Soñé que me despertaba en 2034, en un barrio obrero de Brasilia, justo el día que el gran líder de Brasil visitaba la ciudad y anunciaba una nueva compra de armas y la ampliación de la pobreza para toda la sociedad. La pobreza contribuiría a facilitar el camino ascético de todos los trabajadores. En efecto, todo el país estaba gobernado por un partido de extrema derecha y budista, cuyo principal objetivo era erradicar inconsciencia de toda la humanidad. Solo existía una clase social: los trabajadores. Y una pequeña comisión al mando de la que había un gran líder que era la reencarnación de Buda. Toda la población tenía que raparse al cero y llevar un uniforme con un triángulo con un gran ojo en el centro. La comida y el techo las proporcionaba el régimen a través de cartillas de racionamiento y de un enorme programa de pequeñas viviendas oficiales. La población nunca había sido tan consciente en ningún otro país de la toda geografía del planeta. Sin embargo, una pequeña resistencia al poder central formada por algunas personas organizadas y otras sin ninguna coordinación, que ejercían sin ton ni son la violencia. Esas personas violentas simplemente desaparecían. No existían cárceles, porque el país era una enorme prisión. Todo estaba vigilando por cámaras, y la arquitectura estaba pensaba para hacer de cada ciudad un enorme panóptico. Yo era un minúsculo ciudadano que había estudiado física y ahora estaba a punto de ser condenado a desaparecer. En efecto, mirando desde la distancia, mi corta existencia como individuo de este nuevo planeta exento de complicaciones, resultaba evidente que yo no tenía que haber nacido en él, pero debieron de gastarme una broma pesada, los mensajeros que reparten antes de nacer, los direcciones de las almas. No había nadie que pudiera defenderme. Y sin embargo, podría decirse que no había hecho nada malo. Debido a mi carácter atolondrado, poco tiempo pasó hasta que conseguí la mayor acumulación de faltas leves de toda mi ciudad. Nunca fui un mal tipo. Mis faltas graves provenían de una reincidencia en la falta de celo de las cosas leves. De hecho, siempre olvidaba llevar la gorra por la calle, o ponerme firme cuando me hablaba un oficial. Por supuesto que eso me granjeó una mala reputación entre la oficialidad de del Centro de Instrucción de la Ciudadanía. En uno de esos enormes arrestos, tenía que permanecer treinta días encerrado dentro de mi casa y decidí salir al umbral para leer un libro y que me diera el sol. Entonces sucedió una anécdota que me parece muy relevante: mientras estaba leyendo un libro en el umbral de mi casa, apareció el gran líder junto con su poderosa escolta, y me dijo lo siguiente:
―Dime lo que lees y te diré quién eres… ―comentó orgulloso aquel personaje cuya mera presencia intimidaba a todo el mundo.
―Tome ―le dije.
―¡Vaya! Pensaba que era un manual clandestino para poner bombas o algo así… No esperaba que usted leyera este tipo de libros ―añadió mientras reconocía que él también había leído «Siddhartha» de Herman Hesse.
Entonces me hizo una señal para que entrara en su lujosa limusina y poco después estábamos en su enorme palacio, hablando de la famosa higuera de Buda. El árbol del Bodhi la higuera bajo la que Buda creó la nueva religión, el budismo. Porque el budismo nació del golpe emocional que sufrió Siddharta, cuando salió de su palacio tras toda su infancia y juventud encerrado entre los mayores placeres y lujos, y presenció por primera lo que era la muerte al observar el entierro de un anciano. El joven príncipe juzgó entonces lo efímero de sus privilegios y renunció a ellos. Desde aquel día, se propuso llevar una vida ascética y para conseguirlo, una noche se sentó frente a una higuera y juró no levantarse hasta descubrir la Verdad. En efecto, allí alcanzó el despertar, porque después de su meditación comprendió las cuatro nobles verdades. Una sabiduría que puede resumirse diciendo que el deseo lleva al sufrimiento, que puede superarse siguiendo el camino que lleva al nirvana o estado de liberación.
―¿Quieres un poco más de caviar? ―me ofreció el gran líder mientras un grupo de camareros llenaron de nuevo la mesa con suculentas viandas.
―No, ya he tomado suficiente.
―Ven, ahora te llevaré a un rincón secreto de mi palacio.
Entonces me llevó a una enorme sala llena de jovencitas completamente desnudas. Todas ellas se tiraron enseguida sobre nosotros y comenzaron a quitarnos la ropa. Cuando hubo terminado la enorme orgía, el gran líder me llevó a contemplar una de las más maravillosas puestas de sol.
―¿Puedo hacerte una pregunta? ―le dije―Dios no existe. Incluso científicos tan importantes como Albert Einstein, reconocieron que el budismo era la religión que mejor podría compatibilizarse con la ciencia. La coincidencia de muchas cosas entre ambas disciplinas podría explicarse a través de la simultaneidad del conocimiento. No todos los días tengo delante de mí una persona que ha sido iluminada y tengo muchos dudas… ¿Puedes describirme como fue tu iluminación debajo de la higuera?
―No tengo mucho que decir sobre eso. Tan solo te diré que nací pobre y recuerdo haber estado debajo de una higuera cuando era pequeño. Supongo que esta vez todo debe suceder al revés, la iluminación me vino cuando vi el primer palacio y eso me llevó a ganar las elecciones y luego a ser dictador o lo que es lo mismo, príncipe.
―Yo una vez tuve una iluminación, pero no fue sentado debajo de árbol. ―le dije.
―¿Puedes contármela? ―preguntó.
―Iba andando por la calle y pasó un coche por la carretera. El coche llevaba la radio puesta y la canción que estaba sonando dijo exactamente lo mismo que yo estaba pensando en ese momento.
―Bueno, pudo ser una simple casualidad…
―Ya. Eso mismo pensé yo. Sin embargo, me planteé otras posibilidades. De hecho, mi cerebro se puso a calcular las probabilidades y encontró otra explicación.
―¿Otra explicación? ¿Cuál?
―Que ni el espacio ni el tiempo existieran de la manera que los percibimos normalmente.
―No entiendo.
―Imaginé que la sustancia del tiempo y del espacio fuera única y se hubiera dividido formando todo lo que existe en el momento del Big Bang. La coincidencia se explicaría si en realidad todo fuera como un rompecabezas roto.
―¿Una sustancia única del tiempo y del espacio? No entiendo…
―Si todo fuera siempre lo mismo y lo único que variase fuera su forma, entonces la percepción del tiempo y del espacio, sería un engaño de los sentidos. Ese puede ser el nexo entre la física y el budismo. Porque creo que darse cuenta de esa falsa ilusión de la realidad, sería algo parecido a lo que le sucedió a Buda debajo de la higuera.
―Reconozco que está muy bien explicado.
―Eso explicaría la reencarnación, puesto que al no existir el tiempo, las almas serían siempre las mismas que se repiten una y otra vez en diferentes vidas.
―Nada se crea ni se destruye.
―Ven conmigo. Te llevaré a un lugar para que conozcas a unas personas.
Al primer lugar que llevé al gran líder fue a dar una vuelta por el barrio de favelas en el que yo me había criado. Allí le mostré todo el sufrimiento que creaba la pobreza para que comprendiera, de primera mano, el daño que causaba él en el ejercicio del poder. Incluso le planteaba que cambiara algunas leyes, como la que acababa de aprobar que prohibía el divorcio. Paro eso le llevé junto al sufrimiento de una mujer que había padecido violencia de género durante muchos años. En efecto, su marido era alguien que tenía un carácter despótico. Al contemplar el estado de ansiedad crónico en el que vivía la pobre mujer, el gran líder le aconsejó que recibiera terapia psicológica. En concreto, que se sumara al programa de Mindfullness que era gratuito para toda la población. Yo enseguida le indiqué al gran líder el lado cínico de ese método de curación, porque esa terapia lo que haría sería incrementar su sufrimiento, puesto que la meditación le llevaría a ver con más claridad si cabe, que debía dejar a su marido y sin embargo, no solo no podía hacerlo, sino que le estaban impartiendo esa terapia para que no lo hiciera. A continuación, llevé al gran líder a un colegio de enseñanza primaria. En dichas instalaciones le mostré los problemas de un estricto sistema de educación basado en el Mindfullness. Pero el programa era tan estricto, que provocaba problemas mentales en la mayoría de los alumnos. El gran líder me replicó que con ese método los alumnos se convertirían en el futuro en ciudadanos conscientes y formarían parte de forma ordenada de la sociedad. Sin embargo, eso tendría serias consecuencias para su salud mental, puesto que la mayoría de ellos no querían llevar una vida ascética. Es más, apuesto a que no quieren tener una conciencia plena sino una vida inconsciente y plena. Por último, le llevé a visitar una instalación de veteranos de guerra. En ella, descubrimos que la mayoría soldados era de barrios pobres, y que se enrolaron no por vocación, sino por las cosas que podían comprar con la nómina que pagaba el ejército― y que habían vuelto de las zonas de conflicto con estrés postraumático, y ahora quieran curarlos a través de un oportunista camino espiritual, que les liberara de su sufrimiento y de todas sus ataduras materiales, cuando ya habían cumplido sus injustas misiones de combate. Es más, incluso le planteé al líder que desde la base, que era el matrimonio infeliz, hasta las instituciones educativas demasiado estrictas, y por último, los trabajos que todos tenían una disciplina militar, daban como resultado un modelo enfermo de sociedad. Y luego para curarlos querían utilizar el budismo solo a ratos, para reinsertarlos de nuevo en esa sociedad enferma. Entonces el gran líder se quedó callado, mientras yo le llamaba la atención del curioso parecido que tenía con un lavado de conciencia, el uso de la meditación budista con un fin concreto, cuando en realidad la meditación es un fin en sí mismo.
―Tengo que decirte, algo. En realidad habíamos venido para hacerte desaparecer, me gustaría saber cómo termina tu historia antes de matarte ―dijo mientras sus guardaespaldas me apuntaban con sus pistolas en la cabeza.
―Siempre lo he sabido. Usted no se puede ser una reencarnación de Buda. No en vano, Buda después de alcanzar estado de nirvana, se dedicó a enseñar el Camino medio, y lo hizo a través de la moderación que supone la huida de los extremos, desconfiando de los sentidos y de la auto-mortificación y practicando la sabiduría, la moralidad y el cultivo de la mente. Nada de eso coincide con lo que usted hace. Además, cualquier sabio siempre renunciaría al poder humano porque es la mayor de las esclavitudes. De hecho, pesa tanto el poder sobre los hombres, que debería ser cargado por todos. En otras palabras, es de suponer que el budismo verdadero debería ser democrático.
BANG BANG
Escritor sevillano finalista del premio Azorín 2014. Ha publicado en diferentes revistas como Culturamas, Eñe, Visor, etc. Sus libros son: 'La invención de los gigantes' (Bucéfalo 2016); 'Literatura tridimensional' (Adarve 2018); 'Sócrates no vino a España' (Samarcanda 2018); 'La república del fin del mundo' (Tandaia 2018) y 'La bodeguita de Hemingway'.