Cuando aquella rubia, abnegada y ahorradora limpiadora —contratada a media jornada— por el Pentágono, miró las noticias de economía, comprendió que la FED pretendía devaluar todas las monedas fiduciarias, para financiar la astronómica deuda americana, producto entre otras cosas, de las guerras actuales y por venir. En efecto, eso significaba que para comprar la mitad de las cosas que necesitaba, iba a tener que trabajar el doble. Ya estaba negociando con su jefe una ampliación de la jornada de las cuatro horas actuales a doce, cuando fue a echar gasolina y recordó una conversación de los militares de su centro de trabajo, sobre la crisis del petróleo de 1973. Efectivamente, ya había notado una pequeña subida de los combustibles al llegar el depósito. “No podéis arruinarme dos veces, en vez de crear guerras, haced un cuadrante por turnos a la hora de robar” –le dijo la trabajadora, muy enfadada, al jefe de la gasolinera. Tal vez había quedado como una persona algo desquiciada, pero desde luego su razonamiento no carecía de lógica: si había que imprimir dinero y crear inflación sin que subieran los sueldos (la idea era pagar la deuda americana), ahora mismo no le venía bien una subida del petróleo por un conflicto en Oriente Medio, puesto que la mayoría de las cosas que ella necesitaba tenían en el fondo, una demanda inelástica (comida, gasolina, electricidad, etc.). En otras palabras, no podía creer que si pudiera dar el caso de que su dinero cada vez valiera menos y al mismo tiempo las cosas no pararán de subir. No obstante, como no tenía demasiado tiempo para deprimirse, cuando llegó al trabajo decidió aparcar el tema y dedicarse solamente a limpiar. Sin embargo, al comenzar su jornada sonó el teléfono rojo y como el general X estaba jugando al golf, no pudo reprimir la tontería absurda de responder:

—¿Es el enemigo?
—Ahora mismo no está, pero si usted quiere yo le puedo transmitir el mensaje…
—¿Cuándo atacaréis? … ¿Sois muchos? Es que a lo mejor no tenemos munición para todos…
—Pues en realidad no lo sé. Mira, en verdad, es que ahora mismo estamos de elecciones y no sé muy bien quién manda en el país. ¿No podéis atacar después de las elecciones?
—Bueno, en ese caso atacaremos sin matar a nadie…
—¿En serio?
—Sí, bueno, nunca se sabe, no vamos a apuntar a nadie, pero hay muchos transeúntes que se pueden meter en la zona de tiro… y…
—No te preocupes. Diremos a todo el mundo que no salga de casa…
—De acuerdo. Oye, dale recuerdos al general X que hace mucho tiempo que no hablo con él.
—No te quepa duda, le diré que el enemigo ha llamado…
—Una cosa más…
—Dime…
—No me gustó el discurso en la ONU del representante del país, ese que buscaba la paz en Oriente Medio…
—En realidad no busca la paz, busca su paz, o lo que es lo mismo: el poder.
—Sí, pero puede que al final no quede nadie con vida, después de que ese país consiga su paz…
—Cariño… no puedo seguir hablando porque tengo que terminar de limpiar la oficina, me alegro de escucharte, les diré todo lo que me has dicho, al general cuando lo vea. Saludos.
—Saludos.

Después de hacer casi todo su trabajo, la limpiadora encontró unos papeles tirados en la basura que despertaron su natural curiosidad femenina. Poco después de comenzar a leer se dio cuenta de que era un informe sobre caso de Irán-Contra que sucedió durante el mandato de Ronald Reagan. Desde luego, las mentiras que los gobernantes contaban a sus pueblos no tenían ninguna mesura. ¿Qué se descubrirá en el futuro de todo lo que está pasando? Porque ella, que había seguido desde la barrera todo este problema desde principio, recordaba los acuerdos de Abraham y tenía la peculiar teoría de que Hamás había atacado hacía ahora un año, para romper los incipientes lazos de Israel con Arabia Saudita. Al final todo era un problema por el poder y el poder tenía mucho que ver con el dinero. Pero los títeres que ponían en los gobiernos eran cada vez peores y eso tenía mucho riesgo. ¿Por qué? Esos lazos de las petromonarquías con Occidente, impedirían, en caso de problemas, una nueva crisis del oro negro, como en 1973, pero a cambio, tal vez provocarían una devastadora guerra mundial. Desde luego, todos los bandos, tal vez influenciados por el pasado, y por la nostalgia de un mundo en el que se hacían tratados para el desarme para evitar los conflictos nucleares, olvidaban que estamos en el presente. ¿Qué pasará ahora? Si echamos la vista atrás, ahora resulta increíble que la mayoría de los votantes de Reagan estuvieran tranquilos mientas aquel viejo actor intentaba salvar a unos rehenes americanos ante las quejas de un Ayatola indignado por recibir armas antiaéreas de contrabando que iban marcadas con la estrella de David. Insisto, Reagan pertenecía a la más recalcitrante derecha… pero ¿quién tenemos ahora en los gobiernos para qué se vean con nostalgia sus infinitos errores? Sin duda, las ideas del otrora actor de películas del Oeste no eran las mejores, sin embargo, las de Biden-Harris, a priori, parecen incluso peores. No en vano, dar ahora tantas armas a Israel, no suena muy tranquilizador, sobre todo cuando Irán acaba de comprar el moderno sistema ruso S-400 y terminó hace unas horas de hacer su primer ensayo nuclear.

Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.

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