Citizenfour (Laura Poitras, 2014): el caso de Edward Snowden. Laura Poitras, documentalista y ciudadana estadounidense, nacida en Boston en 1964, su problema es hacer documentales sobre el comportamiento de los gobiernos de su país. Después de completar el documental en 2006 My Country, My Country, Laura Poitras dijo «he sido puesta en la lista de vigilancia del Departamento de Seguridad Nacional» y se me ha notificado por parte de agentes de seguridad aeroportuarios que «mi «nivel de amenaza» era el más alto que asigna el Departamento de Seguridad Nacional.» Laura Poitras calcula que ha sido detenida unas cuarenta veces y que varias veces le revisaron la computadora portátil, el teléfono celular y sus objetos personales.
Una buena película de terror ha de contar con su buena ración de sustos, de intriga, de muertos en el camino, e incluso con un final abierto que permita la reencarnación del villano y que continúe con su carnaval sangriento en próximas entregas. Cuando se trata de un documental el que ofrece todo esto y, además, sitúa la acción en una sólida base documentada de realidad, el terror se hace más cercano, más sentido, más doloroso. Palabras como STELLARWIND, METADATOS, TEMPORA, X-KEYSCORE, SIGINT, GCHQ Buda, UDAQ, POTUS… me eran desconocidas, y probablemente su inclusión en este comentario provoque que numerosos sistemas informáticos “inteligentes” del planeta rastreen el mismo si el documental cuenta un mínimo de verdad.
Y mucho de verdadero ha de tener el documental cuando el gobierno estadounidense pone tanto empeño en conseguir la extradición y condena de Assange, por un lado, y de Snowden por otro, porque de eso va este extraordinario ejercicio periodístico, no exento de activismo y de propagandismo, pero que nos enfrenta con el pudridero que día a día representan las democracias occidentales y su escaso respeto por la libertad en aras a una seguridad imposible de garantizar al 100%. Dice el dicho que cuando la seguridad entra por la puerta la libertad salta por la ventana, lo comprobamos y lo sufrimos día a día en forma de leyes desproporcionadas, de instrumentos vendidos como el ejercicio democrático del poder pero que sólo se utilizan para disminuir cada vez más, los derechos democráticos de los ciudadanos a los que se dice servir, ya sean pactos antiterroristas o Patriot Act, el fin acaba con los medios, todos pasamos a ser presuntos culpables y nunca presuntos inocentes.
La N.S.A., o sus acólitos serviles, dispone de, al menos, 20 estaciones mundiales de almacenaje de “metadatos”, cada estación es capaz de intervenir simultáneamente 1.000.000.000 de llamadas telefónicas, multipliquen por 20 y por minuto. Es el fin de la privacidad, de la libertad, de la intimidad, y todo ello bajo el manto y la cobertura de una más que despreciable legalidad. Obviamente, el documental carga contra Obama, la “gran esperanza blanca” cuya alma se ha manifestado con una negrura digna de sus predecesores, será que ser el presidente de la nación más poderosa implica perder los ideales por el camino, “Idus de Marzo” de Clooney lo retrataba muy bien, galgos o podencos todos terminan siendo perros de presa.
El 11 de septiembre fue un antes y un después, pero muchas de las herramientas ya estaban preparadas y diseñadas para ser activadas en cuanto fuera posible, ya por un cambio legal o por una razón de estado superior, mucho de lo que se cuenta en el documental es ilegal de por sí, sólo que revelarlo es delito de espionaje según una ley norteamericana de principios del siglo XX, con lo que quien revela el delito sufre un castigo más grave que el de quien viola los derechos ciudadanos (ahí está el caso del soldado Manning que difundió las torturas de Irak en la cárcel de Abu Graib). Se trata de aplicar procedimientos predictivos para localizar e identificar a los sospechosos o susceptibles de ser o convertirse en terroristas. La criminología predictiva ha dado buenos resultados en la novela y en el cine, pero aquí hablamos de realidad, de cómo todo un sistema de seguridad con múltiples agencias de información, en cooperación y con la colaboración inestimable de gobiernos que se dicen democráticos y en connivencia industrial con las 9 grandes corporaciones de la comunicación norteamericana, dígase, Facebook, Twitter, Google, AOL, Gmail, Yahoo, Skype… interceptan de manera sistemática e indiscriminada todas nuestras conversaciones, nuestros aparatos electrónicos, incluso nuestras conversaciones íntimas sin necesidad de utilizar la línea telefónica.
Citizenfour de Laura Poitras y Snowden
A la sospecha que todos podemos tener se incorporan los datos, los documentos, los gráficos, unos mensajes encriptados que recibe la cineasta Laura Poitras de parte de un sujeto llamado “Citizenfour” da origen al inicio de la historia, los primeros datos suministrados buscan lograr la cooperación de grandes medios de comunicación para revelar la información que se posee, organizándose un encuentro de una semana en Hong Kong, la persona que se encuentra detrás de Citizenfour no es otro que Snowden, el informático norteamericano, empleado de una subcontrata privada que trabaja con/para la N.S.A. y que, abrumado por lo que va conociendo en su trabajo, decide revelar y abrir la puerta de las cloacas del Estado de derecho a sabiendas de que pasará a ser un fugitivo de por vida. Detrás del documental están Anonymous y WikiLeaks, pero también está The Guardian en el Reino Unido y la CNN y el Washington Post en EE. UU., es decir, no vale decir que estamos ante unos antisistemas paranoicos que ven espionaje por todos los lugares. Las revelaciones que surgen de la filtración de datos provoca una reacción oficial, ¿la lógica de renunciar a este sistema de escuchas? Ni mucho menos, lamentarse de la revelación porque afecta a la seguridad nacional y reclamar la entrega y enjuiciamiento de Snowden, presionar a los medios para que no divulguen informaciones que nunca se dice que sean falsas y continuar con las prácticas perversas.
Los metadatos no dejan de ser todos los rastros que dejamos a través de móviles, ordenadores, dispositivos electrónicos, pasaportes, vuelos, escáneres de ojos, tarjetas de crédito… datos que cruzados con aquellos con los que los compartimos crean una radiografía perfecta de nuestra vida y permiten conocer nuestro pasado y nuestro futuro predecible y que, en caso de alarma, nos situará o nos eliminará directamente del catálogo de sospechosos. La perfección del sistema ha permitido, no solo conocer y almacenar esos metadatos, sino también el contenido de todas nuestras conversaciones, de nuestros emails, de mensajes de texto, de wasaps… todo está en los potentes ordenadores de los servicios de inteligencia, y los gráficos demuestran cómo son las frecuencias de información más interceptadas, las que unen EE. UU. y Europa. Las ramificaciones del sistema, rechazables de por sí, benefician al desarrollo capitalista salvaje, espiar permite espiar todo, desde el comprensible interés por localizar a un terrorista antes de que cometa un atentado hasta conocer las claves empresariales o los diseños de producción de la competencia antes de que la economía norteamericana sufra las consecuencias.
El sistema SIGINT contiene en bruto todas nuestras informaciones de metadatos, la aplicación X-Keyscore es el motor de búsqueda que permite discriminar entre todo lo almacenado aquello que cada vez nos interese, el empleo del SELECTOR permitirá saber lo que vi, lo que hablé, lo que gasté, donde y con quien estuve, pero también dónde y con quién estaré o hablaré, la directiva política presidencial 20, del gobierno Obama, desarrollada a partir de la Patriot Act de Bush, permitió estas prácticas a los servicios de seguridad con unas limitaciones ridículas, si se trata de ciudadanos norteamericanos en Norteamérica se precisa mandato judicial para el espionaje de sus llamadas, pero ¿quién sabe que está siendo espiado sin permiso?
Todo aquel que ha investigado sobre el tema pasa a formar parte de una “black list” que dificulta su entrada y permanencia en los EE. UU.; con detenciones o retenciones arbitrarias en aeropuertos, confiscación de material, volcado de ordenadores… todo por la seguridad sin libertad. Como decía al principio, como buena película de terror el final es abierto, Snowden vive en Rusia como asilado, país poco recomendable para querer ser libre y crítico, Assange, que también sale brevemente, asilado en la embajada ecuatoriana en Londres, pero las gargantas profundas siguen queriendo hablar, Glenn Greenwald, uno de los dos periodistas que ponen la cara en esta historia de revelaciones criminales visita a Snowden en Moscú, un Snowden demacrado, pálido y ojeroso, nada que ver con el que hemos visto un año antes. Como película de espías clásica, Greenwald pasa notas manuscritas en el acto a Snowden con las pistas de las próximas revelaciones, la garantía de que la fuente es absolutamente fiable y que habrá más casos Manning, WikiLeaks y Snowden, en este caso apuntando directamente al presidente. El sistema diseñado cuenta con un nuevo recolector de información en imágenes en este caso, desde hace años los drones han pasado a ser parte del sistema de espionaje, remitiendo millones y millones de datos permanentemente que se guardan en los enormes servidores, esos drones son controlados y dirigidos desde la base de Rammstein en Alemania, pero ¿y la toma de decisiones sobre cuándo y sobre quién debe atacar el dron? Eso depende del programa POTUS, palabra que juega con presidente de los U.S., esa es la revelación que se anuncia, que quien decide a quién se ejecuta extrajudicialmente mediante el uso de aviones no tripulados es, de manera individual, el propio presidente, no creo que nadie nos sorprendamos, lo que si sorprende es saber que actualmente, 1.200.000 personas en el mundo están bajo permanente vigilancia del programa POTUS, pues que viva la democracia y la libertad.
Estreno 27 de marzo de 2015
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.