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Felipe Moreno. Foto: Francesc Sans.

Que la Fiscalía y el gobierno del PP iban a poner todas las dificultades posibles para la detención y posterior extradición de los dos acusados de torturas durante el franquismo, era cosa sabida. Primero hablaron de  la “antigüedad” de los delitos y su posible prescripción, así como de la Ley de Amnistía de 1977. Ahora sabemos que dicha fiscalía negó durante 4 días que les hubiera llegado la orden de la Interpol y además retuvo dicha orden durante 48 horas para que la decisión de la extradición recayese en el turno del juez Pablo Ruz, al parecer, contrario a las detenciones.

Los abogados de los querellantes han emitido un comunicado donde exponen su preocupación por el retraso en las diligencias. Ya se le comunicó a la juez que dos de los reclamados han fallecido, José Ignacio Giralte y Celso Galván. Aunque la orden de detención se podía cumplir en 24 horas como pedía la juez, todo apunta a la demora de un proceso que, para vergüenza de la democracia española, hace años que debería haberse iniciado en España. El país donde los imputados cometieron sus presuntos crímenes, se convierte así en su último y único refugio. ¿Pero qué piensan las víctimas?

Hablamos con Felipe Moreno, de 67 años, querellante en la causa argentina y coordinador de los querellantes de Catalunya. Como militante antifranquista pasó por las manos del siniestro “Billy el Niño”.

¿Cuándo y cómo le detuvieron?

A mí me detuvieron el 13 de octubre de 1975. En aquella época yo militaba en el PCE (m-l), en Madrid. Aquel mes hubo muchas caídas –detenciones- de militantes de mi partido y del FRAP, y yo acudía a una cita de seguridad en el Alcázar de Segovia. Quería saber si mi contacto con el partido había sido detenido. Al llegar me estaban esperando seis policías secretas. Cuando entré en el Alcázar me pusieron una pistola en la sien y otra en los riñones. Enseguida llegó un coche, me esposaron y me tiraron en la parte trasera del vehículo, y a toda prisa me llevaron a la Dirección General de Seguridad (DGS).

El 13 de octubre, después de los fusilamientos de tres de sus compañeros el 27 de septiembre…

Sí, sí, en ese contexto de especial represión contra nosotros. Recuerdo la portada de la revista “Cambio 16” de aquel verano, donde el Jefe Superior de Policía declaraba: “Guerra al FRAP”.

¿Y en la DGS?

Me subieron al tercer piso, sin pasar por ningún registro administrativo ni por ninguna revisión médica. Durante el paseo por las dependencias, los policías, tanto de paisano como uniformados, me dieron tortazos y puñetazos, hasta que llegué al despacho de Conesa…

El comisario Roberto Conesa, mano derecha del Ministro Martín Villa, maestro de torturadores como González Pacheco -“Billy el Niño”-…

Sí, “Billy el Niño” estaba en el despacho, junto a tres policías más y otros dos que se mantuvieron al margen y nunca me tocaron. Después supe que eran los que tenían que firmar el atestado y, al tener que identificarse en el mismo, se cuidaron de no participar en las palizas para evitar posibles denuncias. Estuve dos días en que no sabían quién era yo, ya que llevaba documentación falsa. Al tercer día me identificaron. Durante todo ese tiempo no hicieron otra cosa que pegarme, pegarme, pegarme…, con porras, puños y demás. Luego, cuando tenían que descansar, me esposaban a los radiadores del despacho. Todo aquel que pasaba por allí, me daba patadas o me insultaba. Así estuve tres días.

¿Billy el Niño dirigía el interrogatorio o también participaba en las palizas?

Billy el Niño era el que más se ensañaba. Había un joven policía que tenía cara de asustado, pero no sé si por lo que estaba viendo, o por miedo a no hacerlo bien delante de sus superiores. Roberto Conesa me dio algún tortazo, aunque él se limitaba a dirigir el interrogatorio sentado en un sillón. Una vez me dijo Conesa: “Yo soy un profesional, si ganáis estaré con vosotros”.

¿Era tan sádico Billy el Niño como declaran otras víctimas?

Sin duda. Dos policías me sujetaban las piernas, él se ponía encima y con una porra me pegaba en los genitales. Luego me estiraba sobre una mesa con las plantas de los pies sobresaliendo y las golpeaba hasta que se hinchaban. Esperaba a que se enfriaran y volvía a empezar. Otras veces me hizo ponerme en cuclillas y saltar sobre las plantas destrozadas de los pies, lo que llamaban irónicamente hacer el pato. Todo esto duró trece días, estando ya en los calabozos de la DGS.

Curiosamente para Felipe esto no eran torturas, sino palizas sin más, y se alegra de no haber sufrido otros métodos de tortura como algunos de sus compañeros, se refiere a la picana eléctrica, la bañera, etc.  Felipe nos siguió relatando verdaderas torturas físicas y psicológicas, como las amenazas de ejecución, ya que no constaba su detención.

¿Y las secuelas físicas en su cuerpo?

Múltiples. Tengo una hernia de hiato, testículo desprendido, un talón roto que se curó por sí mismo, y que me sirve de barómetro para los cambios de tiempo. La cadera un poco desplazada, lo que me hace cojear ligeramente.

¿De qué se le acusó realmente?

Me acusaron de pertenecer el PCE (m-l) y al FRAP, aunque yo sólo me declaré sindicalista de una de sus organizaciones, la Organización Sindical Obrera (OSO). Me sacaron informes y la declaración de una persona que me identificaba como militante del partido. Localizaron mi casa y en los registros encontraron libros y papeles del partido, así como unas notas antiguas del FRAP. Me aplicaron la Ley Antiterrorista y me acusaron de pertenecer a banda armada. Por lo que estuve 10 días más en la DGS. El 25 de octubre me pasaron a la cárcel de Carabanchel, sin visitar ningún médico ni ver al juez. Allí estuve en las celdas de incomunicación. Todo ello por orden del Tribunal Militar número 5 de Madrid.

Entonces, ¿cuándo vio al juez por primera vez?

Lo vi a finales de noviembre, me vino a visitar a la cárcel. Todo el tiempo estuve incomunicado, sólo salíamos de las celdas para ducharnos una vez cada 15 días.

¿Cuánto tiempo estuvo en la cárcel?

Estuve hasta la Ley de Amnistía de 1977.

¿Qué opina de que «Billy el Niño» haya sido llamado a declarar por fin?

Con desconfianza, después de tantos años no me fío en que se haga justicia. Yo quiero que sea detenido, condenado y que le quiten todos los honores que tuvo, como la medalla al mérito policial, y que se sepa quiénes fueron nuestros represores y que en la España franquista se conculcaron los derechos humanos. La verdad, no quiero la cárcel para nadie, ni para este personaje.

Felipe no quiere la cárcel para el hombre que lo torturó durante trece días, quizá difícil de entender para algunos, hasta para este redactor. El lema de los querellantes es claro: “Justicia, verdad y reparación”, la venganza no está contemplada.

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