Demasiadas son las instituciones que, a lo largo de los siglos, se han dedicado a ensuciar nuestras consciencias. La Iglesia, los imperios, los fascismos y las dictaduras en general se han encargado de inyectar en nuestras mentes sus normas y doctrinas de pensamiento. Las instituciones políticas y religiosas han arremetido contra muchos colectivos, convirtiéndolos en vulnerables. El pensamiento católico ha llenado nuestro mundo de prejuicios, amenazas y ofensas varias. Uno de los colectivos que han sufrido y siguen padeciendo una discriminación continua es el LGTBI (Lesbianas, Gays, Transexuales, Bisexuales, Intersexuales).
Los jóvenes siguen sufriendo a la hora de confesar a sus padres su orientación sexual, en las escuelas e institutos se escuchan todo tipo de insultos hacia los adolescentes “sospechosos” de ser homosexuales, juzgados sólo por su manera de vestir o comportarse, y lo más grave es que el “bullying” que muchos jóvenes sufren cada día en las escuelas, acaba en suicidio, al no poder aguantar la presión y discriminación a la que son sometidos. Cada año, alrededor de unos 50 jóvenes se suicidan en España por este motivo y otros 950 lo intentan. Estos datos demuestran que la marginación hacia este colectivo no es una cuestión generacional. En determinadas ocasiones se tolera que personas mayores o de mediana edad, por haber vivido un contexto sociopolítico reaccionario, como fue el régimen franquista en España, arremetan contra el colectivo sólo por el hecho de ser “de otra época”. Siguiendo esta tesis, nuestros jóvenes tendrían que estar desligados de discriminar a otros por motivos de orientación sexual, pero los hechos y las estadísticas dicen lo contrario. El tema que nos ocupa no es cuestión de temporalidad sino de educación en valores. El heteropatriarcado debe dejar de ser el modelo. De una vez por todas, hay que abandonar las ideas que los “lobbys del odio”, encabezados por la Iglesia católica, llevan pregonando desde su entrada en nuestro mundo y en nuestras mentes. Se debe fomentar y garantizar una educación afectivo-sexual en las escuelas. Se lo debemos a todas esas personas que sufren por culpa de otras que consideran que su modo de amar o de comportarse no es el correcto.
¿Alguien sale perjudicado de que dos hombres o dos mujeres se amen y formalicen su relación? ¿De que un artista trabaje dando shows vestido con prendas de mujer? ¿De que una persona cambie su sexo? ¿De que alguien se pueda enamorar de otro de su mismo género? ¿Bajo qué criterios se puede censurar a alguien, el modo de vida no gusta, pero tampoco afecta a nadie? Es hora de que reflexionemos sobre estas cuestiones antes de que el mundo se convierta en un gran patio de vecinos dedicados al chismorreo, molestos por el género de la persona con la cual viven y duermen los demás vecinos.
El pasado 5 de enero, en Madrid, a propósito de la cabalgata de Reyes en Vallecas, la artista La Prohibida, la cabaretera Roma Calderón y la cantante de rap Dnoé Lamiss participaron en una comitiva, acompañando a los Reyes Magos. Cuando se hizo público el evento, La Prohibida recibió insultos y hasta amenazas de muerte por parte de personas que creen en la tradición, una tradición que ha sido cómplice de las mayores barbaridades históricas. La doctrina católica ha generado guerras de religión, creó el Tribunal de la Santa Inquisición, ha colaborado con regímenes dictatoriales, ha mandado al infierno a las madres solteras, condena a los homosexuales y fue la responsable del robo de bebés en España. La tradición que está detrás de la Navidad ha favorecido la existencia de crímenes contra la humanidad.
Las personas que abocaron todo su odio sobre La Prohibida y demás artistas, amparándose en las costumbres “de toda la vida” temían que la cabalgata de Reyes se convirtiera en un espectáculo grosero, con artistas ligeras de ropa y con un baile provocativo, en definitiva, un mal ejemplo para los niños. La percepción que se tiene de las “drag queens” es totalmente caduca. El travestismo no es prostitución, sino que es arte. RuPaul, Conchita Wurst o las magníficas transformistas españolas como La Prohibida, Kika Lorace, Supremme de Luxe, Sharonne y toda la factoría de ¡Que trabaje Rita! se dedican a hacer espectáculos de entretenimiento abierto a todo tipo de público. La Prohibida, además, goza de éxito internacional y es conocida también al otro lado del océano. En países como México o Chile, a los espectáculos de esta drag asisten niños, atraídos por su vestuario de fantasía, sus pelucas de colores y sus canciones.
Muchos de estos artistas, en sus adolescencias, han tenido que soportar situaciones de “bullying” o discriminaciones de cualquier tipo. Es posible que algunos sufran aversión hacia la sociedad que les rodea, por haber respaldado su propia marginación, pero se dedican a divertirnos, a hacernos reír, bailar y disfrutar de sus shows. Más allá de la diversión, también hay sitio para las demandas. “Hay que reivindicar la pluma”, dice La Prohibida en algunos de sus espectáculos. ¿Por qué hay que reivindicarla? Para que no se establezcan patrones de conducta predeterminados, para que cada uno viva, actúe y se comporte desde la libertad, no desde la presión de una sociedad prejuiciosa que se cree con el poder de decidir sobre el bien y el mal.
Actualmente, en las redes sociales, se está dando el fenómeno de los “youtubers” o “influencers”, personas que acumulan muchos seguidores y que con sus publicaciones tienen la potestad de mandar ciertos mensajes a jóvenes y adolescentes. Uno de ellos es Jedet, un chico que no cree en los estereotipos de género, que viste y se maquilla como nos dicen que deben hacerlo las mujeres. Además, habla sobre el “bullying”, un tema que muchas veces es ignorado, también sobre el machismo, la homofobia y, evidentemente, sobre los cánones de género. Él nos habla de valores que están vetados en las escuelas e institutos, y con su influencia puede cambiar algo en las mentes de los más jóvenes.
El colectivo LGTBI se tiene que segregar en bares y discotecas de “ambiente”, lejos de la mirada apremiante de seres que consideran las muestras de cariño entre dos personas del mismo sexo como una aberración, cuando en determinadas ocasiones estas mismas personas ni se alarman cuando presencian una situación de machismo en una pareja heterosexual. Los fines de semana, se dan múltiples casos de agresiones físicas o verbales hacia el colectivo LGTBI, especialmente en los lugares de ocio, donde en muchas ocasiones el alcohol juega un papel determinante. Estos hechos han desencadenado la existencia de observatorios y asociaciones que luchan para combatir la homofobia en las calles, en las aulas o en el trabajo. Tampoco esta sociedad entiende por qué se tienen que dedicar unos días en verano al apoyo del colectivo. La respuesta es muy simple: porque se necesita, porque esta sociedad está suspendida en derechos humanos. Hay que reivindicar los derechos de todos en todas las esferas de la vida, sí, también, en una cabalgata de Reyes. Sólo la educación en valores justos y equitativos podrá ganar la batalla a adoctrinamientos religiosos y políticos.
Marta Pérez
Periodista.