Desde que en 2010 los familiares de dos fusilados por el régimen de Franco presentaran la querella que dio pie en Argentina a lo que hoy es la primera causa judicial contra los crímenes del franquismo, Cecilia Rossetto estuvo allí. La actriz rioplatense no solo encandiló a los catalanes durante años con sus Music Hall en la célebre avenida del Paral·lel – obtuvo el premio a Mejor actriz de Barcelona en 1992 y 1995- sino que también, desde su cargo de agregada cultural en el Consulado argentino, se dedicó de lleno a promover actividades relacionadas con la Memoria Histórica y los Derechos Humanos.
Cecilia Rossetto estuvo y está presente en la historia del Estado español, por su talento artístico y por su indeclinable apoyo a quienes luchan por la verdad y la justicia. Junto al Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, y a las Abuelas de Plaza de Mayo, Rossetto acompañó a los querellantes desde el primer día y participa hoy en todos sus actos manifestando su incondicionalidad y la de la Asociación Argentina de Actores en la cruzada contra la impunidad que intenta imponerse desde el gobierno de Mariano Rajoy.
REVISTA RAMBLA ha dialogado con ella en Buenos Aires para analizar la evolución (o involución) del tratamiento de la Memoria Histórica en nuestro país desde los años en los que trabajaba como agregada cultural (2004-2007) hasta hoy y su repercusión en la Argentina, país que siempre ha luchado codo a codo con España para no dejar bajo llave los crímenes cometidos durante la dictadura franquista.
Siempre has estado muy vinculada a tareas en pro de los Derechos Humanos y, como agregada cultural del Consulado argentino, tu labor se centró en la recuperación de la Memoria Histórica. ¿A qué se debe esta implicación?
Es un tema que siempre me ha sensibilizado. Yo me casé muy jovencita con un compañero del Conservatorio de Arte Dramático y nosotros, en aquel entonces, cantábamos en los barrios marginados, en los orfanatos. Pero en 1976, cuando llegó la última dictadura a la Argentina, Hugo González- mi marido- fue secuestrado y desaparecido. Ese temprano conocimiento del horror hizo que sintiera que tenía que trabajar en ese sentido, no solo por su memoria sino por los 30 mil desaparecidos de mi país.
Así es que siempre he estado muy vinculada a las instituciones que trabajan en contra de la impunidad y el manto de silencio que suele instaurarse en los países que sobreviven al horror.
En el caso concreto de España, ¿cómo se ha gestado tu relación con las víctimas del franquismo?
Enterada de mi implicación en estos temas, mucha gente vinculada a la Memoria Histórica se me acercó mientras estaba trabajando en el Consulado. Por ejemplo, un joven antropólogo de la Universidad Autónoma de Barcelona, me pidió que los ayudara a contactar con el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) porque- decían- “ellos son un faro de luz en la oscuridad para nosotros”. No me extraña, gracias a este equipo miles de familiares de desaparecidos argentinos han podido conocer el paradero de sus seres queridos. Yo, sin ir más lejos, tengo una gran amistad con ellos ya que son los que están- aún hoy- buscando los restos de mi marido e incluso son quienes me conectaron con sobrevivientes del campo de concentración donde se lo vio por última vez.
La experiencia fue muy interesante porque, lo que en principio iba a ser un intercambio entre científicos, se transformó en algo mayor: la primera toma de muestras sanguíneas a familiares de desaparecidos residentes en Catalunya.
Y a partir de ahí sucedieron más cosas: personas de Mallorca que habían encontrado restos humanos en el jardín de su casa se reunieron conmigo silenciosamente- porque tenían miedo de que quisieran hacer desaparecer esas pruebas- para que el equipo de antropología forense los identificara y se les pudiera dar un consuelo a las familias.
Teniendo en cuenta las continuas trabas que desde el Gobierno se ponen para la revisión de los crímenes del franquismo, parece increíble que hayas podido llevar a cabo tantas actividades en torno al tema. ¿Tenías buena recepción de las instituciones?
La verdad es que, aunque no tuviera apoyo, lo buscaba. Un argentino que ha estado en esas luchas está muy hábil en técnicas de supervivencia y, como decían los militares de nuestro país, de filtración.
¿Percibías cierta parálisis en la sociedad española a la hora de enfrentarse a su pasado?
Es cierto que la participación no era muy masiva y quienes se acercaban eran, sobre todo, personas mayores. Ellos fueron los que se atrevieron a venir a los talleres o a las distintas actividades (proyecciones de películas, exposiciones, lecturas) porque sentían que así podían hacer catarsis hablando de lo que les había pasado.
¿Tienes algún vínculo directo con la Guerra civil española?
Además de que mis tíos abuelos son parte de la gran comunidad vasca que existe en Buenos Aires, mi padrino –que era uruguayo- se fue como voluntario a luchar con las brigadas republicanas.
Como víctima en lo personal del terrorismo de Estado, ¿cuál era la ayuda que, sentías, podía brindarte la sociedad?
La solidaridad, la unión y el trabajo conjunto. Sinceramente, lo que sucedió. A partir de entonces, los familiares de desaparecidos que participaban de la misma lucha se convirtieron en mi familia.
Ahora, al ver la negativa de la Audiencia Nacional a la extradición de los torturadores Jesús Muñecas Aguilar y Billy el Niño, y la falta de colaboración por parte del Gobierno para el esclarecimiento de los crímenes cometidos durante el franquismo, ¿sientes que algún día será posible la Justicia en España?
Nosotros también creíamos que no íbamos a poder mover las llamadas “leyes de la vergüenza” [normas que habilitaron, en su día, la amnistía de miles de represores de la Dictadura argentina] cuando veíamos a los asesinos caminar por las calles y vivir con el dinero que les robaban a las familias de los desaparecidos. Pero, sin embargo, en el año 2004 Néstor Kirchner las derogó y pudieron abrirse los procesos judiciales que hasta hoy se están celebrando para condenar a los culpables.
¿Cómo crees entonces que debería continuar la lucha?
Por un lado, es importante la toma de conciencia de los jóvenes, que tienen que saber que en su país vive toda esa gente maravillosa que luchó por la libertad y la República.
Por otro, no hay que escuchar a gobiernos como el de Rajoy que intentan desanimar a quienes intentan involucrarse en esta lucha. La juventud no tiene que prestar atención a los medios masivos que quieren hacer creer que los que están ahí peleando por la memoria son cuatro locos. Hay otra historia silenciosa que camina paralela, lo demuestra la causa que en Argentina se ha logrado abrir por la acción de los querellantes.
La verdad es que, a lo largo de la vida, una se habituó a encontrarse con gobiernos reaccionarios a punto caramelo de fascismo y, de todos modos, nunca ha bajado los brazos.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.