Fue en la sala de espera de un atestado hospital de la ciudad condal, donde Pablo y Virginia, dos jóvenes solteros y sin compromiso, se conocieron. Pablo, un prometedor agente inmobiliario, enseguida se enamoró de las pálidas facciones de aquella lánguida y romántica muchacha, que a la postre terminaría siendo su preciosa esposa. No obstante, aquella mañana y aquella tarde, eran todavía dos perfectos desconocidos, y para pasar el tiempo, en la sala de espera, de forma natural decidieron mantener una animada conversación. Primero hablaron de cosméticos, más tarde de joyas, y finalmente de sus comidas preferidas. Justo en ese momento, cuando fruto de la tediosa espera, la charla estaba comenzando a decaer, Pablo decidió cruzar una línea de intimidad y le propinó dos rotundas preguntas. Virginia primero debía decirle de todos los hombres que había conocido, el que más le había parecido digno para ser su marido, y al revés, es decir, el más nefasto que para ese proyecto imaginarse pudiera. Ella no se mostró esquiva y la primera de sus respuestas además de sorprendente, fue bastante trágica: de hecho, le comentó que el hombre más guapo que había conocido en su vida, falleció atropellado por un autobús cuando iba a comprarle un ramo de rosas para conmoverla en su primera cita. Pablo le dio el pésame. Y ella le respondió que no tuviera lástima, porque por lo menos estaba muerto y había descansado del terrible mundo. Es decir, que ella creía que existía gente que no estaba ni viva ni muerta, y por lo tanto, nunca descansaba en paz. la chica, a continuación, le preguntó si había leído a Paracelso. Pero lo más inverosímil y aterrador de aquella extravagante charla, sobrevino cuando le replicó que el peor de todos los maridos que podía imaginar, era ese mismo, que había vuelto de entre los muertos, sin duda, convertido en un tremendo vampiro. En otras palabras, que ella había tenido una pequeña relación con Nosferatu, alguien que para todos los públicos modernos era conocido como Drácula. Pablo mucho más escéptico y alejado de los temas paranormales, le siguió la broma preguntándole por el lugar en el que lo había vuelto a conocer. Pues en un castillo que existe a las afueras de Barcelona, por supuesto, le respondió la joven con una mirada llena de hermosura y misterio. Fue justo después de la luna de miel, cuando ambos emperezaron a coquetear con el tema de la procreación y Pablo –conocedor de la debilidad que el conde sentía por su esposa– le encomendó a Virginia la peligrosa misión de ir a visitarlo para alquilarle el formidable castillo, con la idea de hacer un negocio redondo y alquilarlo por habitaciones, como si fuera uno de esos, tan en boga, hoteles turísticos. Fue en la aldea del valle donde unos nómadas circenses avisaron a la muchacha de la sangrienta maldición que pesaba sobre la fortaleza que se erguía en la cima del promontorio. Era ya noche cerrada, cuando aquel funesto carruaje, llevado en volandas por dos siniestros drones, asistidos por inteligencia artificial, aterrizó en un calvero del bosque y su pequeña portezuela se abrió sola, esperando a que entrara la bellísima Virginia. Una vez que se bajó del carruaje y franqueó la puerta del castillo, los lobos de la noche y sus aullidos espectrales, hicieron que se estremecieran los últimos gitanos que todavía quedaban despiertos en la inmensidad cóncava del valle. Cada habitación parecía tener una maligna y familiar presencia, y todas las alimañas que vivían en el suelo se regocijaban de tener de vuelta a Virginia, su víctima preferida. Mientras caminaba con un triste candelabro, las sombras chinescas que se alargaban en sus lúgubres pasillos. erizaban todos los pelos del cuerpo de aquella morena criatura. Un escalofrío anunció la llegada del conde y pronto arrastrándose como una serpiente, se acercó hasta el salón principal, y junto a la chimenea se levantó lentamente, el abyecto y gélido Nosferatu, con sus grandes colmillos, en su enorme boca, ayudándose de sus tétricas garras, con su repugnante figura, henchida de su repulsivo hedor.
-Tiene suerte su marido, pero ahorrémonos los preámbulos–dijo con su voz de ultratumba el aciago conde– sé que ahora toca que le ponga algo de cena y usted sin querer se haga un pequeño corte, una pequeña herida, que vuelva loca mi sedienta alma ávida de sangre, no obstante, por qué no nos vamos ya a mi alcoba, para que satisfagamos juntos, el deseo insano que ambos albergamos, desde tanto tiempo atrás, en el fuego inconmensurable de nuestro más profundo corazón maldito.
-Tutéeme, por favor, señor conde, estos son tiempos modernos, tiempos de igualdad entre el hombre y la mujer. En realidad, yo también estoy a favor de demoler los mitos y echar un buen polvo, e incluso tener un hijo tuyo, pero primero tenemos que firmar el contrato, querido conde. No me extraña que pienses que voy a coger el tétanos con estos viejos cuchillos, llenos de herrumbre, mi señor… ¿No le parece, lógico, mandar ahora mismo a un fiel lacayo, al chino de la aldea y comprar unos baratos cuchillos nuevos, y ya de paso renovar todo el menaje de esta enorme cocina? ¿No habéis oído hablar de IKEA, mi señor? —replicó impávida la bella Virginia.
-Maldición. ¿No me tienes ya no ni siquiera respeto, querida Virginia? –preguntó cabizbajo el conde.
-No. Porque sé que el fondo eres bueno, mi señor…
-En cambio, tú, eres buena…. negociando… querida, Virginia.
-Ya tengo pensado la empresa que vamos a contratar para renovar todo el castillo. Empezaremos por los cuartos de baño. ¿Miedo? La verdad es que me gustas, mi señor, eso sí, para follar te quiero bañadito y trasfigurado en una forma distinta, si puede ser en un Dorian Gray.
-¿Un hijo mío, Virginia? Eso es contranatural. Precisamente yo soy eterno porque soy una excepción de la naturaleza, si tuviera hijos dejaría ipso facto de ser un vampiro.
-¿Una excepción de la naturaleza, mi señor? No entiendo.
-Pues es bien fácil, si pusieras en una balanza la eternidad individual o la supervivencia de la especie, ¿qué elegirías tú, Virginia?
-Pues la supervivencia de la especie, naturalmente, no podría soportar ver morir a todos mis seres queridos.
-Virginia, es que yo sólo te quiero a ti, y si te muerdo en el cuello, y te vuelvo vampira como yo, podemos ser eternos juntos.
-Yo en cambio, lo veo al revés, si me dejas embarazada, te haré humano y habré salvado de tu propia maldición. Dar vida es algo divino. ¿No estás cansado de chupar la vida de los demás?
-¿Y qué pasa con tu marido?
-Mi marido está de acuerdo, sólo piensa en la comisión que se llevara cuando alquile el castillo. Además, incluso si alquilamos la mitad, podemos tener familia numerosa. Te dejaremos la buhardilla con el ataúd, para que tengas intimidad, mi señor, si gustas estar sólo.
-¿Y qué pasa con del arte por arte? –preguntó el conde.
-Pamplinas. Esto es supervivencia. ¿Sabes la crisis de vivienda en que hay en España? Firma—dijo blandiendo el contrato– y vamos a ahora mismo para tu alcoba –continuó Virginia, quedándose completamente desnuda…
-Si me acuesto contigo sé que voy a desaparecer. Me dará la luz del sol. Ya no habrá más eternidad, al menos para mí. Puede que ni siquiera para ti. Creo que estás abusando, porque es como si yo fuera un menor de edad, y es que, debido a mi falta de autoestima, hace mucho tiempo que nadie me ama.
-¿Tienes pérdida de memoria? ¿Puedo hacerte un test?
-Sí, Claro, dijo el conde…
-¿Qué día es hoy?
-20 de enero.
-¿Qué estación del año es?
-Invierno–respondió el conde.
-Si tengo 20 monedas y te doy dos, cuántas me quedan…
-18
-Y si te doy dos más—
-16
-repite, calambre, coz, manzana.
-Calambre, coz, manzana.
-¿Quién es el rey de España?
-Felipe
-¿Y el número?
-No sé, con todos los respetos para rey, no es mi fuerte yo no veo la tele. ¿Felipe segundo?
-No hombre, es Felipe sexto.
-¿Ves, tengo pérdida de memoria?
-No hombre, no. Eso no es por la memoria, es que no eres monárquico. –dijo Virginia.
-¿Y soy por lo menos, republicano? –preguntó el conde.
-No lo sé. Dímelo tú.
-Soy un vampiro, pero si hay que elegir, soy republicano. Aunque por encima de todo, soy un caballero y tu mayor enamorado.
-No te pasa nada, vámonos a la cama, que vivo o muerto, me estás mirando y yo tengo mi corazoncito y estoy tan buena, que, aunque esto sea una historia más que de amor que de humor, no puedo evitar notar que llevas un rato con el pene totalmente levantado…
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.