El Museu es pionero a nivel estatal y sólo existen tres en todo el mundo (el British Music Experience de Londres, el Hall of Fame de Los Ángeles y el Experience Music Project, también en los Estados Unidos y propiedad de Paul Allen, socio de Bill Gates), a los que se unirán el futuro museo Abba y el de los Beatles, pendiente de reapertura.
¿Qué tienen en común Led Zeppelin, Beatles, The Rolling Stones o Queen? Pues aparte de ser cuatro de los pilares más sólidos del rock, el hecho de ser huéspedes de honor del Museo del Rock de Barcelona, punto neurálgico para los amantes del género y sibaritas de la música en general. Una treintena de profesionales trabajan día a día bajo los auspicios de Jordi Tardà para mantener intacta la curiosidad del visitante.
Ubicado en la cuarta planta del flamante centro comercial de Las Arenas (ya desprovisto de su naftalina taurina), sus 2.000 metros cuadrados de superficie albergan 6 salas expositoras, 14 puntos de consulta interactivos y música en vivo de jueves a domingo. Abierto todos los días del año (de martes a viernes de 10 a 22h) excepto los lunes, su oferta incluye visitas guiadas (en catalán, castellano, inglés y francés), talleres, presentaciones, una tienda repleta de productos de merchandising (que se ampliarán con productos de marcas relacionadas con el rock e instrumentos) y un restaurante adyacente.
Ni freakismo ni fetichismo. Fotografías inéditas, “chupas” firmadas, guitarras, entradas de conciertos memorables, libretos, pósters, discos originales, cuadros, objetos promocionales y demás material mítico apelan a la nostalgia y estimulan un recorrido ágil con un acento marcadamente visual, sin parrafadas ni obviedades, ni dogmatismo. Entre lo más curioso, se puede encontrar un óleo pintado por el guitarrista de los Stones Ron Wood en 1966, un disco único en el que una parte son canciones de Rolling y la otra cara temas de los Beatles o una reproducción del enorme demonio del festival Monsters of Rock, que se acaba de instalar no sin dificultades.
La iniciativa arrancó hace siete años, cuando el periodista y melómano Jordi Tardà decide hacer un giro conceptual a su emblemática Fira del Disc y transformarla en una exposición permanente. Su enfoque, unido a la voluntad de los promotores del centro comercial de erigir un espacio distinto, más allá de un conglomerado económico, de la transacción material y de la simple superposición de locales, nutrió el embrión. “Se juntó la inquietud de Jordi, que no quería que su colección se perdiera, y la intención de los promotores, que querían un edificio diferente”, detalla Pau Cubells, director del Museu. La orientación al norte, que neutraliza la luz solar y asegura la conservación de las obras, las vistas privilegiadas de la Ciudad Condal y, por supuesto, la singularidad de la oferta, son esos rasgos diferenciales que le dan un plus de encanto y le alejan del prototipo del tradicional mercado de masas.
Así pues, Tardà vende su extensa colección privada y, pese al retraso por la crisis inmobiliaria, la galería y el complejo entero dan el pistoletazo de salida el 31 de marzo. En estos dos meses y medio, las vitrinas se han fortalecido gracias a préstamos (siempre acompañados de contrato y seguro) y donaciones altruistas por parte de particulares o de músicos. “Hay gente que nos llama y nos dice que tiene la chaqueta de no sé quién, o por ejemplo el pasado sábado vinieron Sôber y nos regalaron una guitarra”, explica Cubells. La colección, declarada Patrimonio Cultural de Catalunya y compuesta por más de 500 piezas, está bajo la tutela de la fundación, constituida con el fin de “cuidar las piezas, mantenerlas y restaurarlas en caso que se encuentren en mal estado”.
Las exposiciones permanentes (Sala Orígenes, Sala Beatles, Sala The Rolling Stones, Sala Rock Nacional, Zona años 60-70, Zona años 80-90 y Zona años 2000) se complementan con la temporal, que irá cambiando cada tres meses (la primera está dedicada a Queen). El criterio de elección de las bandas es fruto de un consenso aunque Tardà, autor de las líneas maestras filosóficas, tiene siempre la última palabra. Hasta 30 personas integran el equipo del Museu, cuyo carácter interactivo y dinámico le diferencia del típico recinto “estático” más propio de las exposiciones de pintura, en el que todo diálogo se limita a la contemplación pasiva. “El rock es otro concepto, este museo no es igual que uno de arte. El rock se asocia con movimiento y por eso insistimos en construir una sala de actos para acoger conciertos”, recalca el director del Museu. Con capacidad para unas 200 personas, este espacio da la oportunidad a promesas emergentes, a grupos tributo y a una banda propia de ofrecer sus propuestas cuatro veces a la semana (los jueves, viernes, sábados y domingos a las 19h de la tarde).
La asistencia a los conciertos más la visita sale a 9 euros (la mera entrada cuesta 5) y las actuaciones se circunscriben al rock, con leves pinceladas de otros estilos hermanados (folk, pop, etc…). Para ello, se ha formado la Rock Story Band, un grupo de músicos de conservatorio que interpreta clásicos del género aderezados con un breve apunte histórico intercalado. “Eso responde a nuestro afán pedagógico, y a la gente le gusta mucho porque la banda no sólo toca muy bien desde Chuck Berry a U2 pasando por AC/DC, sino que te da un mínimo de conocimiento sobre la historia del rock, sobre cómo se conoció un grupo, cómo encontraron a su representante, etc…”, indica Cubells. Los jueves se reservan habitualmente a las bandas tributo, los viernes y los sábados a formaciones poco conocidas pero que apuntan buenas maneras, mientras que los domingos se puede escuchar un poco de todo. El deseo es llegar a ofrecer música en vivo cada día y programar actuaciones en horario nocturno.
Precisamente la vertiente educativa es la que les impulsa a trabajar con las escuelas, con lo que los estudiantes de primaria y secundaria pueden impregnarse de melodías y, especialmente, de contexto social. “Hace nueve meses que trabajamos en el programa educativo. Cada época y cada corriente musical ha ido ligada a una situación social y política concreta que ha desencadenado el nacimiento de un movimiento: el punk nace después de una crisis, el corriente hippy nace después de la guerra del Vietnam… Es fácil encontrar el nexo entre la historia contemporánea y la música”, señala el máximo responsable del Museu.
Pese que a la inauguración contó con la presencia de artistas como Manolo García, Santiago Auserón, miembros de Elèctrica Dharma o de Slayer, la reciente construcción del complejo comercial y la falta de publicidad a la vieja usanza ponen al descubierto el mayor desafío del proyecto, el handicap que puede ralentizar su crecimiento: su visibilidad. “Ese es uno de los retos: darnos a conocer, que la gente sepa que programamos conciertos y que sepa qué artistas tocarán. Lo estamos moviendo a través de la web (www.museudelrock.com) porque la publicidad convencional, pese a que todavía es la mejor, requiere un presupuesto que no podemos asumir. Lo estamos basando todo en la publicidad a través de las redes sociales y también mediante la publicidad dentro del propio centro”, dice Cubells.
No ha pasado suficiente tiempo para hacer análisis o elaborar unas cifras con las que extraer conclusiones. Además, la heterogeneidad del visitante impide establecer un perfil concreto. “Tenemos un poco de todo: desde jubilados que vivieron en primera persona los inicios del rock y que iban a ver las películas de Elvis Presley, un segundo grupo con gente de entre 40 y 50 y pico que vivieron los 70 y los 80, y gente muy joven de 18 o 20 años a la que le gusta el rock gracias a tres o cuatro grupos que han traspasado las fronteras”, comenta el director del Museu del Rock. Una variedad de personas que refleja el carácter intemporal e integrador del estilo, ajeno a modas, generaciones y edades. “El rock son muchas cosas, una filosofía de vida y también una forma de expresión de la juventud entendida no como una edad sino como una actitud. Es un lenguaje universal que une”.
Documentales autóctonos y un recopilatorio
Un acuerdo con la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals permitirá que en la sala de actos se exhiban documentales sobre el rock hechos en Catalunya y que ya se han proyectado en el programa Sputnik del Canal 33. La lista ya está confeccionada y ahora sólo falta ponerse de acuerdo para establecer el timming y el orden de emisión.
Por otro lado, así como la venta de cd’s está descartada (la decadencia de la industria y del formato y la competencia del FNAC de la planta baja la hacen inviable), el Museu ya ha trazado su propia ruta dentro de su política de diferenciación. Según Pau Cubells, una de los propósitos más atractivos es hacer un recopilatorio “que sea como nuestra banda sonora, las 20 o 25 canciones más significativas de toda la historia del rock. Será el cd del Museu, una recopilación especial que sólo venderemos nosotros”.
Jugando a ser músico
Aparte de los objetos y las fotos, lo más jugoso es una pequeña sala insonorizada en la que cualquier persona, por un módico precio de 3 euros, puede interpretar una canción (con la voz y también con batería, guitarra y teclados), delante de una pantalla que no sólo reproduce las letras del tema en cuestión sino también la algarabía del respetable durante un concierto. La actuación se puede grabar y adquirir posteriormente en dvd por sólo 8 euros.
Además, el potencial técnico del recinto (48 pistas digitales) permitiría grabar un disco en vivo a cualquier banda, con un sonido excelente y las mejores prestaciones acordes con la tecnología más avanzada.
Conferencias, masterclass, o un grupo ruso de tributo a Eric Clapton serán consecuencias palpables de un horizonte muy concreto. “Posicionar el Museu como una visita obligada para todo aquel que venga a Barcelona a pasar dos o tres días. Se puede ganar un sitio privilegiado en la ciudad”. Ganar adeptos de todo tipo y por todas las vías, como por ejemplo los que se generarán a partir del interés de los operadores de agencias de viajes, que el próximo año incluirán el recinto dentro de la oferta turística de la ciudad. “Ahora estamos en una fase de sembrar”, avisa Cubells. La cosecha se antoja fértil.
Periodista y poeta.