Una de las compañías teatrales más prestigiosas de Catalunya celebra su 40 aniversario y Joan Lluís Bozzo, su director, hace un alto en el camino para revisar los orígenes del grupo y reflexionar, a través de tan nutrida experiencia, sobre el presente y el futuro de la escena catalana y nacional.
Una de las compañías teatrales más prestigiosas de Catalunya celebra su 40 aniversario y Joan Lluís Bozzo, su director, hace un alto en el camino para revisar los orígenes del grupo y reflexionar, a través de tan nutrida experiencia, sobre el presente y el futuro de la escena catalana y nacional.
“¡Uy, esta sala ya ha sido retratada de todas las maneras posibles!” advierte Joan Lluís Bozzo cuando nos recibe en la histórica sede que la compañía tiene desde hace décadas en un edificio modernista del barrio del Eixample, corazón de Barcelona. Cómo para no. Después de 40 años de trayectoria, 26 espectáculos, 6.010 funciones y más de tres millones y medio de espectadores, Dagoll Dagom se ha convertido en una de las embajadoras de la cultura catalana a nivel mundial.
Hoy nos sentamos en la emblemática mesa donde, desde 1974, se vienen gestando obras que ya forman parte de la memoria colectiva del país (Antaviana, Nit de Sant Joan, El Mikado, Mar i Cel, Cop de rock…) para explorar, de la mano de uno de sus fundadores, los entretelones de una de las primeras compañías que se atrevió a estrenar en catalán, y que, desde sus inicios, se mantiene fiel a un propósito: hacer teatro de calidad sin encerrarse en elitismos.
Muy pocas son las compañías que pueden jactarse de celebrar 40 años de trabajo ininterrumpido. ¿Cómo lo habéis conseguido?
Sin pensarlo mucho, sin deliberación, simplemente dando un paso detrás de otro como en toda maratón: el truco es no fijarse nunca en la llegada.
Por suerte no hemos tenido bajones ni parones a lo largo de la carrera y los tres que quedamos desde los inicios -Anna Rosa Cisquella, Miquel Periel y yo– pretendimos siempre lo mismo.
¿Cómo definís qué montajes llevar a cabo?
Tenemos ideas que a lo largo del tiempo van quedando en el cajón de los proyectos “que algún día se harán”. También vamos con cierta regularidad a Londres para ver qué se está cocinando en el mundo del musical pero no somos unos neuróticos de estar al día con lo que se hace en teatro.
A mediados de los 70, cuando empezasteis, habéis apostado por un género desaparecido entonces en Catalunya. ¿Qué os llevó a decantaros por el musical?
Nunca hubo un planteamiento teórico detrás. Primero, hubo una banda sonora en una obra que nos gustó mucho, así que en la siguiente le encargamos a un compositor, Jaume Sisa, que nos hiciera una música expresamente para nosotros. En el espectáculo siguiente ya directamente lo integramos a él y nosotros también empezamos a cantar. Así se fueron dando los pasos, sin conciencia previa de estar yendo hacia el teatro musical.
Lo que sí ha habido siempre es la intención de hacer un teatro para el gran público y el musical fue una muy buena manera para acercarnos a él porque es un lenguaje que facilita mucho la conexión con la gente. A través de la música se pueden alcanzar grandes niveles de audiencia porque no afecta tanto a la parte intelectual como a la sensorial. Por eso insisto en que el musical es una cosa más táctica que de principios.
¿El teatro sigue siendo un arte elitista?
La idea de que hay un cierto teatro que debe preservarse lo aleja de la taquilla, mientras que si está sujeto a la taquilla es un plebiscito que tiene que ganarse cada noche. Existe una grandísima oferta para un segmento de público muy estrecho, con lo cual las salas acostumbran a estar medio vacías. Casi todo lo que se hace está dirigido a gente de un nivel social y cultural alto que, en Catalunya, son 15 o 20 mil personas. A los millones que se quedan fuera es a quienes pretendemos dirigirnos nosotros. Nuestro teatro tiene sentido en cuanto responde a una gran asistencia, sino no nos motiva.
Después de 40 años en el medio, tienes perspectiva más que suficiente para valorar el recorrido que ha hecho el teatro catalán y español en este tiempo…
Es cierto y por eso puedo asegurar que se ha avanzado muchísimo. Hace 40 años este era un país claramente subdesarrollado en infraestructura, en cultura y en calidad de vida. Ahora hay muy buena oferta teatral pero, al menos en Catalunya, se ha hecho un esfuerzo enorme en crear una dramaturgia propia y se ha dejado afuera todo lo demás. Yo pienso que también habría que desarrollar la dramaturgia musical.
Parecería mucho pedirle a las instituciones culturales en este momento marcado por los recortes y la escalofriante subida del IVA. ¿Cómo han afectado a vuestra compañía estas medidas?
Nosotros no nos hemos atrevido a repercutir el aumento del 21 % en el precio de las entradas porque si ya nos cuesta vender entradas, imagínate si las subimos esa cantidad. Así que nos quedamos sin ningún margen.
Además de que las entradas al teatro ya son caras de por sí…
Bueno, todo es relativo, ¿cuánto cuesta llenar el depósito de gasolina o ir a cenar a un restaurante? ¡Mucho más caro que una entrada de teatro! La cuestión es donde pones el sistema de valores.
Más aún en tiempos de crisis, en los que la cultura claramente queda en un lugar relegado.
Sí, yo ahora estoy viendo que en el Liceu cada vez cuesta más vender las entradas. Está claro que en este teatro los precios son otros pero, aún así, me acuerdo que antes tenías que hacer una cola impresionante para el abono anual. La gente, como en los conciertos de rock, ¡se guardaba el turno por la noche!
¿Qué importancia tiene para vosotros el catalán como lengua vehicular de vuestros espectáculos?
Nosotros consideramos que aquí en Catalunya si no nos entienden el catalán, no es nuestro problema. En cambio, cuando actuamos afuera cambiamos la lengua porque sabemos que si en Valladolid no nos entienden el catalán el problema es nuestro, no suyo.
En la Comunidad Valenciana y las Islas Baleares nos negamos durante mucho tiempo a no actuar en catalán, pero debido a una resistencia numantina de su parte lo terminamos dejando a la elección de los contratantes. En Catalunya somos tajantes: una vez un ayuntamiento del PP nos quiso contratar en castellano y no lo aceptamos.
¿Apoyáis la independencia?
Yo soy claramente independentista pero en la compañía no hay una posición unánime. Así como antes había quien era más de tendencia comunista y quien más anarquista sin ningún problema, ahora también trabajamos más allá de estas cuestiones ideológicas. Nunca se ha buscado una uniformidad política en la compañía.
¿Qué momentos de esta larga trayectoria recordáis con mayor cariño?
Mar i cel es el espectáculo más emblemático, con casi un millón de espectadores, pero lo queremos tanto como a los otros. Nosotros hacemos montajes muy largos, cada uno nos dura unos dos años, lo cual significa que los pensamos y los vivimos mucho a todos.
Lo que sí recuerdo muy especialmente es la gira que hicimos por Venezuela y Buenos aires en 1985 con el espectáculo Glups. Fueron tres meses en los que nos lo pasamos tremendamente bien. Al salir cada noche del teatro un montón de personas nos esperaba en las aceras y nosotros no entendíamos nada. La primera vez, me acuerdo que nos preguntamos ¿qué hará toda esa gente allí?
Las celebraciones del 40 aniversario continúan el 25 de septiembre con el reestreno de Mar i Cel, ¿y luego, algún proyecto entre manos?
Después de Mar i Cel quedaremos nuevamente con la página en blanco, así que a abrir otra vez el cajón de los proyectos. Intentaremos también tirar hacia la televisión, que nos gusta mucho porque nos permite llegar a gente que jamás iría al teatro. El problema es que tenemos un solo cliente, TV3, y en estos momentos está muy mal. Pero, bueno, tenemos un huerto aquí en el fondo, así que algún tomate podremos comer mientras vemos qué pasa.