catalunya aprobó en junio de este año, por unanimidad, anular las sentencias políticas del régimen franquista y declarar “ilegales” los tribunales franquistas que actuaron desde 1938 a 1978, y hacer un registro oficial de los casi 64.000 procesos que tuvieron lugar en Catalunya durante esos 40 años. Ya nos gustaría que en el resto de España se hiciera algo parecido. Por poner un ejemplo, en la Comunidad de Madrid, con los votos en contra de PP y Ciudadanos (que en la Asamblea son mayoría), se impidió poner una placa en la antigua DGS en recuerdo y homenaje a los miles de antifranquistas que allí fueron torturados.
En 2016, en Catalunya, el PP consiguió apenas 460.000 votos (13%) mientras que, por ejemplo, en Madrid obtuvo el triple de apoyos, 1.316.000 votos (38%). En Catalunya, el PP es casi marginal, y si no fuera por el apoyo que le prestan los grandes medios de comunicación estaría fuera del mapa.
El PP en Catalunya tiene un sólo alcalde y apenas 215 concejales. C´s no tiene ningún alcalde y sólo 175 concejales, mientras tanto ICV-EUiA-Entessa tienen 21 alcaldes (entre ellas la alcaldía de Barcelona) y 370 concejales. La CUP-PA tiene 19 alcaldes y 382 concejales. ¿Quién son, pues, los minoritarios?
Ahora esa minoría quiere desalojar por la fuerza a los representantes del pueblo de Catalunya democráticamente elegidos y tomar el poder. Un partido con un solo alcalde en toda Catalunya, quiere gobernarla. This is Spain.
Hablemos del respeto a las leyes. En 2003, con Pascual Maragall, el 88% de Parlamento Catalán aprobó reformar el Estatuto de Autonomía. En 2005 se aprobó en el Parlamento Catalán con 120 votos a favor y 15 en contra. Este nuevo Estatuto, a propuesta de Rajoy (entonces en la oposición), fue anulado por el Tribunal Constitucional de obediencia reaccionaria. Los miembros de dicho Tribunal reescribieron ese Estatuto a su antojo en 2010 y a partir de ahí empezaron las grandes manifestaciones en toda Catalunya. Millones de personas formaron parte de manifestaciones reivindicativas, festivas, pacíficas y multitudinarias como nunca antes se han visto en Europa, reivindicando su derecho a decidir.
Hablemos de diálogo. En 2014 el Parlamento catalán pidió formalmente al Congreso de Diputados del Estado español la convocatoria de un referéndum. La propuesta fue rechazada. Sólo 47 diputados votan a favor. Los millones de catalanes que lo llevaban exigiendo en las calles y las instituciones desde hace años, fueron ignorados. Por ley, esos millones de ciudadanos no existen y, por lo tanto, no hay que responderles ni dialogar nada con ellos. El Estado español, siguiendo una tradición consolidada, hace política a estacazos. No sabe otra cosa. Además, constitucionalmente, tiene el monopolio de la estaca… Todo encaja.
En Catalunya, los partidos políticos están cumpliendo el programa con el que se presentaron a las elecciones, y han dado voz al pueblo para que decida sobre su futuro directamente. ¿En qué otra parte de España la gente habría sido capaz de crear una red logística perfectamente organizada con la que, arriesgando cárcel y desafiando la “inteligencia” del Estado, consiguiera que las urnas estuvieran listas a la hora en punto en todos los colegios electorales?
¿En qué otra parte de España la gente habría esperado toda una noche para proteger y mantener abiertos esos colegios? ¿En qué otra parte de España voluntarios severamente amenazados desde el gobierno central se hubieran arriesgado a cometer el “delito” de componer las mesas electorales? ¿En qué otra parte de España habría hecho colas de horas bajo la lluvia y resistido pacíficamente las agresiones policiales para poder votar? En ninguna. Era su decisión, su voto, y supieron defenderlo, desactivando todos los boicots y humillaciones orquestadas desde el gobierno central. La democracia catalana es una democracia defendida; la de España es una (no) democracia servilmente soportada.
El pueblo catalán quiere ser dueño de sí mismo. A la mayoría del pueblo español no le importa no ser dueño de sí mismo, pero sí quiere furiosamente ser dueño de Catalunya. Psicopatología social.
En Catalunya se han aprobado bastantes leyes muy progresistas, que sistemáticamente han sido rechazadas por los gobiernos del PP y tumbadas por su Tribunal Constitucional. Baste como muestra que el Tribunal Constitucional suspendió una ley “catalana” que impedía a las empresas energéticas cortar el suministro eléctrico a las familias pobres durante el invierno. Lo mismo ha ido ocurriendo con otras regulaciones “catalanas” sobre desahucios, la igualdad de género, el fracking, etc.
Sin ánimo de ser exhaustivo no estaría de más que muchos de los que hoy se llenan la boca con las bondades de “ser español” se dieran una vuelta por todos los rincones de Catalunya, y conocieran de primera mano el funcionamiento de una sociedad, abierta, organizada y participativa, rica en capital humano y cultural, preocupada por resolver los problemas que nos acarrea a todos el capitalismo salvaje de las grandes multinacionales.
Hay iniciativas que surgieron en Catalunya y han sido acogidas de forma natural en el resto del Estado español, incluso en otros países. La tradición catalana de regalar un libro y una rosa el 23 de abril, día de Sant Jordi, está en el origen del Día del Libro que, a propuesta de la Cámara Oficial de Libro, se celebra en Barcelona desde 1930 (coincidía esa fecha con la muerte de Cervantes y Shakespeare). En 1955 la UNESCO declaró el 23 de abril el Día Internacional del Libro. En la actualidad se celebra por millones de personas en más de cien países.
La sociedad catalana es multicultural. Es cierto que conservan muchas tradiciones propias y las desarrollan permanentemente como “els Castells”, pero también es verdad que otras raíces culturales se desarrollan con plenitud, por ejemplo la “rumba catalana”, una muestra viva de que la sociedad catalana es capaz de abrir camino a las otras culturas de las personas que han decidido ir a trabajar y vivir a Catalunya.
Hay otras cuestiones en las que, por la lógica de los tiempos en que vivimos, también seguiremos el ejemplo de Catalunya, entre ellas la prohibición de la tortura y muerte de toros en las salvajes corridas.
Catalunya es uno de los sitios en que la bandera roja y gualda de los sublevados franquistas contra la República se ve como tal bandera de franquistas, y en sus tierras es llevada casi exclusivamente por franquistas… que haberlos haylos. Pero ni una vez, en cualquier calle de Catalunya, alguien ha sido agredido por llevar esa bandera.
A veces los datos y las estadísticas no reflejan, tanto como uno quisiera, la realidad y anhelos de una sociedad o de su mayoría. Lo visto en los últimos años, meses, semanas y días en Catalunya refleja una sociedad, valiente y decidida, con conciencia de sí misma, con capacidad de acuerdo, que se ha ganado a pulso su derecho a la autodeterminación. A los demás sólo nos queda escuchar, aprender y ayudarles a hacer posible lo que han elegido…
…Y como en tantas otras cosas sigamos su ejemplo y que la República Catalana abra camino a la República en España.
* Luchador antifranquista, condenado en los procesos del 27 de septiembre de 1975. Miembro de la Asamblea de Redacción de LoQueSomos